4 mayo, 2024

Los besos que yo te di

José Antonio Ochaita, conocido como el poeta de la Alcarria, poeta, escritor, rapsoda, nació en Jadraque, Guadalajara, España en 1905 y murió en Pastrana (Guadalajara) en 1973, mientras recitaba sus poemas en el atrio de la Colegiata. Cronista de la Ciudad de Guadalajara. Poeta de gran fuerza descriptiva, romántico. Estudió en Madrid en el Colegio de San Ildefonso y luego estudió Filosofía y letras en Salamanca, donde fue alumno de Don Miguel de Unamuno. Después continúa estudios en Galicia, donde conoce a Don Ramón María del Valle Inclán. Fue Profesor de gramática y redactor del “Faro de Vigo” en Santiago de Compostela.

Miembro de la Real Academia Gallega de las Buenas Letras, y de la de Sevilla. Conferenciante, ensayista, autor teatral, folklorista, y recitador brillante. Fue el principal precursor de la reconstrucción del Castillo del Cid. En teatro obtuvo muchos y justos éxitos con obras como «Cancela», «Doña Polisón», «La honrada», «María del Amor», «La macilenta», «La mala boda». Publicó libros de versos como «Turris Fortissima», «Desorden», «El Pomporé», «Ansí pintaba don Diego», «Poetización de Jaén». Muy conocidas son algunas poesías suyas como las tituladas «Los besos que yo te di», «Testamento de Amor», «Alcarria monda y lironda», «La fuente de la Alcachofa», «Poemas velazqueños», «Versos de Pastrana y su princesa», Romance del acabose, Los pecados capitales. Con Solano, Valerio, Rafael de León, Quintero y Quiroga fue autor de numerosas letras de famosísimas canciones. Descubridor de estrellas, como Manolo Escobar, Lolita Sevilla, Dolores Vargas, El Príncipe Gitano, Marisol Reyes, Marifé de Triana, Gracia Montes y Rocío Jurado.

Pongo a continuación su hermoso poema Los besos que yo te di.

Los besos que yo te di

José Antonio Ochaíta

Aunque entres en una alberca
de agua fría y arrayanes
que tenga disueltas dentro
estrellas, columnas y aire.
Aunque te frotes después,
amontonando tu sangre,
con hilos recién hilados
que crujan al desdoblarse.

Aunque en vez de agua prefieras
pez, para purificarte
y entres en una cisterna
de hiel, de brea y vinagre,
de esas que funden troqueles
porque se tragan metales.

Aunque con buriles nuevos
Acuñen nueva, tu imagen
y un sayón bartolomeo,
piel, a túrdigas te arranque.

Aunque nacieras de nuevo
en el vientre de tu madre,
y el Padre Santo, de Roma
de nuevo te acristianase,
¡los besos que yo te di,
no te los limpiara nadie!,
que vas reluciendo besos,
pregonando su linaje,
brillando y obscureciendo
como una luna en dos fases,
que nunca mata el creciente
porque no quiere el menguante.

La saliva de mis besos
no se te pegó a la carne,
si se te hubiera pegado,
arrancarla fuera fácil
y pisotearla luego
– cosa de buenos amantes –
Pero no fue pegadiza,
no fue postura de traje
que en una feria se compra
y en otra feria se añade
y cuando pasa se cambia,
conforme pasa el paisaje
en un primero de mayo
que no quiere sofocarse.

La saliva de mis besos
te cimentó la raigambre,
la respiraron tus huesos,
la comieron tus ijares,
te clareó las entrañas,
te hizo crecer y esponjarte,
como crecen y se esponjan
los chopos al agua fácil.

Lo canijo de tu vida
tuvo un apoyo de jaspe:
Mis besos! el hambre tuya
dejó de ser malas hambres
con mis besos! La ceniza
de tu horizonte sin cauce
tuvo su lumbre en mis besos.
Tu palabra sin engarce
tuvo gramática: besos!
que son más que besos frases
de un evangelio de sangre
con nuestras dos iniciales.

Ahora di: ¿que tienes tú,
que no lo hubieras tenido
unido a mis besos antes?
Eras cañamazo torpe,
hilacha que se deshace
y en mis labios tuve agujas
divinas para bordarte
de la camisa al pañuelo,
desde el tuétano a la carne.
Que tú eras humo dormido
que no acierta a despejarse
y yo te mostré un joyel
en ese fanal de besos
altos, tersos, tiernos, graves
y dentro de él reluciste
– tú que eras tristeza mate –
como reluce una hostia
que acaba de consagrarse,
que es pan y no es pan
porque su harina divina
se amasó de eternidades.

Anda, ¡quítate mis besos!,
date alquitrán y vinagre,
entra en un río de greda
o en una selva de sables,
busca otros besos que pongan
a los míos antifaces.
¿Que podrías conseguir?
si habrían de machacarte
y en el polvo de tus huesos
estarían mis señales.

El agua se irá burlada,
la lumbre quemará en balde,
se mellarán las navajas,
caerán las caretas fáciles,
te señalarán cien dedos
– la diana de los cobardes –
te gastarás en mentidos
esfuerzos por escaparte
y aún allí estarán mis besos
fundidos a tu raigambre.

Y hasta el día en que la tierra
con otra tierra te tape,
por encima del montón,
mis besos han de notarse:
vivos, aunque te hayas muerto,
nuevos, aunque tú los gastes,
calientes aunque te enfríes,
verdad, aunque los negaste,
para que Dios te conozca
por lo bizarro del traje
y sean los besos míos,
al cabo, los que te salven.

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7 comentarios

  1. Qué riqueza de vocabulario y que hermosos poema, aunque hiriente y vanidoso. Gracias José Fernando por este regalo, sabía que existía, pero no lo conocía en su totalidad.

  2. Sin duda alguna,magistral y apasionado poema, que manera de escribir, lo conocí por la versión de otro talentoso el Sr. Odin Dupeyron. quien lo actualizó debido al Lenguaje y no podía perderme el original.

    Que agasajo señores, en ambos casos es magistral y no menos. Fuertecito para dedicarlo o que te lo dediquen pero genial…gracias por compartir tal talento y pasión.

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