10 octubre, 2024

El cuarto mandamiento

«Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12).

«Vivía sujeto a ellos» (Lc 2, 51).

Siempre doy gracias a Dios por mis padres, se que no han sido perfectos, pero son para mi, los mejores, ya que ellos me dieron la vida, cuiadaron de mi. Mi papá hasta hoy lo hace, y me dieron su amor, me dieron todo lo mejor que me pudieron dar. No tengo nada que reprochar. Eso lo he entendido a medida que ha pasado el tiempo; sobre todo cuando perdí a  mi mamá. Ella murió y mi mundo se quedó desamparado y fue ahí cuando comprendí lo importante, valiosa e irremplazable que mi mamá es en mi vida. Inclusive en la vida de mis hijos.

Mis padres cometiron errores, el  hogar de mis padres no fue un oasis de felicidad, pero hoy, cuando miro atrás, añoro esos días de estar en casa con mis padres. Esas noches cuando mi mayor alegría era escuchar los pasos de mi mami llegando a la casa, el sonido de sus llaves al abrir la puerta…o a mi papi, que desde lejos venía silbando y mi corazón se alegraba tanto al sentir que se acercaba.

Extraño las reuniones famliares, la presecia de los primos, los tíos, los abuelos; estar juntas mis hermanas y yo.

La verdad, aunque como dije, el hogar de mis padres no fue idílico, había desacuerdos, gritos y peleas, pero era nuestro hogar y extraño que no exista ya, no tener ese lugar cálido y seguro  a donde ir en busca de apoyo, cariño  y  consuelo.

En la actualidad, noto con asombro que los hijos  poco valoran el hogar de sus padres, no todos, claramente, hablo de manera general. Exigen cosas a los padres y agradecen poco. Con la exitencia del WhatsApp, algunos son puros mensajes,  ya ni los llaman, ni los visitan. No les comunican las cosas básicas de sus decisiones, los ignoran o le dan poca importancia a un buen consejo o una sugerencia de sus padres, ni la piden ni la desean.  

En todas las épocas han existido hijos “mal educados”, es terrible  que un hijo le falte al respeto a su padre o a su madre, gritandole, increpandolo, algunos hasta violentandolos físicamente.

Es muy doloroso. También lo es, cuando estos hijos permiten y dejan pasar por alto, el que teceras personas le falten el respeto  a sus padres, y en ocasiones a padres, que les han dado todo y más en la vida. Es insólito pero es real.

Nos preocupamos de lo mal que está la sociedad, de los actos vandálicos y delincuenciales, pienso que deberíamos comenzar por lo primero, que es el respeto al hogar de donde vinimos y a los seres que nos dieron la vida y la oportunidad de ser quien somos.

Honrar padre y madre es lo opuesto a despreciarlos.  

Desde mi experiencia ser buen hijo es algo que se logra cada día, partiendo del respeto y de  la gratitud. Los padres pueden o no ser “los padres perfectos”, de hecho, no hay un ser humano que sea perfecto, ya que todos tenemos defectos (que obviamente se pueden corregir) y cometemos errores (que viendolos objetivamente nos sirven para enmendar el camino y no vover a comenterlos).

Hay una época en la vida de las personas, la adolescencia, en que las personas nos volvemos rebeldes, y creemos que nuestros deseos y nuestra voluntad son lo más importante y no queremos seguir consejos de nusestros padres, menos obedecerlos. Seguimos al mundo y a sus corrientes, sin sospechar que más de una vez, nos llevaran a un despeñadero. Porque al mundo, no le importamos, a nuestros padres, sí. 

A los padres hay que honrarlos con la vida misma, y no porque ellos lo necesiten, sino porque ser buenos hijos nos hará sentirnos bien y alejará los cargos de conciencia posterioes, cuando los padres ya no están y nos damos cuenta cuanto bien pudimos haber hecho y no lo hicimos. Cuanto bien que ellos merecían de nosotros y lo negamos. 

Invito a una reflexión sobre como es la relación con nuestros padres, ¿somos realmente agradecidos? , ¿les demostramos nuestro amor y respeto? 

Dios nos manda a honrrar a nuestros padres, que es lo opuesto a despreciar o permitir que los desprecien. Y no solo a los padres, con ellos, también a los abuelos  y antepasados. 

En mi caso, no he sido la mejor hija, tampoco la peor, se que siempre se puede mejorar. Con mi comentario quisiera   incentivar a otros a que si lo sean; los mejores hijos. Uno no puede volver el tiempo atrás, pero al menos se pueden compartir las historias para motivar a otros a seguit¡r un camino mas amable con los suyos y por consiguiente consigo mismo y con  toda la sociedad. 

 

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