30 abril, 2024

Removiendo el fango

El periodismo  existe cuando hay algo necesario que contar, siempre y cuando eso que se cuenta sea verdadero.

Si lo que se dice es falso, puede que sea un chisme, pero no es periodismo.

El periodismo  contribuye al rápido desarrollo de las ideas y es  un instrumento de reforma social, de trascendencia social, explicada en  derechos como la cláusula de conciencia y el secreto profesional;  la independencia de los medios y la pluralidad informativa.

El periodismo existe porque tiene un fin: Informar, educar, orientar y entretener, lo que quiere decir: servir a la sociedad; dentro de este servicio social como norma básica está el cuidado de los derechos y deberes ciudadanos, por lo tanto el periodismo debe  denunciar los hechos y generar opinión y acción.  El periodismo tiene que hacer bulla, si se queda callado, será otra cosa, un renunciante yogui, una película muda, por ejemplo,  un mártir de la iglesia o lo que quieras, pero no será  periodismo. El  periodismo tiene que hablar, sino no existe. Dentro de cualquier proceso es lo único que no puede permanecer en silencio. Y quien lo manda a callar comete  un atropello, porque está imponiendo algo que resulta intolerable: la muerte  de una actividad fundamental en la vida de la sociedad. Está ocasionando  la muerte social.

El consenso es parte de la actividad periodística, corresponde a una vida en democracia; la investigación de los hechos y  la fiscalización de la administración pública es un compromiso de la prensa, si cumple sus funciones con independencia ideológica.  Se ha dicho que la prensa es “el perro guardián” del sistema democrático, ¡así es!  Confirmado con célebres hazañas como aquel trabajo de los periodistas de The Washington Post, que revelaron el caso Watergate y obligaron al presidente estadounidense Richard Nixon a dimitir en 1974.

Hay fallas en  el periodismo, estamos en un mundo confundido y en una época extraña,  porque no todos saben lo que hacen, así que habría que pedir perdón al público, sintiendo vergüenza ajena. Antes y ahora algunos medios de comunicación, obvian el imprescindible requisito de que el periodismo sea ejercido por periodistas, lo que resta credibilidad a la actividad.

Resultaría inaceptable para cualquier ser con una décima de inteligencia, entrar al quirófano para que le extirpe el apéndice un ingeniero mecánico, ni nadie iría a que le saque las muelas del juicio un publicista. Sin embargo hay medios que entregan sus programas informativos estelares a gente que no está preparada ni académica ni emocionalmente  para una actividad que amerita una tremenda responsabilidad, personal  y social.

Por otro lado está el “antiperiodismo” ejercido por los mismos periodistas. Aquí el tema que me ocupa, ¿cómo diferenciamos  la sátira de la injuria?

El periodismo tiene varios géneros, sus funciones pueden ser expresadas de distintas maneras, lo que sucede es que se lo enreda todo, porque los resultados salen de mentes enredadas fruto de sincretismos ideológicos, o porque se desea generar el enredo informativo de manera consciente sin ética ni moral.

Usar con una finalidad malvada los géneros periodísticos es de alguna manera,  actuar con violencia y generar violencia, lo que no es sinónimo de generar acción. La función del periodismo es denunciar y generar opinión y su posterior acción, la misma que puede ser completamente racional y pacífica.

Algunos medios usan la violencia como fórmula que para ellos resulta “entretenida”, mantienen así a su público cautivo. Puede ser que ignoren que se puede entretener con cultura y generar consciencia en lugar de mayor ignorancia. Informar puede ser entretenido y usar el humor resultaría un arte.

Con la sátira bien empleada, se expresa el lado divertido de la realidad, lo que dista de la injuria. Con la injuria se desacredita a las personas, lesionando su honor y dignidad. Es más, de la injuria a la difamación hay una línea frágil y de ésta a la calumnia solo dista lo imperceptible.

Con la sátira periodística se puede expresar la indignación, pero con un propósito sano. No se debería caer en la diatriba. La sátira puede ser tan fina, como la del Santo Padre diciendo: “me ha citado demasiado”. Bueno lo del Papa,  podría no ser sátira, solo buen uso del humor.

Con la sátira se puede ridiculizar, usar la ironía y manifestar los vicios, los abusos, las locuras y todo aquello que fastidie al bien público y a los ciudadanos; para que tenga un valor hay que ser satírico con inteligencia y con el fin de  lograr una mejora social. Lamentablemente lo que se hace es que  se suele censurar  generando rumores, falsedades que no aportan nada a la sociedad.

Hay quienes dicen que Pablo de Tarso usa la sátira en sus cartas publicadas en el Nuevo Testamento, podría resultar que 1 Corintios13,  se presuma satírico  en el  contexto actual, el que vivimos en el país, cuando el Presidente recibe al Papa, mensajero del Amor,  intentando fundirse en un católico  y conmovedor abrazo, mientras por otro lado se muestra  intolerante a las libertades básicas, como la de expresión, la de la prosperidad ajena e inclusive  a la del tipo de cocina que cualquier ama de casa debería tener la libertad de utilizar.  Pablo sería censurado  por semejante sátira, elaborada con  inteligencia por cierto: “…Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante;  no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido;  no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad;  todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta…”

Sátira, parodia, ironía o sarcasmo, o lo que sea. Hay que remover el fango y que del lodo surjan la coherencia y la conciencia, ya que sólo  por sus obras, los conoceréis.

 

 

 

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