9 diciembre, 2024

El Privilegio de la Dignidad

Hablar de ‘privilegios’ se ha convertido en un tema delicado, uno de esos que busca evitarse para no entrar en discusiones acaloradas con los amigos, pero de los que leemos a diario en redes sociales y del que, quizá, no terminamos de entender.

Estar consciente que mi realidad no es la regla es importante en el camino del reconocimiento de nuestros privilegios. Este camino por el que se debe transitar para vivir en empatía con nuestro entorno. Camino necesario y urgente para que dejemos de repetir frases como:

«el pobre es pobre porque quiere» «a mí ningún hombre me ha faltado el respeto» «ni mis amigas y yo abortaríamos» «si no tiene plata que aplique una beca y ya» «a los 40 años deberías estar generando empleo» «hacen paros porque son vagos» «todo es cuestión de esforzarse y listo» «la gente es inculta, debería leer y viajar más» y podría llevarme todo el espacio de esta columna para todas las expresiones terribles que se repiten desde el privilegio, la nula reflexión y la comodidad de la burbuja.

Nunca es tarde para reflexionar sobre el género y el acceso a educación, salud, justicia, alimentación y vivienda que nosotros tenemos versus el que el resto tiene a la hora de emitir nuestras opiniones. ¿Por qué? Porque cuando no reconocemos estos privilegios cerramos con llave la puerta de la burbuja en la que vivimos. Voy a ejemplificarlo:

 

  1. Una de las frases que escuchamos, sobre todo repetida por hombres, cuando se debatía la despenalización del aborto por violación era: «pero que se cuide, para que no salga embarazada». Comentario común de quien desconoce que un gran porcentaje de las violaciones tienen origen en el hogar sobre todo a menores de edad. La indolencia de pedirle a una niña que es violada sistemáticamente que use protección solo es resultado de la ignorancia que nos produce vivir en una burbuja.

 

  1. Hablar de la ignorancia de la gente pobre con comentarios terribles como «qué esperan de gente que consume programas como (inserte programa popular aquí)» refleja que ese privilegio de clase y educación no está reconocido ni de chiste. Nos olvidamos, quizá, que estas personas que crecieron en una zona rural nunca pudieron ir a la escuela, y el único canal que se podía observar en su comuna era justo ese que tanto odiamos porque nos parece ‘cholo’, entonces el privilegio grita que deberíamos recomendarles a esas personas: leer y viajar más. Sí, la burbuja ama enviar a leer y viajar más a gente que vive probablemente con un dólar al día.

 

  1. ‘Cholear’ a quienes no hablan inglés o a quienes colocan publicidad en sus autos habla mucho de cómo desconocemos los privilegios de educación. A veces esa publicidad es motivo de ingreso económico para una familia donde por falta de acceso a educación los jefes de hogar no tienen cómo acceder a empleo digno.

Hay muchos privilegios, están los académicos, masculinos, de clase, de raza, de género etc. Es imposible deshacerte de ellos y nadie puede culpar a nadie de nacer con estos ‘beneficios’. Lo terrible es no verlos, negarlos y creer que nuestra realidad rige el mundo, que somos la regla, cuando realmente somos la excepción. 

Desconocer la violencia de género es hablar desde el privilegio.Pensar que todo es cuestión de esfuerzo en asuntos académicos y profesionales es hablar desde el privilegio. Creer que quien señala una desigualdad es un resentido social solo porque nosotros no la sentimos es hablar desde el privilegio. ¿Hay gente que triunfa y es exitosa a pesar de no tener ninguno de esos privilegios? Claro que sí, pero no es la regla. En un país tan desigual como el nuestro, el bienestar nunca ha sido para todos.  

Podemos hacer un montón desde el reconocimiento de éstos: una primera acción importante sería no repetir frases indolentes con la realidad de nuestro entorno. Porque nadie es pobre porque quiere. Nadie quiere ser violada. Nadie quiere no tener acceso a educación. Nadie quiere ser choleado por lo que no tiene o no conoce.

Es hora de pinchar la burbuja de los políticos y nuestra burbuja. Cuando esta burbuja se rompe, pensamos en colectivo y nos empieza a hacer ruido que las frases, que puse más arriba, se repitan tanto. Desde el privilegio del espacio que tenemos en los medios, en la academia, o en la política podemos trabajar por la construcción de una sociedad empática, ¿cómo? Cuestionado a quién le beneficia esta inequidad, presionando al sistema a trabajar para todos y exigiendo a quienes controlan los presupuestos a crear políticas públicas de bienestar, donde la dignidad sea la regla y nunca más la excepción.

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