27 abril, 2024

Los prejuicios detienen el desarrollo de los pueblos

Para probar mi punto me tomaré el atrevimiento de poner un artículo titulado “LA DEFENSA DE UN ABOMINABLE”.

«Esta vez creen haberlo visto en Siberia, en la orilla del Pacífico, y desde Moscú el relato repitió lo que en otras ocasiones de él se dijo, cuando en el Himalaya o al pie de otra cordillera descubrieron sus descomunales huellas. El gigante de más de dos metros de altura habría abandonado otra vez su caverna para incursionar en la civilización; y el «monstruo»… a quien han estigmatizado como «el abominable hombre de las nieves» volvió a fugar, perseguido por hombres y perros que perdieron su rastro. Como es usual sólo lograron detectarse unas huellas de más de medio metro, que corresponderían a los pies del coloso fugitivo.

Aburrido de tanta maledicencia, he decidido asumir la defensa del gigante. Que yo sepa, el “abominable” nunca causó ningún daño, y de él sólo se conoce o supone su colosal estatura, que vive en soledad y en las altas nieves. Nadie vio jamás su rostro; y, debiendo haber tenido madre, supongo que también ella y sus abuelos sufrieron el desconsuelo de tener los mismos pies de medio metro de largo. No encuentro motivo para que la humanidad lo abomine, condene y maldiga. Salvo prueba en contrario, creo que, de existir, más bien sería un anacoreta, fugitivo de la estupidez y de la maldad universal. Téngase en cuenta que, en un mundo predispuesto al nudismo, nadie dijo haberlo visto correr en pelotas; y extraña que, atribuyéndosele la fuerza de Sansón, él no ha lanzado ni una bola de nieve al mundo civilizado que acumula bombas químicas y atómicas…

Esto me lleva a utilizar el asunto para condenar los prejuicios, estas opiniones que nos formamos de las personas, generalmente adversas, sin tener de ellas cabal conocimiento. Por prejuzgar, ¿quién no aborreció a alguien que terminó por ser un buen cliente o amigo, luego de que casualmente descubrimos sus valores? Los prejuicios sociales, raciales, económicos, nos aislan y empobrecen. Termina uno, por causa de ellos, aislándose; y, por abominar, convirtiéndose uno mismo en un “Yeti”, aunque esté rodeado de gente.

No creo en la existencia del «abominable»; acaso un ser tímido, avergonzado de tener un solo ojo o de sus pies enormes. Probablemente es sólo el invento del ladrón que existe en cada pueblo, para atribuirle al titán sus robos. Mientras corre para escapar con lo robado, grita que corre detrás del «abominable», que nadie nunca alcanza porque no existe.

No hay en todo el mundo cavernas que puedan ocultar a un malvado. Para el que comete un crimen, toda la tierra es de vidrio.”

Este artículo fue escrito por Jaime Damerval, una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. Y sirve para claramente demostrar que los prejuicios son más que dañinos para el que tiene el prejuicio y para contra quien se lo tiene.

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