La crisis moral y económica por la que se siente en el ambiente que atraviesa el país, habiéndose incrementado su acción en el crimen como negocio, en el robo y en el asalto como trabajo lucrativo, sin restricciones ni condenas legales, la fuerza y la mentira convertida en farsa casi como programa de gobierno, nos debe hacer pensar que estamos llegando a límites inadmisibles, muy preocupantes, como son la pérdida del respeto y de la solidaridad como caminos para superar la crisis moral y fortalecer la autoestima que todo ser humano debe anhelar.
Este aspecto depresivo en que esta inmersa la mayoría de la sociedad ecuatoriana, teniendo su principal impacto en la ciudad de Guayaquil, ciudad en la que vivo y a la que he demostrado que amo, me ha hecho llevar una mirada retrospectiva hacia el pasado para buscar una alternativa que permita diseñar un camino, el que lo he vivido por experiencia personal, para vivir un presente decente y labrar un futuro que se construya con la convicción de no destruir jamás, de ser solidario con lo bueno y con lo positivo, afín de desterrar lo que es dañino al alma y al cuerpo.