26 abril, 2024

Honestidad

Lo que ha ocurrido con el caso Odebrecht, la destapada de la olla de podredumbre mundial, debe advertirnos sobre lo que está ocurriendo en el mundo en general y en el mundo chiquito de cada país, de cada provincia, de cada ciudad, de cada empresa, de cada hogar.

¿Cuál es el problema? Básicamente, el problema es que vamos aceptando poco a poco, y cada vez más, pequeñas incorrecciones, primero muy leves e inocentes, y luego, poco a poco, otras, ya sea por amistad, compadrazgo, parentesco, u otras causas, luego vienen ciertos compromisos, ya sea por pena o por ayudar a alguien que está en necesidad, y cuando nos damos cuenta, ya estamos en el lado obscuro. Esto es lo que ocurre con la gente que dice que conserva su integridad, es decir que no se doblega ante lo inmoral, la que no recibe coimas.

Recuerdo a un buen amigo, que ya falleció, sencillo, bueno de corazón y alma, que fue electo como Alcalde de una Ciudad y me dijo que estaba feliz, porque con ese nombramiento iba a poder ayudar a varios amigos que estaban en desgracia y aparte, iba a mejorar económicamente. Le advertí que consideraba peligroso que piense en esa forma, porque era su obligación, resguardar los bienes de la Ciudad a la cual iba a gobernar y me dijo que él iba a actuar en forma completamente honesta, que sólo con el 10% de comisión por cada obra, que en esa época era lo habitual, según él, ya tendría lo suficiente.

Es decir, que si yo fuera un contratista y debo hacer un trabajo para ese Municipio, cuyo costo debería ser de cincuenta mil dólares, para no perder, debo pedir para esa obra cincuenta y cinco mil, para poder dar ese 10% de comisión y tener mi ganancia legal.

Le pregunté que si esa obra se hiciera para su casa, estuviera de acuerdo en pagar el 10% más a alguien para que se haga y me dijo que eso era diferente, porque eso era para un trabajo particular.

Viendo como los diferentes grupos políticos se pelean e insultan y se sacan los cueros al sol, para ganar la contienda, me pregunto si no será que esa práctica de las comisiones se habrá extendido y por eso es que todo el mundo quiere meterse en política.

¿A donde se ha ido la integridad en el mundo? ¿Es ahora un vicio y no una virtud la honestidad? ¿Han cambiado tanto los conceptos que, lo que para nuestros padres fue una norma de vida, ahora es una forma absurda de vida? ¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Ya la gente honrada desapareció?

¡Creo que debemos reflexionar! El mundo tiene que caminar para atrás cien años. ¡Debemos volver al tiempo en que los valores y no el metal es lo valorable! Nos hemos dejado arrastrar por un mundo de consumismo y de valoración falsa del ser humano. Como dice Rafael de León en su poesía “Profecía”: “Después la vida se impone: Tanto tienes, tanto vales”. El valor de un hombre no está en lo que posee. ¡Está en lo que él es!

¡Rescatemos el valor del hombre! ¡Demos valor a lo que tiene valor!

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A propósito del carnaval, dice el diccionario en una de sus acepciones que es también una reunión “muy alegre y ruidosa”, tal como lo fue el voto electrónico en la provincia del Azuay. Hace un par de semanas escribí un artículo titulado “Voto electrónico”, en el que manifestaba que las cartas respecto a este novel sistema estaban echadas y que muchos estaríamos atentos a determinar si el famoso voto electrónico logró su cometido o fracasó en el intento.

Una vez culminados los comicios es una obligación moral referirme a ese significativo proceso: fue un éxito, por la seguridad en el procesamiento de las actas de escrutinio y la rapidez con la que se entregaron resultados a la ciudadanía; fue incluyente, porque garantizó la votación de personas con discapacidad; y, finalmente, fue intercultural porque por primera vez, en la noble provincia azuaya, los pueblos indígenas pudieron sufragar en idioma quichua.

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