2 mayo, 2024

Mis principios son mis fines

Pareciera que estoy diciendo un disparate y sin embargo es la forma como deberíamos proceder todos, si quisiéramos que el mundo fuera un sitio digno de ser habitado por seres pensantes.

Los principios deben ser nuestra forma de vida. Si siguiéramos esta simple regla, nos sería imposible manipular la verdad como pretendemos manipularla en general en nuestro accionar diario. Para pasar por ingeniosos o inteligentes, buscamos pensar con picardía y demostrar que podemos encontrar alternativas válidas a la verdad. Desafortunadamente la vida nos lleva luego a querer continuar con estos éxitos y empezamos a falsear la verdad para ponerla a nuestra conveniencia y creemos que continuamos obrando dentro de nuestros principios y que somos honestos, cuando estamos obrando en contra de las buenas normas y la moral. La moral en su esencia está genialmente descrita por nuestro prócer Don José Joaquín de Olmedo en su Alfabeto para un niño, cuando dice: “Moral, la sana moral consiste en amarse bien, en hacer a todos bien y en no hacer a nadie mal”.

Pongo como ejemplo de formas de falsear la verdad, esto: Cuando era adolescente encontré en la Biblia de los Profesores de Salamanca, en las Cartas de San Pablo, este texto: “Si una mujer tiene marido infiel y éste consiente en cohabitar con ella, no lo abandone; pues se santifica el marido infiel por la mujer.” y durante un tiempo bromeé sobre esta “verdad bíblica”. Claro está que, si leemos el texto en cualquier otra Biblia vemos que la palabra “infiel”, indica a una persona no cristiana, atea o de otra religión.

Cuando se llega a ocupar puestos públicos o cargos dignatarios, muchas veces el hombre, por vanidad propia o por los adulos que el cargo conlleva y por las personas que, para lucrar de la posición del amigo, le impiden a éste ver lo que está haciendo en forma errada, empieza a abusar del poder y llega a pensar, honestamente para él, que sólo lo que él piensa es correcto y juzga, equivocadamente, que el que piensa en forma diferente es su enemigo, un envidioso, o alguien que le tiene animadversión. El ser humano, en general, es sensible al adulo y una significativa mayoría perece ante él.

Cuando ocupo un cargo público, lo que realiza el Gobierno que dirijo, no es obra mía, es obra de todos los habitantes, los que votaron por mí y los que votaron en contra, por los que pagan sus impuestos, por los que consumen y por los que viven en el país, pues estos, al consumir, al pagar, están generando ingresos que ayudan a realizar las obras que el Gobierno que dirijo, realiza.

Endiosar a alguien o pretender endiosarse por ocupar un puesto público, poniendo que tal obra es de fulano, de tal agrupación política o de tal movimiento, no es más que vanidades fatuas que desdicen de esa persona y de esa agrupación. El hombre debe estar consciente de su realidad: Ningún puesto es eterno, ni el de los Reyes o Emperadores, pues todos moriremos tarde o temprano, y si bien es cierto que las personas que gozaron de nuestro apoyo nos recordarán, como algo grande, también es cierto que, los que pensaron que recibirían algo y no lo recibieron, o fueron estafados por las personas a las que confiamos la labor que los beneficiaría, nos odiarán y guardarán un resentimiento eterno a nuestra memoria. A todo Gobierno le conviene tener gente honesta y pensante, no alineada con ellos, que les sirva de campana sobre la persona que no cumple, y es su obligación exigir más al amigo que al enemigo, pues si mi amigo roba, roba dos veces: roba al Gobierno y roba a mi amistad, pues el daño que me hace es inmenso.

El fin que debo perseguir en mi vida, es ser recordado como alguien que pasó haciendo el bien, que obró de acuerdo a los principios morales y éticos y que pensó en las personas que lo eligieron (votando a favor y en contra de él), buscando el bien común, respetando el destino universal de los bienes y la propiedad privada bien habida, actuando con solidaridad, permitiendo la subsidiaridad equitativa y el desarrollo de los que están bajo sus órdenes y la participación de todos. La Doctrina Social de la Iglesia Católica, tiene claros sus cinco principios.

Un viejo refrán dice: Cuando naciste, tú llorabas y los demás reían; vive tu vida de modo que cuando mueras, todos lloren y tú sonrías. Esta es la única victoria definitiva del ser humano pensante.

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  1. Maestro! ud. escribe, nos hace pensar y nos afina el alma.
    Cuando leo sus artículos, al final sonrío y muevo mi cabeza en señal de aprobación

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