27 julio, 2024

Los políticos, la pobreza y el libre mercado

Los gobiernos no son responsables por la pobreza que experimentamos, quienes nos han gobernado sí. Aún si tuviésemos un alto índice de institucionalidad la responsabilidad por las monumentales fallas en políticas públicas debería quedar establecida a título personal. El argumento se sustenta en que son los políticos, individualmente, quienes más provecho han sacado de toda esta hecatombe económica y social. ¿Alguien podría desvirtuarlo?

Desde el retorno a la democracia hemos evidenciado la progresiva decadencia de los partidos y movimientos junto a la autoritaria vigencia de los personalismos políticos. Sin embargo, y más allá de cualquier coyuntura política, las evidencias apuntan hacia un razonamiento inequívocamente práctico, técnico y racional: no existe sistema alguno más eficiente para eliminar la pobreza que el libre mercado. Este sistema claramente no es perfecto, nada lo es, y apenas como muestra, ¿cabría imaginarnos lo que sería de nuestras industrias bananera, atunera, acuícola, cafetera y florícola si estuviesen en manos estatales?

No existe experimento izquierdista alguno que haya masivamente producido plazas de trabajo de manera sistémica y a largo plazo con la consecuente reducción de la pobreza. Será difícil revertir a corto y mediano plazos la desvalorización de los movimientos políticos, pero mientras los individuos que las comandan no estén dispuestos a sentar la vigencia del libre mercado por sobre la preponderancia del Estado el país seguirá produciendo cada vez más pobres y menos trabajo.

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¿De quién? – imposible creer sea del Señor Presidente de la República – educado en Centros educativos particulares y, a mucho honor, becado; según dicen quienes fueron sus compañeros “por su gran inteligencia y muy buen rendimiento”; aunque él dice que tuvo que llorar por la deficiente preparación en la Universidad de acá; sí creo que haya vertido lágrimas pero de nostalgia por su tierra, no hay quien estudia fuera de su patria, que no llore, a veces, por su familia.

Porque tratándose de la educación de nuestro país, por mucho complejo de inferioridad que alguien tenga, no debe dejar de reconocer, que la educación nuestra, como la de todos los países, tiene sus diferencias, sus pro y contras; pero no para llorar de impotencia, sino para adquirir, sobre las falencias de uno, los nuevos conocimientos y también dejar de lado lo inservible, que se encuentre por allá.

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