28 marzo, 2024

Ser Bachiller

SER BACHILLER es el título al programa del INEVAL (Instituto Nacional de Evaluación), que aplica el Gobierno de forma estandarizada a todos los chicos y chicas que terminan su secundaria y deberían pasar a la siguiente etapa formativa, la universidad, la profesión que deseen ejercer, entre otros.

SER BACHILLER invita a reflexionar sobre varias cosas: en cómo entregamos a los chicos a la siguiente etapa de la vida, en muchos casos a la sociedad misma, pues comienzan a trabajar. Esperamos de ellos y la sociedad también un mínimo de competencias básicas que debían haber desarrollado, es lo que la palabra bachiller me dice, la etapa formativa específica. Pero la palabra SER habla más de la persona y de la filosofía con que se forma a los chicos. SER BACHILLER por lo tanto debe evaluar más al tipo de personas que tratamos formar quienes estamos en esta misión de educar. El ser apunta a la totalidad, el bachiller a la particularidad de aprendizajes o conocimientos teóricos que los chicos deben dominar para saberlos aplicar.

Es importante hacer una evaluación de este tipo de evaluación (perdón la tautología, repetición). No me quejo de mis chicos, no salieron mal, dieron lo que pudieron, quisieron o lograron. PERO SI DE VERDAD HUBIERAN ESTUDIADO hubieran dado más. Me pregunto, qué mismo evalúan estas pruebas estandarizadas para todo el país, no importa la condición económica, social ni religiosa, sino el conocimiento por el conocimiento. Algo de bueno habrá, ¿medirá la pertinencia del currículo? ¿la seriedad de los colegios al completarlo o no?. Al ver cómo contestaban los chicos, me entran dudas. Unos jugaban a la suerte, al elegir una de las múltiples alternativas, otros hacían el análisis, incluso sacaban hojas en blanco para hacer un ensayo, otros con calculadoras para hacer ejercicios simples, en algunos casos. Por ello repito, me queda la duda ¿qué mismo queremos evaluar con este tipo de prueba?

¿No queda grande el nombre SER BACHILLER que busca o debería buscar cómo entregamos a los chicos a la sociedad? ¿si hemos forjado a la persona en toda sus dimensiones y no solo en la cognitiva? Quienes nos tomamos en serio esta tarea nunca deberíamos dejar de perder el norte y el sentido de nuestras acciones educativas; evaluar es valorar, saber si nuestros chicos saben valorar el conocimiento, aplicarlo y encontrarle sentido para seguir aprendiendo. Y una verdadera evaluación debe abarcar la persona en su totalidad para que sean conscientes, competentes, compasivos y comprometidos. No es una crítica, sino una reflexión la que hacemos, más allá de los problemas que hubo en algunos centros educativos, las ya acostumbradas fallas del sistema, colapso del mismo, falta del técnico o del representante del ministerio. El proceso fue exitoso, desde su aplicación en muchos centros. No está demás la autocrítica para ponderar bien lo que queremos medir con este tipo de pruebas estandarizadas.

“Por haberse graduado de bachiller con unas calificaciones excelentes, los padres le regalaron a su hija un sofisticado aparato. Durante varias horas, intentó en vano armarlo siguiendo las instrucciones del manual. Terminó por darse por vencida, dejó las piezas regadas por la sala, y se fue a visitar unas amigas.

Cuando regresó en la noche, encontró que la muchacha de servicio había armado el aparato y que funcionaba a la perfección. ¿Cómo lo has hecho? preguntó asombrada la joven bachiller. –Verá usted, señorita, a los que no sabemos leer ni tenemos estudios, nos toca usar la inteligencia”(Pérez Esclarín: 2013).

No se trata de saber, sino de saber utilizar lo que se sabe. De ahí la importancia de una educación que desarrolle la inteligencia, es decir la capacidad de leer por dentro (intus-legere), de convertir los conocimientos en propuestas, ideas, productos, soluciones. Ser inteligente implica la capacidad de aprender a desaprender, comprender y emprender.

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Palo Santo

Una de las tradiciones que se han perdido como resultado del olvido, son los baños con esencias naturales que antiguamente nos solíamos hacer para aromatizar el cuerpo, suavizarlo o simplemente porque se sentía rico. Eran baños con flores, frutas, especies, es decir de la variedad que la imaginación y el gusto nos otorgaba. Eran muy comunes pues resultaban baratos, cómodos y muy agradables.

Al prepararlos no se pensaba en la buena suerte o en algún sortilegio sino en lo rico que otorga la sensación de un cuerpo limpio recién bañado. Esta sana costumbre incluía la tarea de ahumar la casa con palo santo ya sea para espantar mosquitos, malas vibraciones o demonios imaginarios pero principalmente para auspiciar un ambiente limpio dentro del hogar. Era la práctica de los aromas naturales para crear ambientes de armonías, de equilibrio que animen nuestra calidad de vida y cultiven la paz, la tranquilidad. Recuerdo muy bien, la tarea de mi madre de ahumar la casa con palo santo, hojas de naranja y canela todo eso hirviendo sobre brasas de carbón encendido que al quemarse hacía brotar humo aromático, fragante que poco a poco inundaba la casa, las paredes, las esquinas, los huecos, protegía los tesoros y disolvía las sinrazones. Luego de la limpieza satisfacía tomarse una siesta hasta el día siguiente.

1 comentario

  1. Este artículo me parece EXCELENTE, dá a enter cuál es la verdadera función del aprendizaje logrado, más aún, pone en evidencia que nos es solamente ser muy estudioso, sino que se tienen que ser muy acucioso, me parece una muy buena parábola este ejemplo que pone.

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