25 abril, 2024

La educación para los jóvenes y adultos con escolaridad inconclusa

Estoy escribiendo este artículo a los pocos días (19 de septiembre) del asesinato de Edgar Escobar, de 43 años, padre de familia, docente universitario y agente fiscal desde hace 12 años.  Los ocho disparos que acabaron con su vida fueron descargados por dos sicarios quienes tienen 16 y 19 años.  Estos dos jóvenes que a tan temprana edad manchan sus manos de sangre, corrompen sus mentes y corazones con el crimen y el terror, son seguramente también parte de los cientos de miles de jóvenes y adultos marginados educacionales que no accedieron a la educación y, por tanto, a las herramientas, habilidades y valores indispensables para optar por otros caminos que no sean el homicidio, el delito y la tragedia de haber hundido sus vidas en la cultura de la muerte.

Pero, antes de adentrarnos directamente al tema conviene analizar la siguiente estadística:Fuente: Ministerio de Educación del Ecuador 

https://educacion.gob.ec/datos-abiertos/ 

El grueso de la población estudiantil ecuatoriana está comprendido en lo que se denomina “Educación General Básica” que corresponde a los primeros diez años de escolaridad.  Ya desde el periodo 2016-17 se venía observando un descenso del número de matriculados.  El mayor número de estudiantes que no se matricularon fue precisamente durante la pandemia, un poco más de 92 mil estudiantes.  Y, aunque según las autoridades educativas ha habido un pequeño incremento de estudiantes matriculados para el periodo lectivo 2022-23 de casi 30 mil estudiantes, la población estudiantil que se matricula anualmente es cada vez menor.  Si sumamos los estudiantes que no matriculados en los últimos 5 años llegamos a la espantosa cifra de 243,212 estudiantes.  Sospecho que muchos de los jóvenes quienes hoy protagonizan los actos violentos son los que abandonaron sus estudios, desaparecieron para algunos estamentos del Estado, se convirtieron en marginados sociales y también marginados de la educación.

Es por eso que urge, abordar la cuestión de la educación de los jóvenes y adultos, no solamente por que cada vez son más sino, porque a veces, se nos olvida que la reivindicación de una “escuela para todos” debe pasar por atender con calidad a los jóvenes y adultos que intentan iniciar, continuar o concluir la educación obligatoria.

Y aunque existen pocas respuestas desde la academia sobre las causas de la deserción escolar.  No es difícil inferir que, en la raíz de todas ellas, está la pobreza, la inequidad y la desatención educativa del Estado en la ruralidad y en las zonas urbano marginales.  Pero al mismo tiempo, me atrevo a pensar que en el caso de los jóvenes que abandonan la escuela, otra causa muy importante es la ineficiencia del sistema educativo formal.  

Es que, en mi experiencia docente con jóvenes con rezago escolar, cada vez es más difícil dar una respuesta convincente a la pregunta: ¿para qué sirve la escuela si no ayuda a resolver las necesidades vitales más urgentes y ofrece pocas -o ninguna- posibilidades de una transformación de las condiciones de vida de los jóvenes y adultos?

Si queremos transformar esta penosa realidad, hoy no podemos evadir nuestra responsabilidad.  Hay que convencernos que la educación de jóvenes y adultos no es solamente un reto para ellos, sino sobre todo una meta que como sociedad debemos alcanzar.  En concreto se hace necesario desarrollar o mejorar programas, planes, diseños curriculares para este grupo específico de personas que se caractericen, entre otros aspectos, por lo siguiente:

  1. Relevancia
    Los adultos y los jóvenes no aprenden como los niños.  Decirles que “esto algún día te va a servir” no tiene sentido.  Ellos aprenden para el hoy, para unas necesidades concretas: para acceder a un trabajo, para criar mejor a sus hijos, para mejor su calidad de vida… Por eso, si los contenidos no son relevantes, si no ayudan para cumplir sus objetivos, la escuela no les sirve para nada.
  1. Respeto
    El adulto tiene una experiencia de vida, un conocimiento previo de casi todos los temas de estudio.  Incluso, a veces, sus saberes superan al del maestro porque se han curtido en la calle o en los trabajos más arriesgados.  Respetarlos es iniciar el proceso educativo no con lo que “sabe el docente”, sino con lo que “ya sabe el alumno” como persona, con su historia y valores propios.  Respetarlos es acogerlos en un ambiente acogedor que invite a expresarse, participar y aprender.  Respetarlos es tener con ellos una relación sana, profesional, cercana y de calidad.  Respetarlos es considerar con mayor dedicación los diferentes ritmos de aprendizaje de cada uno. A veces habrá que repetir varias veces la explicación, otras habrá que mostrarles todo el camino a seguir, otras habrá que mostrarles el camino paso a paso.
  1. Aplicación
    Ellos cuando aprenden, quieren aplicar lo aprendido de forma casi inmediata.  Muchos quieren demostrarse a sí mismos que “yo puedo hacerlo”.  En este sentido los contenidos deben tener un alto grado de aplicabilidad en la vida cotidiana, porque no solo es un impulso motivador, sino la prueba más fehaciente de la retención de lo aprendido. La evaluación para ellos, más que recibir una calificación por repetir conceptos, será experimentar lo estudiado. Es clave vincular lo que va aprendiendo con el emprendimiento, proyectos de producción, del área técnica, artesanal, de salud, de ciudadanía y de lucha contra la pobreza.

Con vergüenza les expreso que, conocer que uno de los asesinos del fiscal Escobar lleva solo 16 años, que en lugar de estar empuñando un arma debió estar estudiando en primero o segundo año de bachillerato, es un hecho que nos interpela y nos hiere. Pero también, una dura advertencia para todos nosotros: No hay mayor crimen que el condenar a nuestro pueblo a la ignorancia.

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3 comentarios

  1. Si es muy cierto la prepotencia y la no empatía nos vuelve ciegos e ignorantes debemos tratar como queremos que nos traten a nosotros mismos esto es un dar y recibir y nuestro entorno se vuelve más armonioso con respeto seguridad y confianza

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