25 abril, 2024

La venganza del cangrejo

Así como Don Burro ha sintetizado la percepción general , con gracia y creatividad
popular, que un conglomerado imposible de ignorar de ecuatorianos asume sobre el
listado de candidatos propuestos para legislarnos; el cangrejo sintetiza y representa
la esencia generalizada de los partidos políticos de nuestra patria.

Lo que tienen en común los partidos o movimientos políticos, al igual que el
crustáceo en mención, es su carácter bentónico, es decir, viven vagando en el fondo.
Sin embargo, su esencia bentónica, no es la única característica que asemeja a estos
extravagantes entes.

Adicionalmente, el cangrejo es un animal invertebrado, pues carece de columna
vertebral, rasgo que lo identifica a plenitud con los movimientos políticos
ecuatorianos; cuya estructura se asienta en una única cabeza, un par de tenazas
que utilizan para atacar y alimentarse, y varias patas adheridas a su endurecido
esqueleto, conocido como caparazón. Por su puesto, cada una de estas partes de la
estructura característica de los decápodos (diez patas) tienen funciones específicas,
y de acuerdo a la literatura que científicamente los clasifica, muchos de estos son
carroñeros. Es decir, son sujetos que consumen cadáveres de animales de los cuales
no han participado en su caza. Algo así como la falsificación de firmas de apoyo a
movimientos políticos, pactos de la regalada gana, cambios de camiseta, hombres
del maletín, y otras raras manifestaciones de cacería política pútrida.

A pesar de que sus patas tienen muchas articulaciones, su estructura, cual castigo
divino, los condena solamente a ejecutar movimientos laterales y hacia atrás,
exactamente igual a los avances y progreso logrado por esa poderosísima clase
de instituciones que el artículo 108 de la Constitución define como organismos
democráticos que deben garantizar la alternabilidad y la rendición de cuentas como
parte de su organización, estructura y funcionamiento.

A estas alturas de nuestra experiencia y realidad democrática, he renunciado a
pretender que las similitudes entre estos sean pura coincidencia. El cangrejo, es en
definitiva, la materialización de nuestra clase política partidista.

No es menos cierto que los ecuatorianos tenemos una profunda fascinación cultural
con los placeres culinarios que este crustáceo trae a nuestra mesa. Es así como la
venganza del cangrejo se hace efectiva en la arena política, donde son ellos quienes
asumiendo dimensiones gigantescas nos devoran, imponiéndonos a su antojo el
criterio de sus cabezas que atacan con las grandes tenazas que nuestra legislación
les confiere.

El bravío de los mandantes ecuatorianos se ha hecho presente en muchas ocasiones
en las calles para castigar a mandatarios que el pueblo ha percibido como traidores
a sus ofertas, pero carecemos de un proceso que realmente y en forma práctica
nos permita castigar a los partidos políticos y sus imposiciones electorales que nos
fastidian y hasta doblegan a posiciones de renegar la obligatoriedad de ejercer el
derecho a voto. Los políticos asumirán la fácil posición de sugerir que el castigo
se manifiesta no votando por aquellos que nos desagradan, pero la realidad
es que a muchísimo no convencen todos o muy pocos son los que convencen.

Lamentablemente, el sistema electoral actual y los sistemas electorales en general,
solamente cuenta los votos positivos por un candidato e ignora el número de
electores que consideraría que dicho candidato no tiene las condiciones para
ejercer como un representante idóneo de los intereses generales de la patria. En la
práctica, serían elegidos quienes tengan la mayor cantidad de votos resultado de la
simple matemática del voto positivo menos el voto negativo que ha recibido dicho
ciudadano.

Los partidos políticos reinan, son los únicos quienes aprueban las mismas leyes
que nos regulan, los que controlan el proceso electoral, los que se infiltran en todos
los poderes del estado, y los que nos imponen quienes son los idóneos para ejercer
todos esas funciones.

La venganza del cangrejo no solo debilita nuestra institucionalidad democrática,
nos arrastra a la división y continua confrontación en un escenario colmado de
traiciones, intereses partidistas, corrupción y olvido.

Es necesaria una nueva y profunda restructuración de nuestro sistema político que
nazca desde el sector civil, de las universidades, de los colegios profesionales, y de
todos aquellos sectores que coincidan en el concepto de que los partidos políticos
son una herramienta política para servir a los propósitos de progreso del país, no
del progreso económico y personal de sus afiliados y de sus eternos directivos.

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¿La fuerza de la razón o la razón de la fuerza? El caso UTEG.

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