Cinco años de gobierno es un buen período como para evaluar o imaginar cual es el destino que nos esperará luego de que Rafael Correa sea reelegido, profundice su proyecto y su ego se eleve hasta cuando encuentre algún imprevisto que lo frene.
En términos generales creo que las transformaciones eran necesarias. La evaluación que yo hago es un 60% positiva. No se puede pedir un cien por ciento favorable porque es un imposible. Eso no impide que quienes destacamos los desperfectos estemos obligados a callarnos. Y conforme más el gobierno se centrifuga hacia su único líder, el eje de los cambios, más se seguirá equivocando en el siguiente tramo durante el cual él aspira a gobernarnos indefinidamente con absoluta prepotencia. El poder tiene sus propias trampas de arena y por inercia el gobernante va dejando de mirar con esa tranquilidad que le es necesaria para ajustar los errores que inevitablemente se van dando y acumulando.