26 abril, 2024

Conchudez

Es la palabra correcta para describir los problemas a los que nos han llevado las autoridades de este Gobierno y del anterior.

¡La conchudez es la expresión sublime de la desvergüenza! Cuando se lleva al máximo el cinismo y se tiene las agallas suficientes para creer que se puede seguir engañando a la gente, porque tenemos un grupo de “retratados mensuales” que nos siguen aclamando, gente que es demasiado bruta y a la que se la puede seguir engañando, porque son como las gallinas de Stalin, que no les importa que los desplumen con un dolor bestial, con tal que les den un mendrugo de pan o un grano de maíz.

El problema se ha agudizado ya desde hace algunos años gracias a los bonos, que prefiero llamarlos bonos de la ignorancia, porque son los bonos que recibe el pueblo para ser obligado a seguir en la miseria, porque les quitan todo, su dignidad, su trabajo, su afán de progreso, su libertad.

La verborragia y la desfachatez para mentir y para prometer lo que no se va a cumplir, hace que su cinismo ya raye en la conchudez de creer que el pueblo los adora. El pueblo está con ellos por los granos de maíz que caen al suelo, por el sándwich y la cola que les regalan, por el billete que les dan por asistir a los mítines. Se inscriben en los Partidos políticos por beneficios que ofrecen, no porque crean en ideologías.

No es que estoy en contra de los bonos, pero sí creo que hay mañosería en la selección y distribución. No culpo a la gente, culpo a los que eligen, porque allí es donde se hacen las trampas. El pueblo es criminalmente despreciado, el que no tiene padrino, queda moro. Conozco personas que reciben dos y hasta tres bonos y muchos que necesitan el bono y no reciben nada.

¡La conchudez es una de las nuevas adquisiciones de la política nacional! ¡La desvergüenza ha pasado a ser una eficaz forma de conseguir votos y de lograr llegar al poder!

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Lo que no me gusta…

El evangelio dice que debemos recibirnos con hermandad entre todos, pues todos tenemos un mismo origen: Todos somos Hijos de Dios y por lo tanto iguales. No hay diferencia de cunas. El más grande entre los grandes prefirió nacer en un humilde pesebre, rechazado por todos, sin recibir posada en ninguna parte, para llamar nuestra atención y corregir nuestra forma de ser. Sólo Él, con su Madre, su padre en la tierra y se rodeó tan sólo de los animales que le prestaron su pesebre y fue visitado tan sólo por humildes pastores que fueron avisados por los Ángeles. Los Reyes Magos llegaron después, guiados por la estrella. No me gusta, pues, que al lado de este ejemplo de humildad, fomentemos el odio, la venganza, que sembremos resentimientos, diferencias entre clases, que desunamos a nuestros hermanos, fomentando regionalismos absurdos, despertando envidias, rivalidades entre clases sociales o grupos étnicos o religiosos.

Está bien que sean toleradas las desviaciones, ahora llamadas preferencias sexuales. Pero está mal que sean fomentadas o que pretendan promocionarlas. Estas desviaciones incluyen no sólo la homosexualidad, el lesbianismo, los transexuales, los travestis, sino también los sádicos y violadores y los que asesinan a sus parejas. La falta de sanción es una forma de fomentarlas, la impunidad es otra. Si alguien desea tener una preferencia sexual diferente de la creada por Dios y dada por el género de la especie, y si encuentra a otra persona que piensa o siente igual, está muy bien que lo toleremos y que no lo ataquemos. ¡Allá ellos con sus deseos y yo no tengo porqué aislarlos ni por qué dejar de apreciarlos! Si son mis amigos, el respeto incluye el respetar sus preferencias. Ahora, si esa persona para satisfacer su identidad sexual, tiene que promocionarla, pretendiendo que los demás sean o piensen como él, está equivocado, o si pretende violar contra su voluntad a otra persona que no siente o desea como él o amenaza matar por amor, hay que detenerlo.

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