20 mayo, 2024

¿Juicios de valor?

En este hermoso y vertiginoso país jamás nos aburrimos, el devenir de los días siempre viene acompañado de una revisión rápida a nuestra red social favorita, para ver si no amanecimos con algún político preso, algún allanamiento a un juez, o para los que son más fúnebres, revisar cual es el saldo sangriento de la noche que acabamos de pasar.

Nos aletargamos viendo como sigue siendo la misma rutina política, que si nos suben el impuesto, que si la culpa es de la vaca o de Correa, finalmente los dos animales mamíferos son, prendemos las noticias para ver la queja ciudadana del burgomaestre de la ciudad que vivamos, nos tomamos un café tal vez con suerte y empezamos el nuevo día, uno lleno de desafíos propios de nuestra vida y los desafíos que nos plantea vivir en Ecuador.

Nos enfrentamos al tráfico pesado, viendo como el vivaracho del carro se trepa la vereda, pita como si no hubiese un mañana, hace doble fila, se cruza de carril sin direccional, como si la norma no existiera, parqueamos nuestro carro, donde un guardia a regañadientes, nos dice que supuestamente lo va cuidar, mientras el ladrón de esquina revisa a ver si puede vender alguna pieza de su carro en el mercado negro, mientras el supuesto guardia nada puede hacer.

Se inmiscuye temprano en la burocracia de alguna institución pública, a la que le falta aire, se encuentra con un servidor público que le da pereza de hablar, y le dice que no hay sistema, que vuelva luego, que su trámite se traspapeló, y que regrese o que espere junto al mundo de personas que mientras ven tik tok se olvidan que lo que están viviendo es una verdadera humillación, porque los sueldos de ellos los paga usted y los pago yo, y lo mínimo que esperamos es un trato digno, pero también empatizamos con ellos y entendemos que trabajar en esas condiciones no es humano, porque no le pueden dar mantenimiento a la climatización, a la silla que lucha por no botar a su usuario al piso, al escritorio putrefacto, porque no hay plata más que para pagar los sueldos, y la farra que se pegaron los gobiernos anteriores, mientras se busca la alquimia perfecta de la solución a los problemas del país. 

Afuera un tipo le aborda y le dice que le hace el trámite en 10 minutos, pero que le va costar, y como cualquiera de nosotros tenemos considerado dentro de nuestro presupuesto la coima, accedemos. Y así querido amigo a diario nos hemos acostumbrado a que dentro de nuestra cultura cohabite con nosotros el descaro, la corrupción y el egoísmo. Así nos rasgamos las vestiduras señalando la paja en el ojo ajeno, cuando el problema es nuestra falta de juicio al tratar de naturalizar como algo propio de nuestra cultura, la hora ecuatoriana, el billete escondido detrás de la licencia, el presupuesto del aceite para que el engranaje estatal funcione, no tenemos derecho a quejarnos por nuestra falta de valores si nosotros mismos no entendemos que somos parte del problema a cambiar, mientras pidamos sangre por sangre, y no educación, mientras pidamos más sin nada que aportar, mientras pensemos que menos mal el mundo arde por otro lado, no podemos hacer juicios de valor.

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Frase con la que Fray Luis de León reinició sus clases en la Universidad de Salamanca, luego de haber pasado casi 5 años (marzo 27 de 1572-diciembre 7 de 1576) en cárceles de la Inquisición.

Al retornar no hizo referencia a su ausencia ni a las causas de ella, más bien profirió la frase con que solía empezar sus clases, y que es la que le pone título a este artículo …yo no fui prisionero de la Inquisición, ni cosa que se le parezca, más sí mencionaré que mi ausencia se debió a varias razones, las más de los cuales agradables; pero hubo una que, a mi esposa y a mí, nos vistió de magia – de la más linda de las magias – y consistió en la llegada, desde Francia, de mis dos hijas, mi hijo, mis dos nietecillos, y mis dos yernos, quienes junto a mi tercera hija y su esposo, que viven en Guayaquil, nos dieron la más grande alegría en el mes de la navidad y de final de año.

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