25 abril, 2024

La batalla final

Que el gobierno la tiene agarrada contra Guayaquil es algo que nadie ignora. Ni el propio Correa y sus conmilitones lo disimulan. Desde el primer momento ha sido Guayaquil que recibido disparo tras disparo. Los cañonazos han sido dirigidos principalmente, únicamentre casi, contra la Perla, cuyo brillo y excelencia han buscado ser opacados, aniquilados de ser posible.

Al comienzo se hizo blanco contra objetivos simbólicos: Diario El Telégrafo, por ejemplo, con la finalidad de atacar no sólo una tribuna independiente y una voz centenaria, sino el mérito de ser el diario vigente más antiguo del país, hasta convertirlo en una parodia. Así se ha ido avanzando, atacando todo lo propio, lo guayaquileño y guayasense per se, lo que nos otorga y nos permite autopercibirnos como lo que somos, desarticulando de manera sistemática no sólo nuestras instituciones, sino a nosotros mismos, nuestro terruño, nuestras conquistas y nuestro progreso, nuestra identidad. ¿Muestras? Los ataques a la Junta de Beneficencia, a la Junta Cívica, los recientes al Archivo Histórico, la amputación de la provincia, la promoción al vandalismo en la remoción del Fiscal antes y ahora en la instigación de afuereños importados con la promesa de reinstaurar la mugre y el caos del Guayaquil asolado por el bucaramismo, la vampirización de la Comisión de Tránsito, y para qué seguir más. Faltarían páginas para enumerar todos los ataques perpetrados por el correismo contra Guayaquil.

Se han buscado causales en todos lados, desde las variables psicopatológicas hasta la viveza criolla. Y sí, de todo eso hay un poco, pero no es lo determinante. Visto desde una ángulo, el asunto es sencillísimo, y tampoco es nuevo decirlo. Se trata de la confrontación de dos modelos: un modelo centralista, estatista, intolerante, que tiende a anular al individuo en la colectividad y que tiene sus antecedentes directos en el colectivismo aborigen, proyectádose al rígido sistema de clases feudalista-confesional. El autoritarismo y la autocracia es el producto natural de esta visión. Y por otro lado un modelo liberal en sentido clásico, que encuentra su inpiración en el individuo, sus derechos y sus aspiraciones. La búsqueda y el ejercicio de la libertad, en todos los aspectos y niveles es en este modelo, la nota característica. De ambos se derivan dos actitudes ante la vida, dos tipos de comportamiento básicos y dos concepciones diversas acerca de la sociedad. No es de extrañar, por lo tanto, que el primer modelo encuentre su prolongación natural en los esquemas socializantes y el segundo en una ancha autopista que comprende desde el liberalismo dieciochesco hasta el anarquismo libertario a lo Godwin o lo Max Stirner, pasando por el liberal radicalismo alfarista, y la sociedad amplia, abierta a todas las ideas y todas las empresas que Guayaquil durante 3 siglos forjó. El primero, como es natural, tiende a plasmarse en estructuras, leyes rígidas e instituciones pesadas y acorazadas como rinocerontes: la iglesia, el estado, las fuerzas armadas, generando una sociedad cerrada. El segundo modelo, siempre tiende a lo aéreo , a la iniciativa individual y a la acción que surge de la convicción antes que de la coerción; en consecuencia, el estado en este segundo modelo es visto como un mal necesario aunque inevitable, pero mal al fin y al cabo. Los valores que resultan de ambos esquemas son opuestos por añadidura. En el primero, el hombre es un peligro potencial, un oscuro delincuente virtual, al cual hay que vigilar y limitar. La visión libertaria del ser humano, en cambio es optimista, confía en las iniciativas como generadoras de bienestar y de riqueza, y ve al hombre como un ser con ilimitada capacidad de creación, reflexiòn y autolimitación.

De allí la gravedad de la confrontación en estos momentos. Estamos convencidos que hemos llegado al momento final de esa confrontación. Y como el determinismo histórico no guía nuestro pensamiento, no tengo ninguna certeza de cual de las dos fuerzas triunfe en este país, excepto por la capacidad que tengamos de convencer a nuestros compatriotas de que todo está en juego, y por la decisión que tengamos en enfrentar a las fuerzas tenebrosas.

Decía al comienzo que los ataques fueron dirigidos al comienzo contra objetivos simbólicos, por lo que estoy convencido que para los guayaquileños defender los simbolos en su pureza y significación intersubjetiva es territorio esencial de esta confrontación. Defender al eternamente atacado Municipio de Guayaquil y su Alcalde se impone, no solo por sus logros, sino porque desde la Aurora de 1820 es el simbolo más sólido y autogenerado. Por eso, los fascinerosos atacarán hasta la aniquilación a Nebot y al Municipio. Ellos saben que ese es el último bastión: político, cultural y simbólico. Ellos saben que las derrotas morales, espirituales y psicológicas preceden a las derrotas materiales. Pero por eso mismo y una vez más vuelvo a insitir en ello, hoy como en Octubre de 1820, como en Marzo de 1845, como en Junio de 1895, el destino de Ecuador depende de Guayaquil y de sus hijos.

¡Guayaquileños, preparémonos para la batalla final!

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No hay comentarios

  1. SI NI SIQUIERA COMIENZAN LAS PRIMERAS ESCARAMUZAS DE LA BATALLA PRELIMINAR Y YA QUIEREN DAR LA BATALLITA FINAL.

    UDS. SALDRÁN CORRIENDO CUANDO BAJEMOS A SAMBORONDÓN.

  2. Duela a quien le duela, el espiritu indomable Huancavilca se respira en el aire y contagia tanto a los hijos de este suelo como a los que deciden entregarle su corazon a esta Ciudad.
    Es hora de conjuntar fuerzas para vencer al Aquelarre de brujas que se ha formado y han acumulado poder gracias a nuestra omision. La careta se le cayo a Correa hace rato y cada vez somos mas los ciudadanos que hemos decidio decir Basta Ya! Queriamos un cambio para bien y no para ser el conejillo de indias de un comunismo trasnochado.

  3. Otra vez el tristemente célebre Juan Francisco Morales Suarez. ¿No se cansa usted de ser un abyecto? Dice que va a bajar a Samborondón; lo reto a que lo haga. Los cobardes como usted, cuando ven a un Guayaquileño, corren a esconderse en el más maloliente resquicio del interande. En el refrendum mi voto será NO.

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