28 marzo, 2024

De autonomía a provincialización

El domingo 23 de enero de 2000 la provincia del Guayas contra todo pronóstico dio a la patria una lección de civismo, orden político y apego al Estado de Derecho acudiendo masivamente al plebiscito que por el modelo de administración autonómica se celebró. Recordemos que mientras esto sucedía a orillas del manso Guayas, la república del Ecuador sufría un aparatoso cambio de mando de un triunvirato de advenedizos al ex presidente Noboa Bejarano. Todo en un par de horas.

Más de la cuarta parte de la población del país habita en Guayas, y esa cuarta parte en un 98 por ciento se sumó a la tesis abanderada por una agrupación de ciudadanos desconocidos que lo único que anhelaban era implementar una figura de administración de la cosa pública acorde al servicio eficaz a los ciudadanos. Lo que ha sucedido desde ese momento único e histórico en los anales ecuatorianos hasta ahora, obliga infranqueablemente repensar en serio eso de ser “guayaquileño madera de guerrero”.

La península de Santa Elena, histórico accidente geográfico y balneario estelar de la provincia del Guayas hoy ya no lo es más debido a un proceso político y legal de separación que resulta aun doloroso por sus aristas. La provincia ecuatoriana que antes ocupaba el escenario nacional con su discurso pro autonomía versus administración centralizada, hoy hace aguas por doquier como fragata vieja: Santa Elena es la nueva provincia 23 y el pujante cantón Milagro sigue la misma senda. ¿Motivos? Un mal manejo del tema por parte de quien por ley es el representante legal y oficial de la provincia: el Prefecto Provincial del Guayas, Nicolás Lapentti Carrión.

La desidia es, a mi manera de entender el mundo, el peor de los pecados capitales, pues mientras los otros consisten en acciones positivas ejecutadas para un fin (el de gula en comer en demasía; el de lujuria en desear por donde es prohibido; el de avaricia en amasar fortuna sin miramientos; etc.), el de la pereza consiste en simplemente no hacer, dejar pasar, “hacerse de la vista gorda”. Al caso de la provincialización aplica perfectamente calificar de desidiosa la casi nula actividad de nuestra prefectura en este caso. Con ir a sentarse en media sesión del Congreso Nacional a ver cómo votaban los legisladores, no se detenía la secesión. Se debió convocar a plebiscito provincial para entre guayasenses y no entre un lojano, un quiteño, y un imbabureño decidir cómo solucionar el problema desde dentro, en la misma península, y no fortificado en el edificio de Malecón e Illingworth, esquina en Guayaquil.

Llorar sobre los hechos ya consumados resulta inoficioso, por no decir torpe. Lo reconozco. Pero reconozcamos también que el caso Milagro con su provincialización nos avisa ya que se avecina otro retraimiento territorial y político; e increíble y gansamente no estamos haciendo nada los “madera de guerrero” para que nos vuelvan a apalear las ancas…

El plan del Gobierno Central es claro: recentralizarlo todo. Desarmar lo poco pero eficaz en algo del andamiaje descentralizado en el Ecuador, y restarle importancia y poder a la autonomía municipal y provincial. Reducir a Guayas política y territorialmente. Capitalizar en su favor los errores de “empresaurios” que creen que pagando menos sueldos aumentan la curva de rendimiento en sus negocios y es así que hacen automáticamente socialistas del s. XXI a sus empleados.

¿Tenemos un plan para contrarrestar este embate? ¿Existe alguna organización cívica en Guayas capaz de canalizar este torrente de rechazo al Gobierno Central en una estructurada oposición? No. No hay nada de esto. Solo resta aguantar el golpe.

A todo esto vale decir guayaquileño guerrero de madera, entonces…

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