En las cárceles de Latinoamérica…
Uno de los primeros comentarios periodísticos que publiqué hace algunos años, tenía que ver
con las condiciones de las cárceles aquí, en Ecuador. En la mente sólo tuve una imagen… Un
basurero social. Quienes estaban presos sufrían, por así decirlo, un sobajeo de cuerpos, en
ausencia de todo respeto humano. Niños incluso, mezclados entre mujeres y hombres. Las celdas,
con un par de camas y un hueco en el suelo que hacía las veces de servicio higiénico, agrupaban
4 o 5 residentes. Quien más quien menos pedía unos centavos para comer y reclamaban que
estaban “guardados”, ya muchos meses y sin sentencia. Algo inaudito. Fuera de todo criterio
para ser aceptado como realidad. Desde entonces acá, y eso hace un promedio de 50 años, todas
las autoridades municipales y todos los gobiernos centrales se han condolido frente al problema.
Y, por supuesto, han ofrecido, y con mucha energía, la necesidad de un cambio total, de acuerdo
al cumplimiento de los Derechos Humanos y Sociales… Pero una cosa es decir y otra, y muy
distinta, obrar, hacer, realizar. El cambio, de impacto, sin embargo, no ha pasado de pintar otro
nombre en sus paredes .