25 abril, 2024

A Don José Gómez Iturralde

 Esta crónica de mi archivo, la tenía programada para publicarla en octubre de este año del Bicentenario de la Independencia de Guayaquil, en homenaje a uno de los próceres historiadores de la Ciudad -don José Antonio Gómez Iturralde, cuya sorpresiva partida, hace que también adelante su publicación:

Presentación del Libro Historia del Malecón de Guayaquil

De José Antonio Gómez Iturralde
27 de octubre 2005-Año Cervantino (*1)

¡Señor don Antonio Gómez Iturralde!

¡Gracias! Por el honor que me otorga, de presentar un libro suyo -Historia del Malecón de Guayaquil-

¡Distinguido público presente!

Presentar un libro es presentar un libro y un libro histórico, es de gran connotación y más aún cuando el autor es don José Antonio Gómez Iturralde, uno de los próceres modernos, que viene marcando, desde finales del siglo XX hasta el presente del XXI, huellas trascendentes en la historia de Guayaquil y la Patria toda.

Hablando en términos cervantinos (*2)- Este Don Quijote ha envestido con lanza en ristre sin miramiento alguno, en la gran aventura de desfacer entuertos de nuestra historia -solo que en estado muy cuerdo- basado en la investigación y, sobre todo, lo admirable de veras, su juerza para enfrentar y afrontar su realidad…-

Este singular Historiador leyendo quien sabe cuántos días y noches: datos, registros, fotografías, etc., trae a la palestra entre tantos libros escritos por él, uno más, titulado -Historia del Malecón de Guayaquil- 250 páginas, entre datos históricos y cientos de fotografías que, lectora impulsiva como soy, me las he leído en no muchas madrugadas, terminadas las cuales he quedado más guayaquileña que nunca.

(Malecón que siempre lo sentí mío: cuando en mi niñez, cogida de la mano de mi madre y mis hermanos lo recorrí en las noches domingueras para ir a ver las pilas luminosas -creyendo que había agua de todos los colores-…)

(Como igual, hasta ahora, de pie en ese Hemiciclo, aprecio el histórico abrazo de Bolívar y San Martin)

Este libro, desentraña minuciosamente la historia de largos años de nuestro Malecón o La Orilla como se le decía antes. En un recorrido de los años, que en sí es la historia de Guayaquil, el autor nos lleva desde los días que la ciudad se asienta al pie del “Cerrito Verde” en cuya base está “la parte profunda del río, donde azota la corriente que permite atracar navíos” …un villorrio con apenas pocas casas y 320 habitantes -en la llamada “Ciudad vieja”, con sus incendios y resurgimientos.

“El afán de sus habitantes de guardar la orilla: estacándola, rellenándola para hacer los muelles de carga y descarga de los bienes agrícolas y comerciales”.

Que luego de la formación de “Ciudad Nueva”, el río fue su principal atractivo. Y como nervio vital del comercio, fue también la preocupación de todos los cabildos y gobernadores que tuvo Guayaquil -manteniéndolo siempre con fondos propios- luchando contra el centralismo, que primero fue del Virreinato de Nueva Granada, al que pertenecía como parte de la Presidencia de Quito.

Todo esto antes de 1820 del Malecón colonial, al que llegaba toda la riqueza de la cuenca del Guayas y que fue también testigo de las luchas con los corsarios…

Por él llegaron los tres oficiales del Numancia: Febres Cordero, Urdaneta y Letamendi y a lo largo de su orilla se hizo la Independencia de Guayaquil-9 de Octubre de 1820- por lo que el Malecón y el río testifican su proclamación, como igual, dice Gómez Iturralde “fue la singular catedra por la cual fluyeron las tropas guayaquileñas, cuencanas y colombianas, argentinas, chilenas y peruanas, al mando de Sucre y Santa Cruz para subir al Pichincha con nuestra bandera azul y blanco, a la lucha por la Independencia de todo el país (24 de mayo de 1822)”.

Es decir, que este Guayaquil es la cuna gestora de la Independencia del Ecuador, y el Malecón fue su gran escenario; de ahí la parte señalada en el libro como “El Malecón escenario de Independencia”.  Pero después de ella, también todas las peripecias pasadas por la ciudad: “abandonada a su suerte”, esta vez “por el centralismo del gobierno de Bogotá en pleno periodo colombiano”. Mas siempre la autodefensa del guayaquileño, mantuvo al Malecón activo.  Hay un ejemplo –doña Josefa Baquerizo, quien donó tablones desclavados de un galpón de su propiedad para el muelle

Importante mencionar que el libro señala al Malecón, unido a la creatividad y tesón del guayaquileño para la obtención de recursos propios de la ciudad, para su manutención; como en plena época republicana -1830- establecen el juego de la lotería; en la que debían participar todos: unos para vender los números en sus tiendas y comercios y el público para comprarla…

Y como dice el autor “es el mismo espíritu de solidaridad que primó en 1888 al fundarse la Junta de Beneficencia de Guayaquil”

Este es el periodo que se llama en el libro “El Malecón en la República” en la que también juega papel importante Rocafuerte, como Presidente preocupado por los fondos para “la importante obra del Malecón”. 

De este Malecón en la Republica dice: todos los “genarios” del presente podemos dar fe; -yo no de los naranjos traídos de Daule para sembrarlos- pero sí de los restos de bancas, que aún subsistían mandadas a construir por el mismo Rocafuerte como Gobernador “y de los vestigios del muelle”, que Alfaro como presidente facultó al Congreso para firmar contratos para hacer algo por el Malecón lleno de vida.

Como igual, “pasando la calle: los tendales del cacao cuyo aroma especial de fermentación y secado nos era familiar” Capitulo El Malecón de la expansión cacaotera…

Interesante la señalización del libro, en períodos que yo los llamaría las eras del Malecón.  Otra de ellas -La de modernización del 10 al 30 del sigo XIX –donde se habla del “paseo de las donaciones de los cónsules extranjeros y donde aparecen las bellas fuentes luminosas: una como aportación de EE.UU. y otra de Cervecería Nacional y la Empresa Eléctrica; más la famosa Torre del Reloj Público y el Jabalí de bronce donado por la colonia china”.

Luego de este resumen, hago un llamado a todos los habitantes de la ciudad a leer el libro: como la historia de la pujanza guayaquileña y de cuánto pueden o no hacer, sus gobernantes y su gente; si no, que lo digamos ahora nosotros que vivimos estos últimos decenios del tiempo: primero con el Presidente León Febres Cordero, quien como Alcalde tuvo la fuerza de sacar “a latigazos a los mercaderes” de ese Municipio que se caía de mugre y corrupción. Y como símbolo de la reivindicación de la ciudad se conformó La Fundación Malecón 2000, regentada por valiosos guayaquileños, para administrar esta obra singular. Sostenida por la fuerza titánica de Nebot que sigue dándole vida.

Y para terminar como empecé: hago uso del lenguaje cervantino para deciros -“Don José Antonio Gómez Iturralde: hidalgo caballero, historiador -Quijote del siglo XXI- Perdone vuestra mercé, por mi atrevencia en resumir así su libro, pero debo decirlo:  que la lectura de su libro agora mesmo, nos ha dado el encantamiento de revivir una historia vívida de la ciudad y de este Malecón, nervio y vida de Guayaquil. Y que libros como este deben ser leídos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los letrados o no, de los plebeyos y caballeros…

Reafirmando de mi parte, el honor recibido al presentar su libro Historia del Malecón de Guayaquil:  que considero debe ser leído por todo género de personas de este Guayaquil y la Patria toda. ¡Gracias!

Lily Pilataxi de Arenas

Por la paz del mundo

1* Presentación que se llevó acabo en la noche, en un escenario singular, lleno de público, en el Malecón del río Guayas

2* De las discretas alteraciones de Don Quijote, refiriéndose a los libros de Caballería.

Artículos relacionados

El vicio de las élites: el gran verdugo de Latinoamérica.

Las políticas de lucha contra la producción de droga en Latinoamérica por parte de
los Estados Unidos han fracasado rotundamente. El fracaso ha alcanzado niveles
tan categóricos, que han sido los países de Latinoamérica quienes han aportado
masivamente con los caídos en la lucha de una industria administrada por corruptos
sedientos de dinero y poder, de vendedores de armas, y de viciosos adinerados en
los países de mayor ingresos económicos del norte de nuestro continente.

En la década del ochenta, Colombia experimentó las indescriptibles perversidades
y la violencia a la que son proclives quienes utilizan el vicio del oro blanco para
lograr fortuna y poder ilimitados. Colombia, hasta la fecha, sigue salpicada por
los destructivos efectos del accionar de grandes mafiosos que infiltraron todos
los estamentos de esa sociedad; desde las más ilustres familias dominantes en las
altas esferas sociales y económicas, funcionarios públicos, militares, policiales,
guerrilleros que aprendieron de este negocio para mantener su desprestigiada lucha
política fuera de los cánones aceptados por la ley, hasta agazapados miembros de la
clase política que han dominado y ejercido poder desde aquella siniestra década de
la historia colombiana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×