25 abril, 2024

«Carnavalazos» históricos

El más reciente, del martes 15 de febrero de 1972, un golpe de Estado que puso fin al quinto velasquismo y último periodo de Velasco Ibarra. Los entendidos aseguran que ese final se comenzó a gestar meses antes, a raíz de ciertos incidentes en el Colegio Militar, por un impasse’ con el ministro de Defensa, Jorge Acosta Velasco, sobrino del presidente, quien había perdido autoridad ante los oficiales de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas.

A raíz de esa fecha asumió el poder el general Guillermo Rodríguez Lara, en nombre de las instituciones armadas, que ofrecían al país transformaciones anheladas por décadas. Se autoproclaman como un Gobierno Nacionalista Revolucionario, con un elaborado programa, preparado por planificadores y tecnócratas tiempo atrás. Coincide el pronunciamiento con la terminación de la construcción del oleoducto que permitiría iniciar las exportaciones de crudos de petróleo del Oriente ecuatoriano, a partir de junio de 1972.

No es mi intención analizar el gobierno de Rodríguez Lara. Prefiero resaltar otro carnavalazo histórico, tal vez menos conocido, que más de siglo y medio antes, el 25 de diciembre de 1808, se planificó en la hacienda Chillo Compañía, de propiedad de Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre. La reunión se dio con la presencia de connotados personajes criollos de la entonces Audiencia de Quito.

Se reunieron Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Nicolás Peña Maldonado, Juan Salinas, José Riofrío y el anfitrión Juan Pío Montúfar, entre los principales. La mayoría habían sido alumnos y simpatizantes de Eugenio Espejo, mártir del movimiento precursor de la independencia del Ecuador, quien murió 13 años antes, enfermó de disentería, a consecuencia de un largo periodo de prisión.

Todos los próceres, entre ellos fueron amigos, compañeros de escuela, universidad, algunos hasta hermanos masones. Compartían ideales y sentimientos. José Joaquín de Olmedo y Vicente Rocafuerte fueron también alumnos de Espejo en Quito. Rocafuerte fue amigo cercano de muchos de ellos, le propuso incluso a Morales extender las sociedades secretas por Perú y Nueva Granada, con el fin de ganar adeptos y colaboradores influyentes en sus propósitos de libertad.

La reunión Navidad era una reunión social de familias amigas para celebrar la ocasión, pero servía de pretexto para disimular y planificar la rebelión. Los implicados fijaron como fecha el 12 de febrero de 1809, para aprovechar las distracciones de esa festividad de carnaval. Su intención era poner fin al gobierno colonial y a la Presidencia del conde Ruiz de Castilla, de la Audiencia de Quito. El golpe no alcanzó a darse, fue develado; los conspiradores perseguidos y encarcelados.

El golpe de Estado finalmente ocurrió con retraso, seis meses después, el 10 de Agosto de 1809. Los autores de esa rebelión fueron masacrados en su prisión, un año más tarde, el 2 de Agosto de 1810. Quienes quieren soslayar la transcendencia de los movimientos libertarios de Quito desconocen la historia y no reconocen que esos sentimientos afloraban por igual en toda América por la Ilustración y las revoluciones francesa y norteamericana, de pocos años atrás.

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