5 mayo, 2024

¡Y Tú, ¿Qué eres?!

Ser lo que soy/ Sin miedo, sin escombros inútiles de duda/ Ser lo que soy/resuelto/ sin el complejo antiguo de la culpa/ Ser lo que soy sabiendo que me aceptas total en tu ternura. (C. Flores sj).

Los seres humanos nos preguntamos constantemente ¿quiénes somos? Necesitamos saber para descubrir nuestra verdadera identidad. Eso lleva toda una vida, la gran mayoría de las veces, mientras tantos peregrinamos, buscamos, vivimos, pero debemos vivir a plenitud, ese es el desafío, pero no lo hacemos, sufrimos por saber quiénes somos. Una cosa es segura, una pista para descubrirlo son nuestras acciones, nuestras obras que no definen quienes somos, sino lo que podemos ser. Y podemos ser santos o pecadores, grandes o pequeños, he ahí la maravilla de la libertad y de las posibilidades humanas. Cuenta C. Valles:

Un día el sabio Krishna le pide a un discípulo: “encuéntrame a un santo. Recorre toda la tierra y sus continentes, busca en rincones y cuevas; tómate todo el tiempo que haga falta, pero al final trae un verdadero santo a mi presencia.- El discípulo busca, tarda en volver y al final regresa solo. No lo encontré, le dice a Krishna. Vi a grandes ascetas, pero parecían cerrados en sí mismos, observé a quienes servían heroicamente al prójimo, pero percibí una sombra de vanidad en sus acciones; admiré oraciones encendidas, pero noté que el fervor no duraba en su firmeza. Ninguno me satisfizo del todo. Krishna cambia su mandato –búscame a un pecador y tráemelo. El discípulo va y regresa de nuevo solo. –No encontré a un verdadero pecador- Unos hacen el mal por debilidad, no por maldad; otros no sabían lo que hacían, y otros hacían el mal creyendo que hacían el bien- krishna concluye: Y tú, ¿qué eres?”.

Y Tú ¿qué eres? Respondamos sincera e inteligentemente. Tenemos toda una vida. El darnos cuenta, el despertar nuestra conciencia es un primer paso, pero jamás el juzgarnos ni el cerrar la búsqueda. No estamos llamados a la angustia ni a la tristeza, estamos llamados a la felicidad verdadera, aquella que se juega en las pequeñas cosas y momentos que refleja nuestra real grandeza y eternidad. Para un joven es normal decir, soy así, es correcto. Pero puedes ser mejor. Para un hombre o mujer adulto que ha fracasado en el amor, es normal culpabilizarse, pero no es la solución. La causa de nuestros males y sufrimiento está en nuestra manera de ver las cosas y en querer corregirlas a la fuerza, querer presentar otra imagen de nosotros. Es decir en no saber aceptarnos en lo que somos. Nuestros errores, fracasos no nos definen.

ACEPTATE Y VENDRA EL CAMBIO: eres gordo (a) acéptate. Eres demasiado ingenuo, enamoradizo, acéptate. No eres buen estudiante. No te angusties. No sabes manejar tus emociones, acéptate, pero aprende. Por autoaceptación, a) entendemos el reconocimiento responsable, ecuánime y sereno de aquellos rasgos que nos limitan y empobrecen, así como aquellas conductas inapropiadas y/o erróneas de la que somos autores, y b) la consciencia de nuestra dignidad innata como personas, que por muchos errores o maldades que perpetremos, nunca dejaremos de ser nada más y nada menos que seres falibles, capaces de cometer errores y aprender de ellos. (Bonnet: 1997). Autoaceptación quiere decir que la persona se acepta a sí misma plenamente sin condiciones, tanto si se comporta inteligente o correctamente, como si no, y tanto si los demás le conceden como si no le conceden su aprobación, respeto y amor (A. Ellis).

Por eso, lo mejor que podemos hacer cuando fracasamos en nuestros proyectos, en nuestras búsquedas, en el amor como en la vida profesional es saber aceptarnos, pero sabiendo que hay tanto de bueno en la peor persona, como tanto de malo en la mejor, por ello es absurdo condenar a alguien. La oración sincera abrirá horizontes: “Señor, concédeme la serenidad de aceptar lo que no puedo cambiar, la valentía de cambiar lo que puedo, y la sabiduría para distinguir lo que puedo de lo que no puedo” (Plegaria AA).

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