26 abril, 2024

Microcuentos II

Érase una vez una mañana nublada
Por donde irrumpió un agujero del cielo
Dejando entrar la luz preciada

Érase una vez un mar infinito
Que habitaba en unos ojos serenos
Buscaba una playa azul
Donde reposar sus sueños

Érase una vez una soledad compartida
Entre la palabra que habla
Y el silencio que escucha
Y en las pausas… la naturaleza vacía

Érase una vez la historia que nunca empezaba
Pero que siempre terminaba
Y después, puntos suspensivos…

Érase una vez una palabra maltratada
Por la insistencia de una boca callada
Y una voluntad envejecida

Érase una vez la primavera naciente
De una alegría recuperada
Por la mano de unos árboles verdes
Y unos ojos bien abiertos

Érase una vez un gélido frío
Que helaba el cuerpo
Y un abrasador calor
Que forjaba el espíritu

Érase una vez un ardiente deseo
Que anhelaba ser promesa
Y por embrollos del destino
Ahora sólo anhela ser olvido

Érase una vez la inevitable consecuencia
De una mañana silenciosa
Y una página en blanco.

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Las Parcas

He encontraba a Las Parcas, las tres oscuras hermanas llamadas Cloto, Láquesis y Agropos, dueñas de la vida humana. Cloto preside el nacimiento, Láquesis daba vueltas al huso de la rueca de Cloto, y Átropos corta el hilo o mejor dicho, corta el hilo de la vida a quien le da en gana. Así Cloto hila e impide, Láquesis devana y se impone, Átropos corta y subsiste.

Entre sus dedos poderosos se inicia y termina la vida humana. En está tranquila hora nona he pedido a las parcas dejen su arduo, infatigable y castigador trabajo para que vengan a mi casa a comer cangrejos, serpientes y reelecciones. Casa caliente, como la tetera en que hierven los brebajes la dueña del manto que cubre todos los destinos.

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“El Buda Kamakura estuvo alojado en un templo hasta que, un día, una gran tormenta echó abajo dicho templo. Desde entonces, la enorme estatua estuvo durante años expuesta al sol, a la lluvia, a los vientos y a las inclemencias del tiempo. Cuando un sacerdote comenzó a recaudar fondos para reconstruir el templo, la estatua se le apareció en sueños y le dijo: Aquel templo era una cárcel, no un hogar. Déjame seguir expuesto a las inclemencias de la vida, que ese es mi lugar”. (Tonny de Mello sj, Oración de la Rana, 1988).

En estos cuatro domingos de advientos, vamos por el segundo, queremos reflexionar sobre el sentido de nuestros actos religiosos, sobre el sentido de nuestra vida que es la razón de ser de nuestros actos, sobre la actitud de fondo que impulsan nuestros deseos, anhelos que adquieren una forma en la oración, la devoción, la espiritualidad que se vive o se debe vivir en estos tiempos.

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