29 abril, 2024

Tres ideas (erróneas) sobre la ética

¿Qué pensar de un personaje como Hitler? ¿Por qué?  

La diabetes es una enfermedad que a menudo reduce considerablemente la calidad de vida de un gran número de personas. ¿Qué proporción del presupuesto estatal de salud debería asignarse a contrarrestar esta enfermedad, en comparación con otras enfermedades que son letales, pero afectan a menos personas?

¿Cuáles son nuestros deberes individuales o colectivos con los migrantes -venezolanos, por ejemplo- particularmente quienes viven en condición de habitantes de la calle?

Para dar respuesta a estas y muchas otras preguntas similares, es imprescindible la ética.  Y cómo se verá a lo largo de este artículo, la ética no puede reducirse a solamente temas relacionados con el sexo, la corrupción, el aborto o la pena de muerte.

Voy a recurrir al magnífico texto de Pierre Blackburn (2006) para ensayar una aproximación a la ética, desde lo que “no es” o, quizá de manera mejor expresada, desde aquellas ideas erróneas que han menoscabado su correcta comprensión, pero sobre todo por el desconocimiento de su aplicación cotidiana en casi la totalidad de las acciones del ser humano.

Primera idea errónea: 

La ética es una especie de código normativo, rígido, ideal, teórico, poco útil en la práctica.

Una versión muy cercana a esta idea es creer que la ética es un conjunto de sencillas reglas al estilo de la película “I, Robot” (2004) protagonizada por Will Smith – adaptadas a su vez, de la obra Isaac Asimov (1950) con similar título-:

1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.

2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera ley.

3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley.

Si queremos referirnos a algo más cercano a nuestro contexto latinoamericano, también podrían servir de ejemplo el “sumak kausay” de la cosmovisión indígena (Altmann, 2013): 

1. Ama Quilla (no ser ocioso)

2.  Ama Llulla (no mentir)

3. Ama Shua (no robar). 

Sin embargo, la vida humana no es tan simple.  En nuestra realidad, nos enfrentamos a situaciones «insólitas» que, paradójicamente, son más comunes de lo que imaginamos. Por ejemplo, el acto de robar es considerado incorrecto en circunstancias normales. Pero en países afectados por graves crisis económicas o políticas, es relativamente común que alguien se vea compelido a detener un camión de alimentos y llevarse lo que pueda para sobrevivir. En este contexto la regla de «no robar» entra en conflicto con la realidad de personas que carecen de la capacidad económica para adquirir alimentos de manera legítima. Cuando surgen estas contradicciones hay la posibilidad de que el respeto a una regla conduzca a un daño mayor.

Los teóricos de la ética hacen notar que no es posible reducir su contenido a tan sólo un conjunto de reglas que deben aplicarse rígidamente. Tampoco cabe creer que la ética se la use solamente en ocasiones especiales, porque querámoslo o no, todos los días hacemos evaluaciones éticas.  A veces, quienes adoptan este tipo de “triálogo” -palabra que no existe- son individuos inflexibles que no los ponen en duda, aunque la historia y sus pensadores demuestren que, cuando no hay sentido de criticidad, tales principios carecen de amplitud de criterio, conducen a absurdos, o simplemente, con el tiempo, dejen de tener razón de ser.  Recordemos que el dogmatismo se encuentra en los antípodas de la actitud crítica y no puede adueñarse de la ética.  Tampoco hay que confundir el hecho de tener principios -lo cual es indispensable- con aferrarse fanáticamente a ellos. Quizá lo más importante de esta primera idea errónea sea que formulamos juicios morales todos los días.  Para ello hay que educarse y como todo lo que vale la pena hacer, merece hacerse bien. Ciertamente no se puede decir que la ética es inútil y que sea innecesario aprenderla desde los primeros años escolares. 

 

Segunda idea errónea:

“La ética concierne, ante todo, al comportamiento sexual”

Para muchos, especialmente aquellos que han sido educados bajo un sistema religioso rígido, la ética pareciera estar íntimamente ligada a la moralidad del comportamiento sexual. Sin embargo, en la actualidad, es crucial reconocer que la reflexión ética abarca mucho más que las interacciones íntimas entre individuos.  Esto no implica una justificación del libertinaje sexual en detrimento de las consideraciones morales. Aunque, a veces, se lo ha hecho con una velada intención distractora, porque existen otros temas de igual o incluso mayor relevancia que trascienden el ámbito de las alcobas. 

En este sentido hay que hacer dos observaciones.  Por un lado, no se trata de asumir la ética y la moral como instrumentos represivos, arbitrarios e injustificados que van en contra del interés y el placer individual, e incluso asociados con la generación de traumas y sentimientos de culpa. Por otro, tampoco hay que caer en el laxismo ético en el que prima una equivocada libertad sexual en el que todo vale, en que se minimiza o relativiza la importancia de las normas morales en la toma de decisiones, se adopta una postura de aceptación pasiva de comportamientos socialmente censurables, se justifica por omisión las acciones moralmente incorrectas evadiendo la responsabilidad individual y colectiva.

Ambas posturas, tanto el rigorismo y el laxismo moral hoy son temas de apasionados debates, los cuales no los podemos desatender, pero tampoco encerrarnos en ellos sin mirar otros temas muy relacionados como la violencia sexual, la desigualdad, la inequidad de género, la pornografía, la pederastia, la prostitución infantil, el derecho a la vida, la maternidad-paternidad responsable y la libertad de amar.  Ampliar nuestra comprensión de la ética más allá de las consideraciones sexuales nos permite abordar de manera más completa y efectiva los desafíos éticos y morales que enfrentamos como sociedad

 

Tercera idea errónea:

“La ética es una preocupación esencialmente religiosa”

Las religiones se componen, las más de las veces, de dos elementos fundamentales:

  1. una descripción del universo, su origen y el de la humanidad en que interviene un ser supremo; y
  2. un código de conducta moral asociado más o menos estrechamente a la intencionalidad de ese ser absoluto.

Ciertamente, la conciencia moral del ser humano ha sido moldeada, en gran medida, por la religión. Pero no siempre ocurrió así. Veamos dos ejemplos, primero, el código de Hammurabi, que data del siglo XVIII a.C. es uno de los primeros conjuntos de leyes escritas conocidos en la historia. Si bien incluía referencias a la religión y a la divinidad del rey, también establecía normas basadas en principios de equidad, justicia y orden social más que en dogmas religiosos.  El segundo, se lo puede apreciar en la “Ética a Nicómaco” de Aristóteles, siglo IV a.C., que privilegia la razón, el debate y la retórica como medios para alcanzar la excelencia moral y la virtud.

Más recientemente, se puede traer a colación el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos durante la década de 1960. Si bien la religión desempeñó un papel importante en algunos aspectos de este movimiento -Luther King era también un dirigente religioso- la conciencia moral de gran parte del grupo humano involucrado en la lucha por la igualdad racial no estaba exclusivamente moldeada por la religión. Sorprendentemente, fueron muchos blancos, quienes tradicionalmente eran considerados los más «religiosos», quienes mostraron mayor oposición a los defensores de los derechos civiles y el fin de la discriminación racial. Quienes prevalecieron estaban convencidos en los principios de justicia, dignidad humana y derechos fundamentales, y no colocaban sus creencias religiosas como base para respaldar su causa.

Pero, podría decirse, ¿no tienen las religiones un conjunto de normas éticas absolutamente sensatas? Sí, desde luego. No hay nada de malo en la formulación ética cristiana de “amar al prójimo como a uno mismo”.  Es más, las teorías éticas contemporáneas que se oponen a la religión reconocen el decisivo aporte de la religión -por ejemplo, la Doctrina Social de la Iglesia- a tal punto que a veces, algunos principios éticos de inspiración cristiana han sido defendidos por ateos.  Jacques Maritain, G. K. Chesterton, Alasdair MacIntyre son solo algunos ejemplos de ateos que, al inicio, por medio del estudio de la moral y la ética abrazaron una religión, la Católica.

Esto lleva necesariamente a corregir esta tercera idea errónea.  La ética es una preocupación esencialmente humana porque “en lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello… esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad”

(Guadium et spes, 16).

 

Fuentes citadas:

Altmann, P. (2013). El Sumak Kawsay en el discurso del movimiento indígena ecuatoriano. indiana30, 283-299. https://www.redalyc.org/pdf/2470/247029853014.pdf

Blackburn, P. (2006) La ética: Fundamentos y problemáticas contemporáneas. México: Fondo de Cultura Económica.

I, Robot [film] (2004). Beverly Hills, CA: 20th Century Fox.

Iglesia Católica. (1965). Concilio Ecuménico Vaticaco II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes. https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html

Vidal García, M. (2014). Para conocer la ética cristiana: ( ed.). Estella, Navarra, Editorial Verbo Divino. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/utiec/115932?page=128.

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