Aparentemente decir elecciones es, en la práctica, decir democracia. ¿Es, sin embargo, así? Posiblemente algo en la forma. Nada más. ¿Qué tanto importa, de todas maneras, esto de cambiar, con cierto ritmo de balanceo, funcionarios y autoridades de varios rangos, pero mantener a presión las viejas prácticas de manipular el poder político? ¿Acaso los candidatos responden, en verdad, a los intereses reales de la mayoría de los electores que buscan, de una u otra manera, dar solución, aunque sea, a sus necesidades vitales? Rara vez, en algún sitio recóndito del planeta, alguien cree o razona que “no está de más presentar, con cierta estructuración real, un plan de trabajo”. Algo que exponga, con cierta veracidad, los proyectos y programas con recursos técnicos, humanos y económicos que sirvan como referente claro de lo que, fundamentalmente, sucedería en caso de ser electo…