25 abril, 2024

Temeraria Acusación

Estos días he estado preguntándome por dónde anduvo Rafael Correa entre enero y febrero de 1995. Me dije que el lugar apropiado para saberlo sería buscando en su hoja de vida, y ahí veo que fue profesor de Economía en la Universidad San Francisco (la misma a la que enjuició después) entre 1993 y 1997. Es decir, según eso, Rafael Correa, de entre los muchos años que ha pasado fuera del país, sí estuvo aquí durante ese período.
Es que pareciera que Correa no vivió en Ecuador ni supo lo que sucedió durante esa etapa. Tal vez su atención estaba puesta en otro lado y por eso no se enteró de lo que sucedía. Nunca supo que entonces -una vez más- las Fuerzas Armadas y no Alianza País, ni su Constituyente, salvaron al país. Que todo el Ecuador se identificó orgulloso con sus Fuerzas Armadas y que esa identidad, más el profesionalismo de nuestras fuerzas militares nos llevaron a una victoria que impidió otra mutilación territorial. Claro, hay que reconocer que desde el retorno al estado de derecho hasta entonces; es decir, desde Jaime Roldós hasta Sixto Durán, las FFAA no fueron manoseadas por los políticos, ni sus comandantes permitieron manoseo alguno, pesar a la felizmente frustrada intentona de un general golpista. Quienes vivimos desde dentro esa gloriosa jornada del 95 fuimos testigos de la unidad entre pueblo y FFAA, de la alegría con que los civiles compartían y ponían a disposición de los militares sus bienes, conscientes de que los ponían en las mejores manos y que esos sacrificios eran por el bien de la patria. Fuimos testigos también del sacrificio de nuestros soldados, de la humanidad y bonhomía de los oficiales, de la valentía, del esfuerzo, y hay que insistirlo, del profesionalismo.
 
Papel fundamental en la honrosa jornada del conflicto del Cenepa jugaron los servicios de inteligencia militares. Sin ellos no hubiera habido victoria. Gracias a ellos y su acción precisa, oportuna, técnica en grado máximo y heroica a más de esforzada, las fuerzas terrestres, la aviación y el Alto Mando pudieron tomar las decisiones correctas, con el máximo de eficiencia y con el mínimo de sangre ecuatoriana, por eso les rendí tributo en mi artículo "Héroes del Silencio", el 11 de Diciembre de 2004 publicado en Diario El Telégrafo, cuando aún era un diario independiente y guayaquileño, antes de ser "de todos", o sea de Correa.
 
Pero parece que el presidente no pierde la costumbre de los izquierdistas de los años 60, 70 y parte de los 80, quienes cuando surgían escaramuzas entre ellos -lo que siempre sucedía-, se lanzaban el escupitajo máximo, lo peor que podían decirle a quien se les enfrentaba, el argumento mayor y más demoledor: espetarle al contendor el lapidario sambenito de "¡agente!", lo que quería decir "Agente de la CIA", por supuesto. Y con eso, todo debate quedaba terminado, porque no había dialéctica que pudiera contraponerse ante tamaña argumentación. Es que nuestros izquierdistas latinoamericanos veían agentes de la CIA por todos lados, y con esa paranoia encubrían su incapacidad política para generar partidos y acciones de masas, o su incapacidad para presentar resultados concretos a sus patronos o financistas de entonces: soviéticos, chinos o cubanos. Todo eso he estado recordando en estos días.       
 Sin embargo, la cosa no da para risa o para nostalgias. Correa no solo ha ofendido gravemente a las Fuerzas Armadas, las mismas que hace unos años salvaron nuestra heredad. Las ha herido en el punto vital de ellas: la credibilidad, la confianza, la honra, poniendo en duda su lealtad a la patria entera. Porque dejémonos de eufemismos, esta no es una más de las bravatas presidenciales, es la peor de todas. Casi no había sector de la ecuatorianidad que no haya sido blanco de la histeria gubernamental: las mujeres, los guayaquileños, los empresarios, la prensa y hasta las personas de la tercera edad; sólo faltaban las FFAA. Ahora les tocó el turno, pero esta vez es peor. No son insultos solamente, ahora hay una acusación concreta, esa acusación es -sin haber dicho la palabra-: ¡Traición a la Patria!, nada menos que a las propias Fuerzas Armadas y dentro de ellas al sector que representa los órganos sensoriales de nuestra capacidad defensiva: los Servicios de Inteligencia. Acusación hecha a lengua batiente y ante todos los medios de comunicación del país, sin mencionar nombres, sin presentar pruebas. Acusación temeraria, inaudita, inadmisible.
 La cosa no puede quedar ahí, el asunto no termina con una remoción de jefes militares. El presidente debe probar lo que ha dicho, la más grave acusación hecha a sector alguno de la sociedad ecuatoriana en sus 188 años de historia. Correa deberá probar ante todo el país eso de que: "los sistemas de inteligencia ecuatoriana están totalmente infiltrados y sometidos a la CIA", especialmente el alcance de aquel "totalmente", o atenerse a las consecuencias de sus terribles palabras, ante el país y ante la historia.

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Lo que debemos replantearnos…

La vida nos da constantes lecciones de cómo debemos vivir. Todo lo que necesitamos saber se encuentra en la existencia. El ser humano a veces es incapaz de comprender las señales que se le presentan. Sin embargo, hay acontecimientos inesperados que nos muestran los cambios que debemos hacer con lo que nos queda por vivir.

Tenemos una falsa creencia de inmortalidad que nos hace indiferentes a nuestro tiempo real de vida. Pensamos que las desgracias solo les ocurren a los otros, pero no a nosotros. Actuamos como si tuviéramos la seguridad de que nuestra existencia es indefinida.

En las tragedias ajenas se esconden muchas lecciones que debemos aprender. Cuando alguien que queremos descubre que debe enfrentarse a su muerte prematuramente, se nos revelan varias señales. Son mensajes que nos advierten los cambios radicales que debemos dar a nuestro vivir. Estos indicios son más fáciles de comprender si amamos al ser que tiene esa tragedia. De la manera cómo quién queremos tiene conciencia de su partida, descubriremos también que nuestra partida será más pronto de lo que imaginamos. El ver cómo enfrenta a su muerte, nos ubica en la realidad de que ya hemos vivido más que aquello que nos queda por vivir.

No hay comentarios

  1. Desde mi punto de vista, luego de la remocion de la cupula, las FF.AA. le han echado tierra a la acusacion del presidente. Bajaron la cabeza y se «acomodaron». Es una verguenza pero a eso han llegado…

  2. FALSO, DE FALSEDAD ABSOLUTA.

    La infiltración de la CÍA en la sociedad ecuatoriana y en sus instituciones, es de vieja data.
    Se ve que Ud. ha olvidado recordar, pues casi todo el Ecuador conoce el libro de Philiphe Age «Diario de una Agente de la cía», donde demostraba como legisladores, ministros, políticos y militares trabajaban para la CÍA.

    Ud. se hace el que se rasga las vestudiras, atizando el fuego a las FFAA, para ver si estas se deciden a botar a Correa.

    Que muchos oficiales y elementos de tropa, así como muchos políticos entre ellos todos los más importantes miembros del gobierno socialcristiano de LUCIO GUTIÉRREZ, trabajan para la Cía y otros organismos internacionales de la misma «línea», es cuento viejo.

    No me venga con el cuento de la más grave acusación en 188 años de historia republicana. Que Correa ha puesto en su sitio a muchos miembros de los grupos de poder, entre ellos a los sinverguenzas pelucones de Guayaquil (no a los guayaquileños como usted miente), de la corrupta estructura de la sociedad, es al contrario una actitud loable y digna de encomio histórico.

    Saludos.

  3. CADA VEZ QUE CORREA HABLA METE LA PATA
    NUNCA ESTA DOCUMENTADO SI NO QUE SE DISPARA..ES UN CHOLO PREPOTENTE..QUE INSULTA A LOS PARTIDOS POLITICOS Y EL ES MUCHO PEOR QUE ELLOS NO USA CELULAR SI NO QUE VA EN PERSONA AL CIRCO DE LA ASSAMBLEA A MANDAR EN ELLA.QUE PENA VER
    A NUESTRO PAIS COMVERTIDO EN UN BASURERO
    POR CULPA DE UNOS PAGAMOS JUSTOS POR PECADORES

  4. Señor
    Ramirez

    Si, estoy de acuerdo con su apreciación, y aunque no soy partidario del Señor Presidente, me parece que FF.AA., son lo suficientemente capaces de hacer a un lado esas acusaciones, haciendo una revisión hacia adentro, y mostrando con claridad (como lo han hecho siempre), que estos «comentarios», no tienen fundamento.

    Como he dicho en otras ocasiones, cuando la razón impera, las ofensas no pegan…

  5. La función de las FF. AA. en nuestro país o en cualquier otro es, en primera instancia, la defensa del territorio nacional. Para algunos Estados, esas funciones se extienden a labores que benefician a particulares, como el caso del U.S. Army, que paticipa en maniobras en Medio Oriente, por ejemplo, para lucro de los fabricantes de armas y de insumos y servicios militares. Eso es bien sabido.

    Asimismo, la presencia y la influencia del gobierno de Estados Unidos por medio de la CIA y otras cías. (compañías) en Latino América y en otros continentes ha sido conocida desde hace décadas; negarlo sólo puede verse como un irracional apoyo a toda acción estadounidense (contaminado por un macartismo trasnochado) o por una miopía intelectual.

    Ya desde diciembre de 1822, por medio del famoso discurso del presidente Monroe ante el Congreso de EE.UU., se definió la política exterior de ese Estado: el intervencionismo. Luego, en la década de 1880, la definición del «destino manifiesto» ratificó la Doctrina Monroe; y para la década de 1910 Teddy Roosvelt (del que nació la idea para el osito de peluche) sancionó todo lo dicho y hecho hasta esos años (robo de los territorios de México, Hawái y Cuba, entre otros) con su exposición acerca de que el Gobierno de EE.UU. debía ser (y hoy lo sigue siendo) la policía del mundo.

    ¿Dónde realizan sus cursos de «perfeccionamiento» nuestros altos oficiales, sobre todo los de «inteligencia»? En West Point y otras academias por el estilo. ¿Eso es gratuito? ¿Es de buena gente y por solidarios que los estadounidenses hacen eso? Pues no. Es para beneficio propio.

    Secreto a voces ha sido siempre la presencia de la Central de Inteligencia en los ejércitos latinoamericanos… ¿Por qué y para qué negarlo? Si bien es cierto que Correa se caracteriza por su falta de tino y sus exabruptos, ese secreto a voces no es de su patrimonio: es un hecho.

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