8 diciembre, 2024

La criminalización de los derechos

Sin derechos es imposible el cumplimiento de los deberes mediando la responsabilidad. Es que, además, los derechos responden a algo más allá de la supervivencia biológica de la especie. En tanto la aceptación consensuada de relaciones equitativas entre los integrantes de la sociedad. El respeto a la vida es, por eso, la fuente primaria de todos los derechos. Pero en la práctica del día a día, “respetar la vida” implica asumir, con dicho respeto, compromisos con los procesos de una existencia con calidad. ¿Cómo, sin embargo, podría suceder esto sin la vivencia de la libertad? Y libertad sinónimo de justicia! Es que tal cual expresa tan vehemente Jacques Maritain, “ la sociedad es un todo cuyas partes son, a su vez, todos, y es un organismo hecho de libertades, no de simples células vegetativas”.

En otras palabras, una sociedad integrada por humanos para que pueda ser aceptada como tal, conjuga una interacción continua de derechos individuales y colectivos, en un esfuerzo por establecer una solidaridad de aperturas y creatividades. Sin subyugaciones personales. Lo contrario exige resistencia. Obliga a decir no! Hasta aquí! Es el grito natural contra la autocracia, la prepotencia y el autoritarismo… Tenga el color que tenga. Para Camus semejante situación solicita, de facto, la rebelión. Es, con cierta precisión, un punto clave de advertencia hacia caminos inéditos. “Hay –explica el autor del Mito de Sísifo- en el seno de nuestras sociedades un crecimiento en el hombre de la noción de hombre y, por la práctica de esta misma libertad, la insatisfacción correspondiente. La libertad de hecho no ha aumentado proporcionalmente a la conciencia que el hombre ha adquirido de ella. De esta observación no se puede deducir sino esto: la rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos”. ¿O sea? No hay marcha atrás. Todo lo que conculque los derechos del hombre debe ser detenido. O por la negociación hacia el beneficio social. O por la rebelión que haga cumplir el derecho que reclama, mediante la aceptación de su derecho a rebelarse!

Ningún poder legislativo, ejecutivo o judicial tiene la opción de otorgarse para sí el designio de sacrificar ni un ápice de la vida de alguien, so pretexto de que sean cumplidos ciertos objetivos de sus intereses. Sobre toda ley, sobre toda Constitución está sobre todo la vida del humano. Reclamar por el derecho a una sanidad pública coherente con la realidad no es terrorismo. Reclamar por el derecho a tener una salud que no implique neonatos en cajas de cartón no es terrorismo. Reclamar por mantener un espacio ambiental libre de emanaciones y desechos tóxicos no es terrorismo. Reclamar por los ríos y lagos al margen de la basura ácida y mineral de las excavaciones del subsuelo no es terrorismo. Reclamar contra impuestos que perjudican el costo de una canasta familiar ya exigua en su estructura no es terrorismo. Reclamar por una justicia sin amarres ni componendas politiqueras no es terrorismo. Reclamar por un trabajo estable, que permita mantener una familia fuera del chulquero y del dolor de las enfermedades curables pero no atendidas, no es terrorismo. Reclamar por una seguridad social permanente que evite la violación sexual, la sicosis individual y colectiva por el riesgo del robo con posibilidades de muerte, no es terrorismo. Reclamar por el derecho a la libertad y ser libres para impugnar la corrupción pública, confrontar cualquier posición de cualquier funcionario sea quien sea, y no aceptar imposiciones gubernamentales sin previo conocimiento de causas, que puedan alterar la vida ciudadana, no es terrorismo… Criminalizar estos reclamos que defienden la vida misma, colectiva e individualmente, eso es terrorismo. Terrorismo de Estado que atenta contra todo principio básico de la armonía social, para la presencia de una vida en justicia, mediando la libertad.

Tal cual advierte Foucault “No hay poder sin que haya rechazo o rebelión en potencia”. Es que el reclamo, cualquiera sea su forma de expresarse, es la demanda a la racionalidad del poder siempre en camino del teje y maneje de la irracionalidad. Mejor dicho, implica un llamado de atención, mediando huelgas, paros, movilizaciones a la razón de ser del manejo de la cosa pública en el Estado, que pone en tela de juicio la legalidad y la legitimidad que, coyunturalmente, son su fundamento. Ya decía, Thomas Paine, con mucho acierto y en época muy temprana, en Los derechos del hombre: ningún hombre tiene dominio permanente sobre otro hombre. Por eso el criterio aun válido de Rousseau, en sociedades que precian su existencia por las relaciones equitativas y solidarias de sus integrantes, cuando aclara en El Contrato Social “Si, pues, el pueblo promete sencillamente obedecer, pierde por el hecho mismo su condición de tal y se disuelve; desde el instante mismo que tiene un dueño, desaparece el soberano y se disgrega el cuerpo político”. “No hay poder –insiste el ginebrino- que pueda obligar al ser que quiere a admitir o consentir en nada que sea contrario a su propio bien”.

Toda constitución sólo confirma con la palabra institucionalizada en beneficio de la sociedad a la que obedece, la libertad como derecho. Es la libertad, esencia del ser como individuo, la que ordena y crea una Constitución. No es la Constitución la que ordena o crea la libertad. Pero esta confirmación no es más que aceptar dicha libertad como algo inherente al ser humano. Consustancial a su propia naturaleza. Nace con él y con él muere. La libertad de expresión, efecto prioritario de esta fuente, define la realización de esta vivencia. Resistir a leyes, reglamentaciones, mandatos, disposiciones que atentan, de cualquier manera a la salud física, moral, intelectual del humano es práctica vital de la libertad de expresión. Sin libertad de expresión no es posible ni la solidaridad social, ni la participación ciudadana ni la expansión y peor la profundización de la democracia! Toda criminalización de los derechos es un pretexto para encadenar la justicia y amordazar la libertad. Implica, eso sí, en su ilegitimidad, el inicio de la resistencia social y el camino de la rebelión colectiva!.

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