Pongamos en contexto el tema. Esta es mi opinión, sin tufo político; solo advierto las consecuencias que podría tener un nuevo proceso para redactar una nueva Carta Magna para el país, impulsado por partidos políticos en decadencia moral y ética.
En los últimos años, la propuesta de convocar a una nueva Asamblea Constituyente en Ecuador había pasado casi desapercibida. Sin embargo, con el triunfo de Noboa, su ministro del Interior vuelve a la novelería, aprovechando la gran aceptación que tiene nuestro presidente.
Entre los temas más discutidos figuran, de forma genérica, la reestructuración del Estado —reduciéndolo a tres poderes—, la modificación del sistema parlamentario y la eliminación de los llamados “candados” que obstaculizan la inversión privada extranjera. Suena bonito, ¿verdad?
Hagamos memoria
La última experiencia de una Asamblea Constituyente en el país fue impulsada por el gobierno del expresidente Rafael Correa en 2007, culminando con la aprobación de la Constitución de Montecristi en 2008. Una Carta Magna que, según sus promotores, se destacó por ser pionera al abordar temas como la soberanía, la dignidad y la plurinacionalidad, entre otros hitos. Sin embargo, fue deformada por políticos mediante reformas parche e inconsultas, hasta convertirla en un candado o peaje que impide cambiar nada.
La propuesta de Noboa, anunciada por el ministro del Interior, difícilmente podría generar el mismo impacto que tuvo la Constitución de Montecristi, promovida por el correísmo. Esto se debe a la brutal resistencia al cambio, la influencia inevitable del narcotráfico, y el fraccionamiento y la polarización del país, condiciones que no existían en 2008.
La Asamblea Constituyente es un arma de doble filo porque, además, no hay claridad sobre lo que se quiere hacer.
Les pongo un ejemplo a reflexión
Para hablar como el vulgo y que nos entienda el pueblo llano y profundo —siempre engañado—, la mayoría de la gente no tiene ni idea de los conceptos y alcances de una consulta popular, de una enmienda, de una reforma parcial a la Constitución y, peor aún, de una Asamblea Constituyente.
Solo regresen a ver la Constituyente de 2008, con la que se creó la Constitución actual. Fue una Constitución hecha a la medida de su mentor. Y hoy, en 2025, sin saber su alcance, solo cambiará el maniquí y el sastre para arreglar los problemas de los políticos, no los de la gente.
¿Se acuerdan ustedes cuando votaron por el «No» en la última consulta popular sobre la explotación petrolera del Yasuní ITT y de los recursos mineros del Chocó Andino? Hoy es inejecutable. Es decir, estamos sentados encima del petróleo y de los minerales, y nos seguimos muriendo de hambre junto a la fuente.
A eso le llamo estupidez colectiva. ¿Cuál es la diferencia entre el sastre del 2008 y el sastre del 2025? Esa es la pregunta del millón. Me dirán que Noboa no es el corrupto de Correa, y puede ser una gran diferencia. Pero, en el fondo, promover una Asamblea Constituyente desde la iniciativa de los mismos movimientos y partidos políticos en decadencia moral no es el camino. La iniciativa debe salir de la sociedad civil, con verdaderos juristas sin filiación política.
Recuerden que, desde el incipiente sistema democrático ecuatoriano, se han aprobado 12 consultas populares con diferentes nombres: reformas parciales a la Constitución, enmiendas o constituyentes. Y seguimos en la pobreza. Antes de meter las de andar por novelería e ignorancia, vean mi análisis en la web Desde mi Trinchera de Guayaquil y en redes sociales, con el título Consulta Popular o Constituyente.
Solo es mi opinión. Respeto la suya.