26 abril, 2024

A propósito de la constituyente comunal de Maduro

El nuevo anuncio de una acción política al margen de la Constitución y el sentido común, por parte del señor Nicolás Maduro, como es convocar una Asamblea  Constituyente “comunal”,  no es más que un nuevo intento de fuga; de esa huida más bien, hacia adelante, que emprendió hace cuatro años, dentro de  la  estrategia del régimen de  aislarse, amparándose en  un supuesto apoyo  popular  que ya no tiene desde hace tiempo, sobre todo ahora, cuando  Venezuela solicita su salida de la OEA.

Como se recordará, fue  con la nueva “geometría del poder “aquella rechazada por el voto popular en diciembre del 2008, como se introdujeron las comunas  y las juntas comunales, primero de manera  solapada, luego  ya en forma abierta y descarada, no obstante no estar contempladas en el texto  de  la Constitución Bolivariana que sí  reconoce a  las juntas parroquiales, pues son las parroquias las entidades o demarcaciones creadas dentro del municipio con el objeto de desconcentrar la gestión municipal y promover la participación ciudadana. En la última década se ha evidenciado una vasta  legislación en materia comunal, que incluye varias reformas a la Ley Orgánica del Régimen Municipal, anterior a Chavez, por parte del gobierno, que  a pesar del barniz de legalidad con el cual se ha revestido, resulta a todas luces  inconstitucional.

Por lo tanto, convocar una Asamblea Nacional Constituyente Comunal  es  convocar algo que no existe, ni  en la Constitución de  Venezuela, ni en ninguna otra. Sin embargo, la desfachatez  del  señor Maduro es tan grande que  el anuncio lo hace con la constitución en la mano, como quien jura sobre la Biblia una  blasfemia. Quizás pueda engañar a la gradería, pero una  constitución nueva, producto de esa constituyente fraudulenta, sería algo similar a un golpe de estado, por más que se le trate de darle carácter de legitimidad popular y legalidad institucional.

Golpe de Estado, ruptura del hilo constitucional, violación flagrante de la Constitución, el calificativo es lo de menos, pero el caso es que los atropellos contra el estado de derecho y el sistema democrático  son tan frecuentes y seguidos, que ya no debería  haber dudas, ni quiera entre  quienes  promueven el dialogo, como  por ejemplo, el Jefe de Estado Vaticano o el expresidente español Rodríguez  Zapatero,  de cuál es la verdadera naturaleza del gobierno  de Maduro.

Hace unas semanas atrás, se cumplió un aniversario más  del 19 de abril de 1810, por lo que no deja de llamar la atención  que  en el marco de esta revolución, aunque parezca contradictorio, se pretenda acabar con el Municipio como forma autónoma de gobierno fundamental, dándosele más importancia al poder comunal,  en franco desconocimiento de  nuestra propia  historia. De ese mismo Municipio que tanto auge tuvo en la época de Felipe II con la Real Cédula de Toledo del año 1560, y que posteriormente jugó un papel preponderante en los movimientos independentistas hispanoamericanos, incluido por supuesto, el venezolano, iniciado en algún modo con la decisión del Cabildo o Ayuntamiento de Caracas, no de la comuna de Caracas, el 19 de abril de 1810, donde se manifestó la voluntad popular en contra del capitán general Emparan.

Aunque tal vez sea por eso, que al final de cuentas, a este gobierno no le gustan las alcaldías ni los municipios, ni el Estado, tal como son,  y  pretendan inventar  unas estructuras nuevas, que no les sean adversas, mediante una constituyente comunal, que pensándolo bien, sería casi lo mismo que convertir a la asamblea constituyente que se elija, en una comuna.

A propósito de todo ésto, comunas incluidas, nos viene  a la memoria,  a manera anecdótica,  la participación de la expresidenta argentina Cristina Kichner en los actos conmemorativos del Bicentenario de la Independencia de Venezuela, hace siete años, quien en su discurso como oradora de orden  ante la Asamblea Nacional y con  Chávez presente, dijo,  tal vez sin darse cuenta, pero con gran acierto y sentido de la historia, que «no hay poderío militar que pueda contra la voluntad de un pueblo que decide liberarse».

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