3 mayo, 2024

Insomnio

Que intensas que fueron nuestras conversaciones,
cuando solíamos subir a la terraza de la casa de tu abuela Alba y fumar un puro.
Pienso en las horas que compartimos
y cómo nuestros cuerpos se desvanecían empachados de tantos besos.
Todo eso quedo en la nada.
Me pregunto,
¿a dónde va todo eso que existió?
Cada tanto,
me consuela
pensarte
antes de dormirme.
Y volver a sentir esa felicidad plena que viví con vos ese verano del 2012.
Espero no volver a verte más,
Solo siento felicidad al recordarte
así estoy bien.
¿Se puede ser feliz sin los cuerpos?



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Las abandonadas

Julio Cesto, nacido en Pontevedra, España en 1879, polígrafo y escritor español, viajó joven a México, que convirtió en su segunda patria y donde murió en 1960. Autor de varias novelas en algunas de las cuales relata la revolución mexicana de principios del siglo XX. Entre sus obras destacan la tórtola del Ajusco (1914), la Ciudad de los Palacios, (1917), la sangre de España (1937), La casa de las buganvillas (1947), Mamacita linda (1948), Cómo ardían los muertos, (1955) y La emperatriz morena (1957). También fue autor de guiones de película.

Entre sus poesías destaca esta triste descripción de las mujeres engañadas y abandonadas luego, que vale la pena recordar:

José Joaquín de Olmedo

Olmedo nació el 20 de marzo de 1780. Hombre grande y magnánimo de una sensibilidad de alma que destaca por la pureza de sus sentimientos y por la rectitud de su vida. No hay palabras que alcancen a describir su grandeza. “A Dios Glorificador: Aquí yace el Dr. José Joaquín de Olmedo. Fue el Padre de la Patria. El ídolo del pueblo. Poseyó todos los talentos. Practicó todas las virtudes”, reza con toda razón y justicia su epitafio. El célebre cantor de Junín no fue sólo un eximio poeta, autor de quizás el más grande poema épico de la lengua castellana, que engrandeció al Libertador de cinco naciones. Fue un abogado extraordinario, representó brillantemente al Virreinato de Lima en las Cortes de Cádiz, donde con su famoso discurso sobre la supresión de las Mitas, logró que se aboliera esa Institución, y fue designado Secretario de la Corte de Cádiz hasta que fueron disueltas por Fernando VII, que lo persiguió. Fue además un político brillante, redactó la constitución de Guayaquil en 1820, reorganizó el ejército y colaboró con Sucre en el triunfo de Pichincha. Un Estadista de dimensiones gigantes, un hombre íntegro en toda la extensión de la palabra, amado por sus compatriotas por su generosidad, su defensa de la justicia y su entrega al bien de la Patria. ¿Pruebas? Olmedo es el ejemplo a seguir para cualquier persona que busque con desinterés y con deseo sincero, servir a la patria y a sus compatriotas con amor, y el bien y el progreso de la Patria. Cuando murió, en todas las ciudades del país se celebraron funerales en su honor. Tras la Independencia de Guayaquil, fue designado unánimemente Presidente. Fue luego el primer Vicepresidente del Ecuador, puesto al que renunció por su integridad y por discrepancias con el Presidente Flores. Fue Presidente de la Convención Nacional que redactó nuestra segunda Constitución, en época de Rocafuerte y fue parte del triunvirato que tomó el país tras el derrocamiento de Flores el 6 de marzo de 1845.

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