Los acelerados cambios en todos los campos, gracias a las nuevas tecnologías y otros procesos, nos mantienen en permanente conocimiento de todo lo que acontece en tiempo real, en nuestro entorno cercano y en el mundo.
Vivimos la dimensión planetaria y con ello los beneficios y males que traen las modas, los cambios y avances en todas las áreas, los más graves son las drogas, seguida del consumismo, la cultura del descarte, el hedonismo, la pérdida de valores, lo que nos está llevando a nuestra propia autodestrucción y la de nuestro planeta.
Se aprecia un incremento en el individualismo, la cultura de los egos, con instrumentos de las nuevas tecnologías: los selfies, Facebook, Twitter, YouTube y más. La mayoría de los jóvenes quieren y esperan ser protagonistas en su círculo de vida y relaciones y así proyectarse en su ciudad, su país y el mundo.
Lo grave y preocupante es que ese protagonismo, en muchos casos, buscan alcanzarlo con trivialidades, rarezas, excentricidades o por modas, en algunos casos hay creatividad, originalidad y conocimientos técnicos y habilidades, siendo estos últimos casos meritorios, pero lamentablemente son las excepciones.
Esto nos permite reflexionar en el sentido que algo en nuestros sistemas educativos, formativos y familiares está fallando. Hay pérdida de valores y disciplina y ese ego e individualismo, en muchos casos, se traduce en soledad, con muchos contactos en el ciberespacio, pero enormes vacíos en los espacios reales.
También el gran desafío de los avances del siglo XXI es el ciber crimen.
En esta sociedad hiper conectada electrónicamente todos formamos parte, unos actuando en positivo y otros en negativo. Nuestra información personal es en muchos casos accesible a nivel mundial y con ello somos vulnerables a ataques de hackers de todo tipo: cuentas, negocios, tarjeta de crédito y mucho más. Al igual que los individuos, las empresas, los bancos, las instituciones, las ciudades y países y sus gobiernos, todos somos vulnerables.
Así el ciber crimen, las drogas, el tráfico ilícito de personas, órganos, bienes, dinero, la piratería, la prostitución infantil, cuanto sea posible operar y coordinar, incluido el terrorismo, la represión y el control de los gobiernos arbitrarios y tiranos a sus ciudadanos, que son afectados por todas las nuevas tecnologías; que siendo muy beneficiosas también son muy peligrosas.
El negocio de los hackers es una actividad nueva y millonaria del siglo XXI y el protegerse contra ellos también.
Con este breve resumen es claro que el desafío del siglo XXI requiere de compromisos mundiales para combatir el ciber crimen, con legislaciones nacionales e internacionales para cubrir los vacíos legales y las acciones de la justicia. Reforma en la educación y la responsabilidad individual del uso adecuado de las nuevas tecnologías, que por ejemplo sancionen el “bullying”, acoso escolar, utilizando las nuevas tecnologías y todo tipo de acosos.
Leyes que eviten la violación al derecho de privacidad de los ciudadanos por parte de los gobiernos y otros actores.
El otro desafío personal es el de cómo superar ese sentimiento de exposición y vulnerabilidad ante hackers, gobiernos y otros en nuestro diario accionar.
Los acelerados cambios de siglo XXI requieren así mismo aceleradas respuestas y actualizaciones y así, para concluir, poniendo la situación en la ambivalencia de nuestro mundo, por cada cambio positivo tener la respuesta y acción, en lo posible, a lo negativo que traerá planificar oportunamente en los dos campos el positivo y el negativo, ese es el desafío del siglo XXI.