Imagínate que tu Padre es dueño de la fábrica de ordenadores portátiles marca Vidda. Te obsequia uno. ¡Ya tienes tu propia Vidda! Como todo fabricante de ordenadores, tu Padre te proporciona el “manual del usuario”, no por malvado, sino por honrado; para que tu Vidda no sea para ti fuente de angustias, sino de alegrías. Como fabricante que es, tu Padre sabe las especificaciones de tu Vidda. Es el más indicado para darte las directrices “negativas” (no haga usted esto) y las “positivas” (hágalo así) de todo manual.
Las advertencias “negativas” intentan evitar que malogres tu equipo: no calor, no golpes, no ácidos… Las páginas “negativas” son importantísimas. Pero hay algo que has de comprender al respecto. Parece un trabalenguas, pero no lo es. La gente inteligente lo entiende: Lo que te prohíben los manuales, no es malo porque te lo prohíben los manuales, sino que, los manuales te lo prohíben porque lo que te prohíben es malo para el aparato, porque es nocivo para él; porque él no está hecho, por ejemplo, para que tu pases por encima con un tractor o lo sumerjas en la bañera. Es claro.