9 diciembre, 2024

Es cuestión de tiempo

Pregunta una madre a su hijo: ¿cuándo vas a madurar? Responde el adolescente, mañana mamá. Llega el mañana ¿qué pasó Ñaño, por qué no maduraste y eres un vividor no solo un bebedor? –pregunta el hermano mayor, después de muchos años-. Mi madre fue tan buena, que jamás me exigió lo que debía exigirme y a papá, casi nunca lo veíamos tan absorbido en el trabajo para tener las cosas que se deterioraron tan rápido, carros, celulares, computadoras, entre otras cosas que nos dieron –respondió el hermano menor.  ¡QUÉ DIFICIL ES MANEJAR LOS TIEMPOS!
¡Cuán necesario es aprovechar las oportunidades de la vida! Tuvimos buena educación, buenos amigos, buen barrio, pero el habernos encerrados en nuestra propia manera de pensar hizo que perdiéramos la perspectiva de lo que el ser hombre o mujer conlleva: madurar en el amor, obedecer para luego mandarnos a nosotros mismo y saber crear y criar una familia, que nuestra sociedad sea mejor. ¡Si pudiera volver atrás!
Solo una cosa no existe nos enseñaba un viejo hombre de la Grecia del siglo V, antes de Cristo, ¨que nadie se baña dos veces en el mismo río¨. Lo que fue, ya no es, lo que será, aún no es. Lo que somos es lo que es, lo que vale, el aquí y ahora sin perder la perspectiva. AGE QUOD AGES, haz lo que haces.
Al contemplar la historia de la Higuera improductiva que nos narra Jesús en el evangelio de Lucas, conocida como la higuera estéril (Lc. 13: 6-9), nos invita a pensar en muchas cosas, sobre todo en el tiempo de Dios, en este caso representado en el agricultor que discute con el dueño de la viña, no es el viñador quien le da la otra oportunidad, pues el dueño ya le ha dado tres años (símbolo de plenitud, tres días, al tercer día), esperando que dé resultados. No lo hace. Y una higuera que no dé higos no tiene sentido, está ocupando un especio que otra higuera puede ocupar en el conjunto de la viña. Pero, ALGUIEN CREE en esa higuera que aún no da fruto, déjala un tiempo más, yo la podaré, le haré un surco y la abonaré. Y el dueño de la viña le dio un tiempo más. No sabemos qué pasó. Pero tuvo otra oportunidad.
Cuando se es papá, mamá. Cuando se es educador. Cuando se trabaja en tareas de evangelización, de arte y de cultura, entre otras misiones y oportunidades que la vida nos da, lo que más cuesta es manejar los tiempos. Muchos papás no quieren que sus hijos o hijas crezcan, no desean perder nunca su cariño o forma de ser. Otros los necesitan rápido para que lleven el negocio, que se formen bien y se hagan rápido gerentes, aprendan idiomas y demás parámetros de una vida exitosa en lo cuantitativo con desmedro de la calidad de vida, del cuidado del corazón.
Lo cierto es que los educadores son llamados a ser los maestros del tiempo no de una cátedra. Son como ese agricultor de la parábola de Lucas, cuidan y abonan el espíritu de sus alumnos para que ellos desarrollen su naturaleza y den los frutos a la que están llamados dar según sus talentos, conciencia y esfuerzo. No saben qué será de los chicos. Esperan que sean de lo mejor.  Para obtener buen fruto, el esfuerzo no basta, se requiere el cuidado y la atención, pero sobretodo la confianza en la misión de educar y desarrollar la naturaleza humana, que es en donde se juega la calidad de vida de la sociedad y del planeta, y no una mera fuente de producción o forma de vida. Educar es dar oportunidades. Evangelizar es contagiar la esperanza que Alguien tiene en nosotros, que nos confía y ama y nos da las oportunidades para ser mejores cada día. Siempre se puede cambiar, si me abro, no solo si me esfuerzo.

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