10 mayo, 2025

Comentario

El derecho al buen nombre

Todo ser humano tiene derecho a que su nombre sea limpio y a que nadie pueda enlodarlo con una calumnia o una mentira. Como bien advierte Rubén Darío en su verso “La calumnia”: “Puede una gota de lodo sobre un diamante caer; puede también, de ese modo, su fulgor obscurecer. Pero aunque el diamante todo se encuentre de fango lleno, el valor que lo hace bueno no perderá ni un instante, y ha de ser siempre diamante por más que lo manche el cieno.”

Hablar mal de otro es uno de los vicios más arraigados del ser humano. No hay vicio que dañe más el alma del ser humano que lo practica, que éste. La suspicacia, el creerse dueño de la verdad, hace que el hombre piense que es real el dicho: “Piensa mal y acertarás”. Es muy difícil que otorguemos el beneficio de la duda. Recuerdo una anécdota que leí hace un tiempo, de un chico que tenía su novia y un día, al ir a visitarla llevando la sortija de compromiso, para pedirle matrimonio, al llegar a la esquina, la vio en la puerta de su casa abrazando y besando a otro chico. Fue corriendo a su casa a escribir una carta grosera de rompimiento y al ir a entregársela, ella le contó feliz que su hermano acababa de regresar de la guerra y estaba en la Sala. No sabía luego, como romper esa carta.

Romper El Círculo Vicioso

Hoy en día no hay manera de evitar la Montana Rusa de emociones que los seres humanos pasamos a diario. Problemas en el trabajo, inconvenientes personales y por ende, tratar de mantener el balance entre estos dos mundos .

El stress siempre ha existido entre nosotros, pero definitivamente se agudiza por la cantidad de factores externos que agobian nuestro ambiente.

Según un estudio realizado por el departamento de psicología de la Universidad de Harvard, el stress mal manejado puede generar muchísimo daño (problemas físicos, psicológicos y hasta la muerte), sin embargo, una cantidad moderada del mismo puede ser beneficioso para el corazón. El hombre funciona como un filtro ante todo lo que sucede a su alrededor; puede aceptarlo y seguir para adelante o puede internalizarlo de tal manera que el stress siga creciendo dentro y termine por envenenarlo.

Economía, relaciones laborales y personales, los hijos, la familia, el trabajo, el trafico, la inseguridad, el entorno; todos estos detalles son el pan de cada día y en muchos casos, están empezando a manejar nuestra existencia.

SANTIAGO de Guayaquil. Una leyenda de amor

Muchos nos dicen “monos” (y creen que nos ofenden, cuando en realidad hasta nos hace gracia), otros se dicen a sí mismo “guayaquileño madera de Guerrero”, somos guayaquileños, ¡y eso es lo que importa!

Recordando algo de historia en este mes de Guayaquil en sus tradicionales fiestas julianas, los guayaquileños y guayaquileñas no debemos dejar pasar al olvido la leyenda que propicio el nombre de nuestra cálida ciudad.

Primero fue “Santiago”, y, es que los conquistadores españoles rendían así culto a su patrono, el apóstol Santiago. Llamando con ese nombre a la ciudad más grande de nuestro territorio. Lo que podemos decir, constituye para nosotros un gran honor. Luego, añadirían el nombre de “Guayaquil”.

Santiago, uno de los privilegiados “doce”, que iban y venían con Jesús, era hijo de Zebedeo y hermano de Juan, predicó el Evangelio hasta su muerte, cuando fue enviado a decapitar por el entonces rey de Judea, Herodes Agripa. Cuenta la tradición que al apóstol se le presentó la Virgen María en Zaragoza, la “Virgen del Pilar”, también patrona de los españoles.

Carta a Jaime

Jaime;

Soy un guayaquileño ya fatigado de tanto serlo. Más que cansado, soy un guayaquileño ya sin sueños. Cuarenta y cinco años radicado en este gran poblado y luchando con la pluma por y para soñar, porque si uno no sueña, prácticamente ha muerto. He sido activista combativo con la pluma y me entrometí en los quehaceres cívicos desde todos los ángulos posibles. Desde la Cámara de Comercio en 1.982 inicié una tarea cívica larga y sostenida. Logré como novato desesperado que se ubicaran 500 rústicos maceteros al cuidado de cada comerciante ubicado a lo largo de lo que en ese entonces se llamaba Boulevard 9 de Octubre. Abdalá llego a la alcaldía y los mandó a botar en alguna parte. Ya los jóvenes no se recuerdan, y de nada sirve traer a tiempo presente la cantidad de vicisitudes que anduvimos desde la Operación Guayaquil Protesta, que culminó políticamente con el desfile del yucazo, cuando te fotografiaron dando la señal del tubérculo a la caravana que la presidía Rodrigo Borja una vez que decidió por la fuerza pública tomarse la Avenida 9 de Octubre, un 9 de octubre. Me involucré en la Cámara de Industrias donde tuve la sensación de lo cívico se confunde con lo gremial, sin darse cuenta que el gremio vive y se desarrolla en una ciudad.

Un justo homenaje a mi querido Padre

Con sumo agrado fui partícipe de un pequeño, pero emotivo acto, en el cual a más de entregarle un acuerdo de reconocimiento de parte del señor Alcalde, a mi padre el doctor Piero Aycart V., se develizó en el Museo Julio Jaramillo, fotos del Conjunto “Los Bambinos”, quienes fueran durante las décadas del 50 y 60 del pasado siglo, íconos de cultura juvenil, en lo que a música se refiere.

Me contaban algunos historiadores del arte, que fueron “los Bambinos” quienes iniciaron la cultura de las agrupaciones juveniles musicales del Guayaquil de mediados del siglo XX, y también, quienes tuvieron la oportunidad de bailar con ellos, que el desarrollo de sus repertorios, fueron una exquisitez para sus oídos y que eran una incitación e invitación para un buen baile con la pareja que se quería conquistar.

Mis Primeras Líneas

Hace un par de semanas, sentado a la mesa con mi familia, mi suegro me ofrecía la oportunidad de llenar el espacio que mi padre había dejado en este medio. Para quienes no lo sepan, mi padre, el Capt. Eduardo J. Insua Márquez de la Plata falleció hace ya 3 años de leucemia.

Siendo muy franco, cada vez que mi viejo escribía, una gota de sudor rodaba por mi frente. El siempre fue una persona muy frontal, al punto de preocuparme lo que podía salir de su boca cuando se refería a temas que lo apasionaban.

El siempre quiso escribir una novela, es más, cuando se retiró de la aviación, su plan fue regresar al Ecuador para así concentrarse en cumplir su sueño; desgraciadamente, el día a día lo apasionaba aún más y no lo podía sacar de entre ceja y ceja y entonces todo lo que decía y escribía hacía alusión directa a lo que tenía en mente.

Como es solo normal y parte de la genética humana, ese nivel de pasión forma parte de mi sistema, y aunque compartimos gustos y preocupaciones distintas, cada vez que algo ronda mi cabeza, tengo que decirlo y expresarlo como una forma de filtrar mi interno.

¡Cómo educar a jóvenes en una sociedad en crisis!

La Dra. Angela Marulanda conocida conferencista en temas familiares estuvo visitando nuestro país en donde contagió a muchos padres y madres de familia que la escucharon de la importancia de recuperar su rol de ser padres y madres. Si hoy los chicos son muy distintos, viven en otro mundo, el rol de padre y madre no se pierde nunca, mientras estén bajo su tutela son los responsables de que esos jóvenes que crearon y criaron sean hombres y mujeres de bien.

¿Qué puedo hacer para sacarle el aburrimiento a mi hijo, que todos los días me dice que está aburrido, aburrido y aburrido? –Preguntaba una desorientada madre- A mí me pasó algo parecido dijo Marulanda, cuando mi hijo me decía que estaba aburrido en la casa, yo le decía: ¡estás aburrido!, Ven, coge un trapo y ayúdame a limpiar las ventanas. ¡Y se le pasó el aburrimiento! Otro día en una reunión de sus amigos y amigas, su hijo hizo un comentario sobre la mamá de Jenny, una amiga, quien de verdad estaba mucho mejor que la hija, decía el chico. Entonces, ¡chas, le dio una bofetada al hijo! Y le dijo, a las madres se las respeta. De noche conversando le pidió perdón al hijo por haberle abofeteado delante de sus amigos, no debí reaccionar así, lo siento. Dijo la mamá. Está bien mami, te entiendo, pero no tengo culpa que la mamá de Jenny se vista tan bien y con minifaldas tan altas. Y yo no me arrepiento de haberte corregido, si no de haberlo hecho delante de otros, pues no debes olvidar nunca que a las mujeres y a las madres se las respeta.

Por los Padres (I)

Theo

Los que tenemos la suerte de a los casi 70 años, conservar a nuestro padre, podemos manifestar la alegría de contar, no sólo con su sus consejos, con su cariño y con la alegría de estar a su lado, sino además la satisfacción de sentir como nuestra vida se siente completa, por los recuerdos de sus amigos, por la alegría de nuestros hijos y nietos (y algunos, incluso, bisnietos), y por los recuerdos vividos, por las historias ancestrales, por las anécdotas de los tiempos idos.

Quiero, en homenaje a ellos, a esos padres de hace ya algunas generaciones, poner aquí unos versos que pueden traer nostalgia y pueden hacernos recordar tanto los años de infancia, como la época de nuestros inicios en la dura tarea de educar a nuestros hijos (que, al menos hablando por mí, delegamos a la mujer que llenó nuestra vida y que gracias a ella, nuestros hijos son lo que son: hombres y mujeres de bien, hombres que miran al futuro, no con ojos de incertidumbre, sino con mirada de decisión. Quiera Dios que nuestros hijos puedan llenar sus vidas como la pudimos llenar nosotros, con amor, con fe, con coraje y decisión, con honestidad, con respeto a los demás, con la frente alta y limpia y sobre todo, con amor a Dios y humildad.

¡Día del Padre!

“Tiene también el padre un día…”

Decía así una propaganda de “boxers”, camisetas guayaberas y zapatos en hombres jóvenes con miradas y poses sexis, etc, etc.

¡Sí! ¡El padre tiene también su día en todos los días de la vida de sus hijos!

El también ama y sufre por ellos.

No sé, ¿por qué lo sacaron del esquema del amor y sacrificio?

Hablo del padre, que amando a su mujer, la compañera de su vida, sueña junto a ella tener un hijo, que cuando sale a la luz, como fruto de su unión, arrancando de cada uno de los dos la parte genética para su subsistencia; trae consigo para sus padres la ternura y alegría, que los transforma en hacedores de su destino hasta el sacrificio.

El joven universitario

Iba a cumplir diez años de vida, cuando mi papá, mi mamá, mi hermana Manena y yo nos cambiamos a vivir “solos”, (dejando la casa de los abuelos), en un departamento ubicado en el segundo piso del edificio Barcia- Fernández, en las calles Rumichaca y Alcedo, Guayaquil.

Entre los vecinos de aquel nuevo lugar, estaba un joven que acababa de ingresar a la universidad. No recuerdo o no sé si en algún momento me enteré qué estudiaba el joven, lo que sí supe yo y supimos todos, es que por su situación de universitario, él tenía algunos impases con su mamá…

Aquel departamento al que fuimos a vivir mi familia y yo, tenía en cada habitación una ventana que daba a una claraboya, por dicha claraboya no solo circulaba el aire y entraba la luz, también circulaban las palabras dichas por los demás ocupantes del edificio. Permitían tales claraboyas que todos estemos al tanto de lo que ocurría en cada departamento, en una época en que no había internet, por lo que nadie tenía Facebook ni twitter. No era necesario hacer “re-twitt” ni dar “like”; bastaba con estar o no de acuerdo con lo que le sucedía al vecino y poner caritas, triste, feliz o enojada, al momento de encontrarnos en el ascensor.

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