1 mayo, 2024

Los pecados capitales

José Antonio Ochaita, de quien ya hablamos, tiene otras hermosas poesías que merecen recordarse.
Vamos ahora a recordar otra de ellas. Vamos a ver “Los siete pecados capitales”:

Los siete pecados capitales
Autor: Jose Antonio Ochaita

Lo mismo que un San Jerónimo,
hueso, pellejo y raigambre,
llorando estoy en tu puerta
mis pecados capitales.

Los siete no…, los catorce,
que a catorce cientos saben,
que cada uno de los siete
que en el catecismo se abren,
se hicieron siete y setenta,
y setecientos azares.
Solo por tí, por el gozo
pecador de aprisionarte.

Culpas de soberbia tuve,
y ahora gozo en confesarte;
Soberbia… tuve de ti,
si es pecado, que me manden
descalzo a Jerusalenes,
que por mucho que me manden,
la soberbia irá por dentro
de mis sienes clareándose.

Que a quien una vez te tuvo
en abandono de sangre,
poco castigo es que luego
lo fuercen a condenarse.

Y avaricia… ¿Quien pensó
que aquellos jardines reales…
las magnolias en el pecho
y tu saliva de dátil,
no tendrían un avariento
jardinero que los guarde…?

Si hasta para ser avaro,
¡Dios me sostenga el aguante!
avaro fui de la pena
que un día me regalaste,
y me clavé los tres clavos
desde la punta al remache.

De lujuria, no digamos,
que es cosa que ha de callarse,
que pregunten a la alcoba,
y a las sabanas de enlace
y a las veinte perinolas
que estaban almidonándose;
que ellas dirán lo que fui:
toro, palomo y arcángel
entre edredones de plumas
vencido y de abochornarse.

Ira tuve contenida;
ira de ti, ¡Dios me ampare!
ira de ti, de sentir…
tu entrega sin entregarte,
ira de saber que siendo,
tan valiente… soy cobarde,
y un día con Dios de espalda
y tu mentira en la tarde,
no te agarroté del cuello
y te estrangulé de balde,
y aquel pase y después gloria,
gloria de bandillo y carne.

Hasta gula profesé,
yo que soy sobrio de panes,
que medio sorbo yo bebo
de vino para hartarme,
¡Si aun doy bocados al aire
porque el manjar de tu cuerpo
golosamente me sabe!

Y envidia… que fui envidioso
de tu vida, de tu antes,
de cuando no estaba yo
pegado a tus palpitares,
y a aquel a quien me cogió
la delantera en tu carne,
le deseo sinapismos
de lumbre en los riñonales,
y si sus señas supiera…
provincia, ciudad y calle,
por la envidia que le tengo,
prendería su linaje
con tanta pólvora negra
que ni rastro le quedase.

¿Que me falta…? si hasta tuve
pereza para que no falte
el séptimo. Son setenta
en catecismo de amante
pereza de no moverme,
pereza de no dejarte,
pereza de que se hundieran,
casa, familia y caudales
solo por estar contigo,
pegado, lacre con lacre.

Siete pecados me cogen
del pelo a los calcañales.
Soberbia con avaricia,
lujuria con ira grande,
gula y envidia y pereza.
Y si no fueran bastante,
los siete parieron siete
con siete multiplicares.

Dile que venga a quien quieras
al escribano, al alcalde,
al sepulturero, a todos
los que quieran escucharme;
tengo dentro de las venas
los pecados capitales
y busco en mi contrición
algo que de ti me aparte,
que estoy pasando un infierno
donde cuando me achicharre,
mis cuatrocientos pecados
darán la lumbre a tu imagen.

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