Por: Jorge Vargas Chavarría
Cuando un arte nace en el alma es indiscutible la creatividad y la pasión con que puede llegar a realizarse. Parece ser, que en los últimos años, se ha incrementado el apoyo en cuanto a la música y la pintura nacional se refiere. Varios festivales han permitido que jóvenes pintores puedan darse a conocer y recibir un apoyo económico que les permita arrancar. De esta manera, se incentiva el arte y la cultura, se premia y se apoya el talento de quienes luchan por encontrar una oportunidad para presentar su arte. Sin embargo, la literatura no ha corrido con la misma suerte.
He asistido a las ferias del libro de Guayaquil de los últimos años, y en el 2010 a la primera que realizó el Ministerio de Cultura. Asistía siempre muy esperanzado en escuchar palabras que me alentaran, que me empujaran a motivarme, por parte de personas del medio. Especialmente en el 2008, cuando escribí el primer relato que pensé en publicar (y que logre publicar). Recuerdo perfectamente, y hasta este año sigue siendo así, que los mejores, más coloridos y más adornados stands son los de las librerías y negocios, a diferencia de la sección de autores nacionales que siempre luce un tanto apartada del centro de atención. Siempre me tomaba la molestia de dedicar más tiempo a dicha sección casi olvidada, incluso compraba libros allí en lugar de en las librerías, y conversaba con los pocos autores que asistían, aún cuando eran mucho mayores que yo. Entendí, luego de varias veces cruzar unas cuantas palabras y recibir un par de amables consejos de estos escritores, que la literatura en el Ecuador es sumamente difícil. ¿Por qué? Principalmente, y lamentablemente, porque los ecuatorianos no leen. Al menos no lo suficiente como para alentar más publicaciones por parte de las editoriales, cuya misión comentaré más adelante.