5 diciembre, 2024

Locuras y estupideces de la modernidad

“Cuando yo era joven, había una diferencia entre ser famoso y estar en boca de todos.  Muchos querían ser famosos por ser el mejor deportista o la mejor bailarina, pero a nadie le gustaba estar en boca de todos por ser el cornudo del pueblo o una puta de poca monta…  En el futuro esta diferencia ya no existirá: con tal de que alguien nos mire y hable de nosotros, estaremos dispuestos a todo”, del autor Umberto Eco en su magnífico libro De la Estupidez a la Locura.

Al iniciar esta reflexión, invito a los lectores a disfrutar del libro citado, que con humor y realismo nos comenta y analiza la época en que vivimos y lo que nos espera.  La versión en español es de Editorial Lumen.  Yo aún continuo leyendo y releyendo el libro.

Tenemos un mundo en el que, como el más claro ejemplo de la estupidez, la locura, la corrupción, el ego inflado por el poder, el alago y mucho más, lo lideran los políticos como en el lamentable caso de Venezuela y los países que tienen o tuvieron gobiernos del socialismo del siglo XXI.

Su obsesión por la notoriedad y el enriquecimiento ilícito hizo que a muchos de ellos les importe muy poco o nada su prestigio y lamentablemente tampoco el de sus países.

Dentro de estas locuras del mundo actual, tenemos algunas graves y mortales sobre las que debemos recalcar y llamar la atención, antes de sufrir irreparables daños.

Dar a los niños celulares los condena a muerte por la radiación, más temprano que tarde, las afectaciones a la vista y los bloqueos mentales para el aprendizaje, además de afectarlos con Nomofobia, es decir, el miedo a no estar conectados.  La gente pasa 90% de su tiempo del trabajo con los mails y en casa, aun en la mesa a las horas de comer.

Por ello, los grandes profesionales de la informática de Silicon Valley envían a sus hijos a las escuelas que los educan alejados de todo tipo de pantallas hasta los 13 años.  (Tomado de un artículo que circula en internet).

Es tal la obsesión, el culto al ego, el buscar marcadamente   notoriedad que son miles de millones de usuarios y mensajes en Twitter, Facebook y tantos otros.

En esa búsqueda se pierden valores, se utiliza el sexo, las drogas y las acciones de todo tipo que puedan llamar la atención, en busca de falsos y superficiales amigos y admiradores, estas son las practicas que  se extiende en todo nuestro planeta.

Estas herramientas electrónicas, que tienen muchas bondades, que son imprescindibles y necesarias en el mundo moderno, tienen como todo en la vida, la cara negativa que permite manipular comercial, cultural, políticamente y en todos los campos a la humanidad.

Asi vemos como la homosexualidad se promociona mundialmente por todos los medios, por los que muchos escritos circulan indicando que es una estrategia para el control de la natalidad, pues no privan a nadie del amor y el sexo, pero limitan la natalidad y solo permiten la adopción, lo cual al parecer consideran una solución, en muchos casos, para los hijos no deseados.

Hay muchos temas muy importantes que conocer y reflexionar, pero para ello se necesita un libro, que felizmente ya lo escribió Umberto Eco, para que entendamos cómo vamos de la Estupidez a la Locura en este mundo en continuo y acelerado cambio cada día.

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Un paréntesis electrónico

En este mundo nuestro actual resulta difícil asimilar un oficio, un quehacer diario, sin la influencia de la tecnología, de la informática, sin poner un SMS, sin recibir un whatsapp, sin los recursos de internet, pero no hace mucho tiempo, todo esto no existía.

Estaba yo pensando, por qué no dar un descanso a los electrones que no paran de moverse de un lado a otro, que bien merecido tienen un reposo y recrearnos en pasajes del pasado no tan lejano donde ellos aún no habían surgido de su cuna.

Por unos instantes voy a pasear por una calle imaginaria y comprobar, al inicio del día, cómo las amas de casa acuden en pleno a la esquina de la calle; ¿qué ha pasado?, pues que el lechero ha llegado, con su gran cántara y un par de jarros de latón como medida, de litro y medio litro, repartiendo la leche fresca, sin pasteurizar y sin conservantes, directamente del ordeño al consumidor. Me dispongo, haciendo uso de la osadía que me caracteriza, a entrar seguidamente en una de las casas donde una señora está elaborando jabón, mezclando el aceite de oliva sobrante con la sosa caústica y poniéndola a hervir. ¡Cuidado!, me dice, no te acerques mucho que la sosa puede salpicarte y quemarte, mientras ella remueve con un palo hasta que toma consistencia y lo vuelca sobre un recipiente de barro. Así estará un par de días mientras se está endureciendo.

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