26 abril, 2024

La verdad es agria

Era 2015 y Nebot aún poseía convocatoria de masas, tanto por su condición de líder, irónicamente de una pretendida derecha, como por la de alcalde con un presuntamente exitoso, aunque no auditable, modelo de gestión.

Correa, entonces políticamente alicaído, solo precisaba de una estocada final del otrora popular burgomaestre, frente a millares de porteños en la 9 de Octubre, para materializar su defenestramiento. Nebot tenía ese poder, pero solo fustigó con exquisito verbo de barricada al dictador y se limitó a encauzar la constitucional terminación de su mandato para una posterior rendición de cuentas. Fue la primera expresión pública de un vigente pacto por el cual Nebot probablemente no demandará un trato similar para Lasso, siendo igual poco factible que las administraciones socialcristianas sean fiscalizadas una vez fenecido su último mandato municipal en Guayaquil. De cualquier manera, su cuarto de hora de autoridad ideológica cumplió un ciclo en el que sus contubernios y componendas enterraron finalmente su aparente credibilidad en medio de una realidad: los capos políticos marginaron sistémicamente a los estadistas del radar electoral.

Una profunda crisis de valores atestigua, evidencias aparte, otra reflexión nacional: la gente decente rehúye a la política y los políticos no son gente decente. Así, mientras el país no cuente con un caudal de ciudadanos probos, capaces y dispuestos a participar en comicios, aquel anhelado futuro promisorio continuará políticamente supeditado a un expectante nuevo Yerovi.

Artículos relacionados

Cuidemos de Correa

Atravesamos un sendero político largo y oscuro, donde un personaje ha irrumpido en el escenario, sin ruta ni doctrina, sino simplemente gracias a la oportunidad histórica que le brindó el destino, y a un empuje sobrenatural de su personalidad compulsiva. Rafael Correa ha manejado un ensalada de conceptos y ha unificado un descontento con el sistema político tradicional que se desprestigio por pactos y componendas y un fracaso al interior de los propios partidos políticos que no supieron estructurarse para trascender históricamente, sino solamente coyunturalmente. El desprestigio de la clase política se generalizó en buena parte porque aquellos de buenas intenciones no lucharon por espacios, sino que optaron por una vida privada tranquila, en un país empantanado en sus diferencias sociales

En esas circunstancias se abrió paso una gran oportunidad para una ruptura con el pasado, que se disfrazó de revolución ciudadana, no porque Correa así lo haya así diseñado ni construido, sino que se montó sobre plataformas de intelectuales de la izquierda reaccionaria del pasado, pero no evolucionada y acordes con experiencias por ellos ya vividas.

1 comentario

  1. Dicen que las oportunidades no se presentan 2 veces. Jaime Nebot estuvo listo para ser presidente en la elección pasada, tenía el apoyo de la Costa y habría logrado el de la Sierra con una campaña puerta a puerta. Lasso tenía menos popularidad, pero no se atrevió a otra derrota. Y el que no arriesga no gana. Perdió Nebot y perdió el país, Gonzalo Antonio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×