26 abril, 2024

Homilía del 4º Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B: 1º de febrero de 2009

“Condiciones para el ejercicio de la autoridad”

Texto Bíblico: Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque enseñaba no como los letrados, sino con autoridad… El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: -¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen. Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. (Mc 1,21-28)

  1. La autoridad, al igual que la confianza, ‘se inspira’. Una persona puede ejercer el poder, o sea, mandar y ser obedecida; pero puede que no tenga autoridad, porque no la inspira. Una persona que tiene poder y tiene autoridad es aquella que, además de ser obedecida, es amada y despierta, incluso, la admiración de aquellos que le obedecen; que es, justamente, lo que ocurría con Jesús, y en modo alguno sucedía con los fariseos. Estos, lejos de ser amados, eran aborrecidos por las gentes…
  2. Para todo aquel que ejerza autoridad, este evangelio es sumamente importante, porque, es esencial que el ejercicio de la autoridad sea una experiencia de amor entre el que manda y el que obedece, y, por tanto, tal ejercicio, genere alegría, gozo, cariño y unión entre quienes mandan y aquellos que obedecen. Es el caso de los Pastores de la Iglesia, de los padres de familia, de los encargados de lugares de trabajo, de los directores de los centros académicos…
  3. El Evangelio sólo dice que el modo de enseñar de Jesús respecto al modo de enseñar los fariseos eran distintos y que el modo de Jesús inspiraba autoridad, en cambio los fariseos a sí mismos se desautorizaban por el modo de enseñar.
  4. La pregunta que nos brota es ¿qué es aquello que había en el modo de enseñar Jesús, que le revestía de tan admirable prestigio, y qué es lo que faltaba en los fariseos, que determinaba que las gentes rechazaran su autoridad? El texo bíblico nos dice sólo que para la gente, Jesús al enseñar inspiraba prestigio, autoridad, adhesión; en cambio, los fariseos, sólo desprestigio. No inspiraban cariño, admiración, ternura, sino rechazo, odio, rivalidad…
  5. La respuesta nos la da el mismo Jesús en Mt, 23. Del análisis de este texto podemos colegir cuáles son las virtudes que han de ser el apoyo y el trasfondo imprescindible de todo ejercicio de una autoridad:
  6. Coherencia:
    1. “Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen” . Ellos eran incoherentes, contradictorios, paradójicos, incongruentes…
    2. Jesús, por lo contrario, era coherente, lógico, veraz, sincero, transparente, auténtico… Lo dice la Biblia: Todo lo que Jesús hacía y enseñaba (Hechos) Jesús hace realidad lo que dice; no ya como Dios, sino incluso, como hombre. La autoridad divina de Jesús se manifiesta en que la palabra de Jesús se cumple (como Dios al crear el mundo). La autoridad humana del Señor se muestra, en que realiza lo que dice, en que lo que dice queda respaldado con hechos. Por ejemplo, ese sábado predicó que nos debíamos amar unos a otros, y ese mismo sábado cura un enfermo con espíritu inmundo en la sinagoga. La autoridad de Jesús está en que dice que viene a salvar, a traer el bien, a expulsar el mal, e inmediatamente lo cumple curando a aquel enfermo, y expulsando el mal de él.
      1. ¿En qué se diferencia la enseñanza de Jesús de la de los escribas y fariseos de su tiempo? Los escribas son estudiosos que interpretan y enseñan la Torá, pero derivan su autoridad de las autoridades que citan y en las que se apoyan. Son expertos del testimonio externo. Su autoridad está basada en credenciales y en su habilidad para citar precedentes. En cambio, Jesús, como es Dios, enseña con autoridad propia. Su autoridad está en el conocimiento propio. Él habla de lo que Él conoce personalmente. Su autoridad se basa en el Espíritu que ha descendido sobre él en su bautismo (1:10). Su autoridad viene de Dios, pues es Hijo de Dios (1:1). Jesús es un Maestro que no sólo habla del Padre sino que habla como el Padre. Y habla con la autoridad de Dios, porque está en comunión con El. Pero, además, Jesús tiene autoridad como hombre por su coherencia.
      2. Si queremos inspirar autoridad, además de detentar el poder, es esencial que, como Jesús, seamos coherentes: que no hagamos una cosa y enseñemos otra; porque, sobre todo en el hogar los hijos no se quedan con lo que oyen, sino con lo que ven.
        1. Hemos de tener mucho cuidado de no intentan que los hijos caminen por los caminos correctos, a la vez que los padres, caminemos tan tranquilos, por los incorrectos, que son los más cómodos. Por ejemplo, en temas como el orden, la puntualidad, el sacrificio, la paciencia, la consideración de unos con otros, los gastos y uso del dinero… En estos casos, los padres viven bajo la ‘ley del embudo’: la parte ancha para mí, la estrecha para mis hijos…
        2. 2. El hogar es la más eficaz escuela de formación o deformación de los seres humanos, justamente por esto: porque es un espacio de diario vivir, de cuotidiano influjo, de casi contagio de lo que se posee (no de lo que se habla). El gran instrumento que poseen los padres para educar a sus hijos es la simple convivencia: para los padres, vivir es convivir, y convivir es influir. De aquí que el más grande aporta que Dios pide a los padres a la hora de ser formadores de nuevos seres humanos e hijos Suyos, es la misma vida, la conducta de los padres…
  7. Sacrificio:
    1. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Eran cómodos, nada sacrificados, señoritos.
    2. Jesús, por lo contrario, era sacrificado: no tenía dónde reclinar la cabeza, se levantaba temprano, se pasaba días sin come y noches sin dormir, se cansaba trabajando, estaba entre los Doce como el siervo, el último, el que lleva la peor parte. Quienes ejercen autoridad han de poner el sello de garantía de la Cruz y el sacrificio sobre el sobre de los mandatos que damos a los que deben obedecernos… Verle al que me manda, sacrificándose honestamente por vivir como me enseña… es un argumento inmenso a su favor.
  8. Humildad:
    1. a. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; Vivian para la fachada, la apariencia; eran vanidosos; les importaba más el aparecer que el ser. Les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente.
    2. b. Si el que manda es soberbio, vanidoso, tiene afán de protagonista, se cree el mejor, vive para la fachada, cuida las formas y no el fondo… Si n
      o sirve, sino que se sirve de la autoridad, a sí mismo se desautoriza porque cae mal, se hace odioso, antipático…

  9. Justicia, misericordia, comprensión
    1. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
    2. Jesús era humano, comprensivo, amplio, misericordioso, no quebraba la caña cascada ni apagaba al mecha vacilante. Quien ejerce autoridad debe brillar por su cariño, bondad, ternura, misericordia, magnanimidad, mansedumbre… para no hace problema de los problemas: no ahogarse y ahogar en vasos de agua; no hacer de granos de arena, montaña; no matar mosquitos con cañonazos…
  10. Sinceridad:
    1. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad. Estaban más preocupado por el aparece, que por el ser.
    2. Jesús era la sinceridad personificada, no tenia doble fondo, doble personalidad, doble vida. Lo dicen sus mismos enemigos en la escena del Tributo al César. Quien ejerce autoridad ha de poseer como primera cualidad, la sinceridad. No se trata de ser perfecto, sino de constatar sinceramente la propia incoherencia y actuar con los demás en consecuencia: se compresivos, humanos… Como San Pablo, que sufría por la distancia que veía entre su vida y sus enseñanzas, como da a entender en la carta a los Romanos: No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero…(Ro 7,14-25)

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  1. ¡ Que buen artículo ! Digno de recomendarse. El Padre es tan claro, específco y a la vez muy analítico. Vivieramos e hicieramos vivir, muchísimo mejor, si tuviesemos conciencia en nuetro día a día, sobre el uso correcto de la autoridad.

  2. PADRE QUE DIOS SIEMPRE LE DE SABIDURIA Y EL DON DE ANALIZAR CON LA VERDADERA PALABRA DE DIOS PORQUE LO QUE USTED MANIFIESTA EN SU ARTICULO PONIENDO COMO EJEMPLO AL PRIMER HOMBRE DE DIOS ESO DEBERIAN MUCHOS POLITICOS LEER DETENIDAMENTE PARA QUE NO SEAN LLENOS DE TANTA PREPOTENCIA QUE DE NADA LES SIRVE SER COMO SON, SINO APRENDER DEL SEÑOR JESUS

  3. No es posible «detentar» poder y tener autoridad, es así que, dado que por definición detentar implica algo ilegítimo, por ejemplo: ocupar un cargo al margen de la ley. ¿debe esa persona confesarse y dejar esa posición? ¿es esto una falta grave que le puede impedir recibir la eucaristía?

    Pregunto al Padre Paulino si puede considerarse un pecado ocupar un puesto de poder y perder la autoridad al hacerse de la vista gorda con respecto al pago de sueldos establecidos por la ley, alguien debería pegarle un jalón de orejas a un administrador general de ese tipo que no respeta el ABC y se lo ve siempre muy devoto en los templos tal cual un fariseo.

    W Q

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