26 abril, 2024

¿Ser un pelele?… o … ¡Ser un hombre!

Allá en las fiestas pueblerinas de la vieja España, la gente se divertía con diversos juegos, de los que luego han derivado costumbres que aún hoy se siguen realizando.

¿Qué es un pelele? El pelele es un muñeco de aguado de trapo, que se lo usaba para muchos juegos, por ejemplo, para mantearlo (arrojarlo hacia arriba con una sábana, recibirlo y volverlo a enviar a los aires) y muchas otras cosas más. Actualmente vemos como, al entrenador de un equipo ganador, lo mantean con júbilo por haber ganado un campeonato.

Como el pelele es un muñeco de trapo, sin vida ni movimiento propio, el vulgo empezó a llamar pelele a la persona sin voluntad, a la que se deja gobernar por el qué dirán, que hace las cosas porque se les dice que las haga, al que se deja picar y los demás logran que haga lo que ellos quieran.

Y bien, ¿a quién llamamos pelele? Se llama pelele al ser abúlico (sin voluntad propia), que sigue los pasos de la manada, que fuma, bebe o se droga porque los demás del grupo lo hacen y no quiere desentonar con el ambiente en el que vive. Al que no le importan los riesgos para su salud, para su alma, para su hombría de bien, con tal de ser bien aceptado por el grupo con el que anda.

Veamos al otro lado: ¿Qué es SER UN HOMBRE? ¡Esto es mucho más complicado! Ser un hombre no es solamente saber decir ¡NÓ! Ser un hombre es tener los pies bien puestos en la tierra, es pensar, es razonar y hacer las cosas, no porque me viene en gana, o porque los demás lo hacen, ¡es usar el intelecto y decidir qué es lo que DEBO hacer! Mi abuelo Benjamín repetía siempre: “No hay que hacer lo que se quiere, sino lo que conviene”. Hacer lo que hace el grupo es fácil, imitar lo malo, es más fácil todavía, lo difícil, lo que demuestra la hombría de bien, es respetar las reglas de la moralidad, ¡Cumplir con lo prometido a Dios al darte la vida, al mandarte al mundo! ¡Dios no nos puso aquí para nuestro libertinaje, sino para cumplir una labor específica: ¡SERVIR! Y debemos dominar nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Dios nos dio voluntad y nuestra obligación moral con Dios, ¡es cumplir sus designios!

Es muy fácil dejarse llevar por las pasiones, por los vicios, por lo que está al alcance de la mano, y mucho más si los demás hacen lo mismo. Si analizamos bien, nos daremos cuenta de la trampa que nos pone el mundo. Todo lo material no es nuestro: ¡acumulamos basura! ¡Y esa basura se queda aquí! ¡Nada de eso te llevarás!

Llena de sinsabor ver hombres, amigos, conocidos, hijos de excelentes hogares que se dejan embaucar, por lo fácil, pensando: ¡No ha de ser tan malo! ¡Vale la pena probar! ¡Total!, luego lo dejo y aquí no ha pasado nada!… y después viene el martirio, porque no fue fácil dejarlo y luego… ya en el fango, un muchacho brillante ¡termina convirtiéndose en un pelele!

Tenemos muchos amigos y muy queridos que han comenzado por lo mínimo y luego poco a poco, han pasado de lo ligeramente gris al negro retinto, y terminan perdidos en el maremágnum de la droga y de su aliada y compañera: “LA INMORALIDAD”.

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