26 abril, 2024

El Padre

Héctor Francisco Gagliardi fue un destacado poeta, recitador y letrista de tangos, argentino. Nació en el barrio de Constitución, en Buenos Aires en 1909 y pasó su infancia y juventud en el barrio de San Telmo. Hincha del Racing Club de Argentina, le dedicó más de un poema al club de sus amores. Muy conocido por sus poesías, sus textos en lunfardo y la letra de sus tangos. Después de Martín Fierro, puede decirse que sus libros son los que más se han vendido en su país, de autores nacionales. Su amigo Celedonio Flores (el negro Cele) lo impulsó a recitar sus versos en público en el bar de la cortada Carabelas, centro nocturno tanguero por excelencia de donde pasó a recitar en Radio Belgrano. Lo apodaron “El Triste” por su recitación de su poema Reyes Magos, durante la segunda guerra mundial.

Poeta costumbrista. Entre sus poesías más conocidas están: La madre, El padre, La maestra, A Gardel, El casamiento y A mi Esposa. Muchos de sus poemas fueron convertidos en tangos y Milongas.

Entre sus libros destacan Versos de mi ciudad, Por las calles del recuerdo, Esquina de barrio y El sentir de Buenos Aires. Veamos de él su poesía “el padre”.

El padre

Héctor Gagliardi

¿Y negra? ¿Te puedo hablar?,
ya los pibes se han dormido,
así que dejá el tejido,
que después te equivocás.
Que hoy te quiero preguntar
porqué motivo las madres
de la mañana a la tarde
amenazan a sus hijos
con ese estribillo fijo:
¡Ah, Cuándo venga tu padre…!
y con tu padre de aquí
y con tu padre de allá,
resulta de que al final
al verme llegar a mí,
lo ven entrar a Caín
y escapan todos lados.
Y yo, que vengo cansado
de trabajar todo el día,
recibo, por bienvenida
una lista de acusados.
Vos empezás con tus quejas
y yo… tengo que enojarme,
lo mismo que hacía mi padre,
cuando escuchaba a la vieja,
que entraba a fruncir las cejas
apoyando a esa fiscal
que en medio del temporal
se erigía en defensora,
lo mismo que vos ahora,
que siempre me dejás mal.
Si los perdono: ¡Qué ejemplo!
¡Así es como los educo!
Si los castigo: ¡Sos bruto!
¡No tenés sentimientos!
A mí, que llegué contento
y no tuve más remedio
que poner cara de serio
y escuchar tu letanía.
A mí, que me paso el día
pensando en jugar con ellos.
Yo sueño llegar a casa
y olvidarme felizmente
del trabajo, de la gente
y de todo lo que pasa.
Los hijos son la esperanza,
el porqué de nuestras vidas,
por eso nunca les digas:
¡Ah, cuándo venga tu padre…!
no quiero encontrar culpables,
quiero encontrar alegría.
Que no me pongas de escudo
como lo hacía mi madre
que consiguió que a mi padre
lo imaginara un verdugo.
El llegaba y te aseguro
que terminaban las risas
y en lugar de una caricia
y hablarle como a un amigo,
lo miraba compungido
presintiendo una paliza.
Y el pobre que me entendía,
sacudiendo la cabeza,
escuchaba con tristeza
lo que mi madre decía
y que él de sobra sabía:
¡Que con éste no se puede!,
¡que me ensució las paredes!,
¡que la calle!, ¡la pelota!,
¡que trajo muy malas notas!
¡y me saca canas verdes!
¡A la cama, sin comer!,
aburrido me ordenaba,
mi madre me consolaba
y yo lo culpaba a él.
A él que había llegado recién
de trabajar, tan cansado
y yo ya lo había amargado
con todas mis travesuras.
Yo era una criatura,
pero jamás lo he olvidado.
Los hijos, nunca analizan
el sentimiento del padre,
porque el brillo de la madre
es tan fuerte, que lo eclipsa.
Sólo le hacemos justicia
a su íntimo sentir,
cuando nos toca vivir
a nosotros su problema.
¡Ah, si mi padre supiera,
que recién lo comprendí!
Y porqué nunca me dijo
del modo que me quería,
si hoy yo sé como sufría
al ver enfermo a su hijo,
porqué me miraba fijo
el primer pantalón largo
y sé que me habrá besado
cuando ya estaba durmiendo…
Hoy que todo lo comprendo,
¡porqué no estará a mi lado!
¡Por qué no estarás ahora,
para abrazarte bien fuerte
viejo lindo y ofrecerte
mi cariño a todas horas.
Ves a tu hijo que llora?
Pero llora con razón,
porque te pide perdón
al pensar en esos días
en que ciego no veía
que eras todo corazón.

Dejame negra, que llore,
es tan lindo desahogarse…
Vamos a ver lo que hacen
nuestros futuros señores…
Mirale esos pantalones…
tapala un poco a la piba…
Sí, ya sé, no me lo digas!
Hoy se fue a la calle sola!
Acostate, rezongona…
¡Mañana será otro día!

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No hay comentarios

  1. Bueno pues me gustan los tangos pero solo tengo 27 y no había tenido el gusto de leer estos preciosos poemas no se necesita mas palabras para valorar al máximo esta joya del arte argentino

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