9 diciembre, 2024

Duelo en la cañada

Manuel Mur Oti, conocido como Manolo Mur Oti (Vigo, 25 de octubre de 1908 – Madrid, 5 de agosto de 2003) fue un director de cine, guionista, poeta y novelista español. Autor de esta poesía, que luego la llevó al cine.

Vale la pena leer esta hermosa poesía:

DUELO EN LA CAÑADA
Manuel Mur Otti

¿Que como fue, señora?
Como son las cosas cuando son del alma.
Él era muy hombre, ella era muy linda.
Yo la quería y ella me adoraba,
pero él, hecho sombra se me interponía
y todos los días bajo su ventana
manojos de rosas fragantes había
y rojos claveles y dalias de nácar.

Y cuando las sombras cubrían las cosas
y en el ancho cielo la luna brillaba,
de entre las palmeras surgía su canto
y como una flecha llehgaba a su casa.

Como la quería…
Cómo le cantaba sus ansias de amores
y como vibraba con él, su guitarra,
y yo, entre las palmas, con rabia le oía
y entre canto y canto, colgaba una lágrima.

Lágrimas de hombre, no crea otra cosa …
que los hombres lloran como las mujeres
porque tienen débil, como ellas, el alma.

No pude evitarlo… la envidia es muy negra
y la pena de amor es muy mala,
y cuando la sangre se enrabia en las venas,
no hay quien pueda, señora, calmarlas.

Una noche obscura -lo que hacen los celos-
le esperé allá abajo, junto a la cañada.
Retumbaba el trueno, llovía y el río
igual que mis venas, hinchado bajaba.

Al fin, a lo lejos le vi entre las sombras,
venía … venía cantando su loca esperanza.
En el cinto, colgaba el machete,
bajo el brazo, su alegre guitarra.
Llegó hasta mi lado, tranquilo, sereno,
me clavó en los ojos su fría mirada,
me dijo: ¿me esperas? Le dije: te espero ….
Y no nos cruzamos ya ni una palabra,
que era bravo el hombre, bravo como un toro
y los hombres machos pelean, no hablan.

Como la quería …
El machete me dijo su amor y sus ansias.
Brillaban sus ojos, roncaba su pecho
y entre golpe y golpe, ponía su alma.

No fue lucha de hombres,
fue … lucha de toros ….
¡esto bien lo sabe la vieja cañada!
Pero más que el amor y el ensueño
pudieron la envidia y la rabia,
y al fin … al fin mi machete
lo dejó tendido sobre su guitarra.

No se asuste, señora,
son … cosas pasadas.
Todavía en el suelo, me dijo, llorando:
¡Quiérela …. Que es buena ….
Quiérela, que es santa…
quiérela como yo la he querido,
que aunque muera, la llevo en el alma!

Y tuve celos. Señora,
tuve celos del que así me hablaba,
tuve celos de aquel que moría
y aún muriendo la amaba.
Y la sangre cegó mi pupila,
en la mano el machete temblome, con rabia
y lo hundí en su pecho,
con odio y con furia,
rasgué sus carnes, buscándole el alma,
porque en el alma se llevaba a mi hembra
y yo no quería que él se la llevara….

 

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×