27 julio, 2024

“Lean mis labios: no nuevos impuestos”*

La riqueza se puede entender de muchas maneras, pero medirla con fines tributarios conlleva algunas aristas que no necesariamente hacen que un contribuyente con amplio patrimonio tenga la suficiente liquidez para satisfacer al erario. Que paguen más quienes más tienen suena políticamente correcto; entre aquellos que más poseen se encuentran los beneficiados de 14 años de prebendas estatales. ¿Acaso están en la primera línea de recaudaciones? ¿Alguna evidencia de que maximizaron la creación de empleos gracias a sus extraordinarios beneficios?

El mercado, doblemente golpeado por la crisis económica y la pandemia, espera señales que apunten hacia una reactivación que de ninguna manera se gestará por la vía impositiva. Si los impuestos resolvieran la insolvencia del Estado, bastaría con aumentarlos, pero aquello ahuyentaría la inversión y asfixiaría la economía. Sin crecimiento económico no existe fórmula alguna que cree empleos, genere consumo y recaude más ingresos para el fisco. Una economía pujante es reconocida por sus libertades transaccionales y el dinamismo de sus oportunidades (laissez fare). Este es el momento de la visión gubernamental del largo plazo; no plantearla significaría limitarnos a gradualistas políticas de inmediatez y remediación económica (subsidios).

Un país siempre será más solvente a través del movimiento de las fuerzas del mercado y producto de la velocidad del circulante derivado. Quien gana $1,000 o 2,000 mensuales no es rico, es apenas menos pobre que quien recibe un salario mínimo.

* “Read my Lips: No new taxes”. Expresión utilizada por George H.W. Bush en la Convención Nacional Republicana de 1988.

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Consultado muchos textos constitucionales y ratificando el criterio de ilegitimidad y novelero desacierto por la instauración de una Asamblea Nacional Constituyente de plenipotenciarios y antojadizos poderes, desde hace 8 meses, observamos además que careció de todo soporte constitucional la creación de la misma, pues a pesar de ser literalmente cierto que desde aquel entonces atravesábamos ya por un gobierno prepotente e intolerante, el cual se estrenó prácticamente como un gobierno dictatorial desde sus inicios, aquel membrete de “mentes lucidas y corazones ardientes y de una patria que ya es de todos”, se ratifica por los resultados, el fracaso de ese mal llamado proceso constituyente por el supuesto bien del país. No era aquello precisamente lo que el país; ávido de cambios, esperaba. No queremos ser clon de ningún otro país, lo que queremos además es una patria con identidad propia.

Como Diputado (en receso), y a pesar de no endosarme ninguna culpabilidad como parte de las barbaridades cometidas por el Congreso Nacional, fue este en definitiva a quien le correspondió siempre la responsabilidad histórica de reformar o crear una nueva constitución. Pero ya podemos notar que por desgracia, no todos remamos necesariamente en la misma dirección, y haciendo un breve análisis del tema, considero que este último congreso quedó vergonzosamente debiéndole al país una factura de infinita carga moral y política. Vaya usted a saber entonces cuales y cuantos intereses personales y partidistas estuvieron siempre de por medio para que suceda lo que hasta hoy se considera como la gran afrenta de una institución tan democrática y necesaria para el equilibrio constitucional del país, tal cual es el H. Congreso Nacional; y, que por mas que se la cambie de nombre, no procederá ningún tipo de cambio positivo, decente, sensible y honesto, si sus integrantes no renuevan el verdadero patriotismo y desinterés por servir a los mas necesitados. Esa, lamentablemente, es una verdad que duele…

1 comentario

  1. Total,ente de acuerdo enviarlos al Presidente que está en manos de cordes y los corifeos capitolinos sería bueno ya que se ha olvidado de sus principios libertarios

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