26 abril, 2024

La hipocresía

Las noticias de escándalos sexuales dominan la prensa. De la hipocresía se deriva todo el escándalo que domina al mundo y que nos permite criticar en otro lo que uno hace a escondidas. El hombre, de naturaleza, es proclive al pecado, pero lucha y debe luchar por mantener las virtudes que son inherentes a su alma; por eso, el extraordinario poema atribuido a Juan de Dios Peza, Verdades amargas, dice en una de sus estrofas: “Existe la virtud, yo no lo niego, pero siempre en conjunto defectuoso: Hay rasgos de virtud en el malvado y hay rasgos de maldad en el virtuoso.”

Un viejo refrán indio dice: “No hables de tu vecino hasta haber caminado 3 días en sus sandalias”, lo que indica que nadie debe hablar de lo que hace otro porque no conoce sus motivaciones. Es indudable que hay patrones morales que respetar, pero no debemos olvidar el ejemplo que el mismo Jesús nos dejó al perdonar a la pecadora encontrada en adulterio, al decir que el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Es triste ver hacer escarnio público de una persona pillada en adulterio, sobre todo cuando los que más se escandalizan muchas veces han caído o viven en esa misma falta. Los falsos valores morales llevan muchas veces a las personas a hablar de otras simplemente por hablar y por tratar de aparentar ser lo que no son.

No es justificativo el que otros lo hagan, para que yo pueda hacerlo. Todos tenemos la misma obligación de respetar las bases morales y de la decencia. El justificativo puesto para hacerlo es siempre absurdo (ella se me ofreció, él se aprovechó de un momento de debilidad, etc.), porque es uno el que debe detenerlo y tener la valentía y la entereza de decir y decirse ¡NO! cuando debe hacerlo. El hombre o mujer inteligente que cayó antes, siempre tiene un hoy para cambiar y enderezar su rumbo.

La hipocresía da lugar a los falsos valores que rasgan sus vestiduras y crean un escándalo, por las faltas de otros en materias en las que ellos mismos fallan. Es preferible no armar escándalo de lo que se ve o se oye y cuidarse mucho de no seguir esos malos pasos. San Agustín sabiamente dijo: “En materia de sexo, la única victoria es la huída.” El respeto al hogar, no por la pareja o por el miedo a lo que ésta pueda hacer, sino por uno mismo, porque yo no me debo permitir hacerme ese daño, y si se quiere una excusa, por no hacer que mis hijos vean en mí un mal ejemplo, es lo que debe llevarnos a no fallar en ninguna circunstancia.

¡Domínate tú mismo y dominarás el mundo!, pero aparte del dominio interior, hay que evitar los ambientes o situaciones que nos puedan llevar a caer; no debemos olvidar que “el hombre es fuego y la mujer estopa, viene el diablo y sopla”. Volviendo al tema, la hipocresía es de gente pusilánime y cobarde, que no tiene valores bien asentados y que muchas veces aconseja al otro que se deje llevar por el rencor, el odio o la venganza en vez de aconsejar prudencia, perdón y templanza.

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Cierta vez, allá por el año 1999, mientras conducía mi vehículo en un Freeway del Estado de New Jersey, y en circunstancias que excedí en 15 millas el límite de velocidad permitido, por tratar de salir de dicha vía en busca de una estación de servicio para ir al baño, fui interceptado por un patrullero de caminos, quien me sonó estrepitosamente la sirena de su vehículo y me pidió que me estacione a un lado de la vía.

El tipo se bajó de su vehículo y me dijo que había excedido el límite de velocidad, me pidió que me baje de mi carro para que vea en su monitor al interior de su patrullero, unos inmensos números rojos que indicaban que supuestamente yo estaba conduciendo a 85 millas/hora, lo cual suponía que mi exceso de velocidad, en relación al límite de velocidad permitido, era de 30 millas/hora, lo cual obviamente comprometía mi licencia debido al castigo; no solo económico, sino en función de los puntos menos en contra en mi record, lo cual me convertía en un seguro candidato a que mi licencia de conducir me sea suspendida en cualquier momento.

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  1. Me da mucha satisfacción leer esto, por que en nuestra sociedad, presenciamos a diario el doble discurso y la falta de compasión para juzgar a los demás, aún sabiendo que en muchos casos somos tan o mas culpables de los pecados de los que acusamos a los otros, haciendo leña del árbol caído y olvidandonos de los principios cristianos.
    Felicito al autor por abordar este tema de manera tan frontal.

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