25 abril, 2024

La eterna despedida de los amigos

Nadie duda que toda agrupación humana, desde la más pequeña hasta la más compleja, experimenta menoscabo al desaparecer uno de sus integrantes.

La sensación de pérdida aumenta cuando el fallecido era una persona de vida correcta, elevadas ejecutorias y factor de progreso para la sociedad en la cual desarrolla su ciclo vital. Precisamente esto ha ocurrido con la eterna despedida de Pedro Rizzo Pastor, quien falleció en esta ciudad en medio de la consternación de quienes lo conocimos y apreciamos en él al ciudadano correcto, bien intencionado e idealista que siempre fue.

Pedro Rizzo Pastor fue un hombre que destacó en muchos campos: Ingeniero, Doctor en Diplomacia, Cónsul Honorario de España, practicaba Yoga, Tenis, Deportista en sus años juveniles y estudioso de la Filosofía Oriental; siempre supo aplicar honestamente y con gran conocimiento las normas diplomáticas. 

Miembro de muchas agrupaciones de distintas índoles, entre ellas el Honorable Cuerpo Consular de Guayaquil, la Cámara italiana, entre otras, donde contribuyo al fortalecimiento de las mismas.

 Amigo generoso, correcto ciudadano, puntal de su familia a la que siempre prodigo desinteresado cariño. Pedro cumplió a cabalidad los retos que le deparo el destino con altitud de espíritu y corazón generoso.

Para los deudos de Pedro, inconsolables por su perdida, no es suficiente ningún pésame para mitigar el enorme dolor y la insondable pena que los aflige. Solo podrá atenuar la angustia el refugiarse en el convencimiento que existe un más allá, en el cual se reencontraran con sus amados muertos.

 Paz en su tumba y la afectuosa condolencia a su atribulada familia.

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Piensas que la vida es buena porque tienes una linda familia y un buen trabajo. Te sientes contento. Pero llega entonces la noche, ¡Ay de esa noche! Afuera hay una paz invernal y una quietud nocturna, pero dentro de ti bailan los duendes del malestar sinsentido. De repente te invaden sensaciones extrañas, gritos ahogados de dolores sin nombre y sin razón. ¿Pero qué demonios está pasando? Pues probablemente se trata de tu herida existencial. Le entraron ganas de visitarte, a la muy conchuda esta, ¡sin avisarte siquiera! Para recordarte que aún sigue vivita y coleando y que tienes que sanar. Tenemos que sanar.

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