10 mayo, 2024

Originalidades

Alguna vez escuché a un sacerdote decir que ningún pecado era original, refiriéndose -un poco en broma- a que cualquier pecado que uno haya cometido no era nuevo bajo el sol. Como católicos hemos estudiado sobre el pecado original y sus consecuencias, sin embargo, san Juan Pablo II, en sus enseñanzas sobre la Teología del Cuerpo, nos descubre o nos hace entender que al principio de la humanidad también existían otras causas originales de las que deberíamos estar conscientes.

Desnudez original: se refiere a la experiencia original de la desnudez sin vergüenza. Adán y Eva no estaban contaminados por el temor que significaba enseñar sus cuerpos, ya que no tenían concupiscencia en sus corazones. Antes del pecado el ser humano experimentaba un deseo de amar a imagen de Dios. San Agustín decía que el deseo más profundo del corazón humano es ver al otro y ser visto por el otro con una mirada de amor. Sólo la desnudez que hace «objeto» a la mujer para el hombre, o viceversa, es fuente de vergüenza.

Soledad original: Adán descubre su soledad poniéndole nombre a los animales y dándose cuenta que él era diferente, pero también reconoce en Eva a alguien igual a él en dignidad. “Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2, 23), exclama sorprendido. “Parece, pues, basándonos en todo el contexto, que esta soledad tiene dos significados: uno, que se deriva de la naturaleza misma del hombre, es decir, de su humanidad, y otro, que se deriva de la relación varón-mujer”, explica san Juan Pablo II.

Unidad original: se refiere a la auto donación de amor y comunión del hombre y la mujer antes del pecado. La unidad original de ser “una sola carne” dista mucho de la copulación de los animales. Miren a sus mascotas, ellos se aparean pero no entran en comunión. La revolución sexual nos reduce al nivel de los animales. En palabras de san Juan Pablo II esta unidad “se basa en la masculinidad y en la feminidad, casi como en dos «encarnaciones» diferentes, esto es, en dos modos de «ser cuerpo» del mismo ser humano, creado «a imagen de Dios»”.

De aquí podemos desprender otras “causas originales” como la alegría original de vivir en plena presencia de Dios, o la inocencia original en la que estaban acostumbrados nuestros corazones antes de conocer el pecado. La esencia del ser humano ha sido modificada por el error de nuestros primeros padres, pero a través de la encarnación de Jesucristo esa esencia es rescatada, por eso el pecado original no nos debería identificar. Nuestra marca de creación es el amor, porque fuimos creados por el único generador de amor que existe, Dios mismo.

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