26 abril, 2024

La ley del embudo

La ilusión y la esperanza que creó en los ecuatorianos el nuevo gobierno, ha terminado siendo frustración, al conocer el paquete de medidas económicas. ¡Qué barbaridad! La misma receta de siempre con nuevos adornos. Esperábamos decisión y encontramos cobardía, ¿Por qué entonces, en la campaña electoral, nos dijo que sabía lo que hay que hacer y, todavía, que sabía como ha­cerlo? En la economía familiar, si el dinero no alcanza, al jefe de casa le  quedan dos caminos: o aumenta sus ingresos o limita sus egresos. El gobierno en esta situación decidió sacrificar a los gobernados y seguir gastando, sin importarle la crueldad que tiene la actitud de aumentar por esta vía el costo de la vida. Aplicó la ley del embudo: el extremo ancho en beneficio del estado y el angosto para el pueblo empobrecido.

Confiábamos, ¡vana ilusión!, que el Sr. Guillermo Lasso Mendoza y su equipo económico, tomarían valientemente al toro por los cuernos y nivelarían el presupuesto reduciendo los gastos del estado. Pero, prefirió castigar a los ciudadanos que trabajan y producen y mantener a los intocables de la clase privilegiada: los burócratas innecesarios,. Y no son solo sus suel­dos, bonificaciones y beneficios adicionales, pues además nos cuestan la energía eléctrica que consumen en sus oficinas, sus teléfonos regulares y celulares, sus vehículos y viajes, el mobiliario, la papelería, el costo y mantenimiento de sus edificios y principalmente, las trabas que nos crean día tras día y con mucho ingenio para justificar su existencia.

Las consecuencias de las medidas tomadas las conocemos de sobra, pues la historia nos las han mostrado una y otra vez: desconfianza, no inversión, desempleo, hambre, delincuencia, subdesarrollo y, como consecuencia de este ultimo, nuevamente desconfianza, no inversión, desempleo, hambre… y así se repite concéntricamente agravándose la situación económica a más y más. Los estadistas de turno conocen muy bien esta secuencia, pero la indecisión y el cálculo político, les impide romper el circulo vicioso.

Las expresiones «ajuste económico», y «paquete de medidas», se han convertido en el Ecuador en sinónimo de «más impuestos». ¿Hasta cuándo soportaremos el trabajar para tributar en beneficio de quienes con indiferencia nos «gobiernan»? ¿Será necesario el enfrentamiento entre hermanos para redefinir la normalidad de lo que es el servidor publico? Dios no lo permita.

El Presidente de la República y sus asesores, perdieron la oportunidad de aprovechar la actual coyuntura económica para pasar a la historia como un equipo de hombres capacitados, valientes e inteligentes que se atre­vieron a poner en práctica la receta adecuada, por todos conocida, en beneficio del pueblo ecuatoriano.

¿Y cuál es esa receta? Promover la inversión generadora de empleo, creando confianza a través de un Estado con seguridad jurídica real, arrasando con la corrupción sin miramientos, reduciendo la burocracia a lo necesario, etc. etc.  En fin, como dije en el párrafo anterior, la receta es conocida por todos, lo que falta es la valentía para aplicarla.

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Finalmente es imposible no comentar la actitud de los Vargas Llosa, padre e hijo, principalmente el primero. Es innegable que la obtención del Premio Nobel potenció grandemente la popularidad de Mario Vargas Llosa a nivel del todo el país lo cual le otorgó en este preciso momento, una aún por cuantificar pero innegable influencia a nivel de opinión pública. Bien se podría afirmar que una parte del estrecho margen con el que Humala ganó la Presidencia, se lo debe a este apoyo del inefable “escribidor”. La incongruencia aquí estriba en que luego de pasarse alrededor de 30 años promoviendo una filosofía política calificada acertadamente por un analista de muy clara visión conceptual como “liberalismo salvaje”, al final casi de su trayectoria pública venga a apoyar frontal y radicalmente a quién hasta hace muy poco se ubicaba en sus antípodas ideológicas, propugnando tesis opuestas a las de Vargas Llosa. Por cierto el escritor, en el más puro estilo del “capitán Araña”, (el que embarca a la gente y se queda en tierra), no vino al Perú a votar aduciendo un extremo cansancio generado por “la intensa labor desplegada para promover la campaña de Humala”. Parece que habló mucho por teléfono y eso le causó un agotamiento que indujo a su médico de cabecera a “recomendarle el abstenerse de volar en avión”…

Igual es el caso del hijo, el también inefable “niño Alvarito”, como lo motejó una comentarista política limeña, que luego de haber sido hace varios años coautor del célebre libro llamado “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, en el que se atacaba despiadadamente a todos aquellos que profesan las ideologías afines a las que siempre ha defendido Humala, terminó al igual que su padre, apoyando a dicho candidato que ciertamente pertenece a la categoría que en su libro tan duramente criticó. Ahora se lo menciona como aspirante a la Cancillería, lo cual implicaría una serio golpe para la diplomacia peruana, asentada en el Palacio de TorreTagle, tradicionalmente manejada por auténticos profesionales de la materia lo que la llevó a ser una de las mejores del subcontinente.

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