8 diciembre, 2024

Primera creación

Los entendidos en la exégesis bíblica nos explican que el libro del Génesis es una narración mítico – simbólica. Esto quiere decir que, más allá de si existieron o no nuestros primeros padres, lo que se rescata es el mensaje de verdad contenido en la narración, que en el caso de los primeros capítulos sería la creación del ser humano y su consabida desobediencia.

Existen dos narraciones de la creación. La primera, la encontramos en el capítulo uno del Génesis donde se narra paso a paso y en detalle cómo fue creado todo. Los conocedores indican que este es un texto más actual, es decir más reciente. Esta narración es conocida como sacerdotal, pues posee un esquema litúrgico donde la palabra crea: “Dijo Dios”. Podemos pensar también en esa procesión litúrgica que vemos al inicio de la misa, donde primero entran los monaguillos, luego los seminaristas, después los diáconos y por último el sacerdote, siempre y cuando no tengamos un obispo que será el último en entrar. Así también veremos que la creación va de lo menos a lo más, con el ser humano en la cúspide de la creación.

A lo largo de cinco días vemos crear cielo, tierra, firmamento, lumbreras, mares, tierra, plantas, seres vivos en el aire y en el agua. Al sexto día Dios crea los animales terrestres y como cereza de la creación al ser humano. Pero hay que notar la importancia de esta creación. Todo antes del ser humano había sido bueno, pero su obra maestra fue “muy buena”, como si el mismo Dios se felicitara y se sorprendiera. Además, leemos la palabra “hagamos”, siendo un atisbo de la Santísima Trinidad. 

También hay que notar que en un solo versículo, tenemos el verbo crear tres veces: “Y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creo, varón y mujer los creó” (Gn. 1, 27), esto es porque en hebreo no tenemos adjetivos superlativos, así que esa manera de contarnos la creación del ser humano significa la plenitud del acto. Más todavía, en un solo versículo vemos crear sus dos naturalezas: hombre y mujer, como subrayando la igualdad de condiciones y de dignidad entre ambos sexos. Vale resaltar una vez más, aunque parezca obvio, que fuimos creados hombre y mujer. Cada célula así lo indica, no solo está visible en los genitales, sino que está escrito en lo más profundo de nuestro ADN.

Es una lástima que médicos y psicólogos estén a favor de recetar bloqueadores hormonales a nuestros jóvenes que no tienen todavía permiso de conducir o tomar bebidas alcohólicas, porque creen estar atrapados en un sexo diferente al que nacieron. La transición sexual ya es una realidad con consecuencias nefastas para la salud de los adolescentes, con el visto bueno de sus padres y especialistas. Luego de eso viene la lamentable mutilación de genitales con la cirugía de reasignación de sexo destruyendo al ser humano en toda su belleza.

Atrás de esa problemática hay un fuerte engaño de organizaciones internacionales, pero sobre todo una herida profunda en el ser humano que no ha descubierto el verdadero significado de su sexualidad. A la luz de las enseñanzas de la Iglesia es posible aceptar nuestra naturaleza caída y encontrar un significado a nuestra experiencia humana. 


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“Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar escondido ni la oculta en una vasija, sino que la pone en un candelero para que alumbre a los que entren. La lámpara de tu cuerpo son tus ojos, si tus ojos están sanos todo tu cuerpo estará iluminado; pero si está enfermo, todo tu cuerpo estará oscuro. Cuida, por tanto, de que la luz que hay en ti no esté apagada”. (Lc 11: 33-36).

Si un labrador intenta buscar la belleza en una puesta del sol, lo único que descubrirá será el sol, las nubes, el cielo y el horizonte de la tierra… mientras no comprenda que la belleza no es una cosa, sino una forma especial de mirar. Buscarás a Dios en vano, mientras no comprendas que a Dios no se le puede ver como una “cosa”, sino que requiere de una forma especial de mirar…semejante a la del niño, cuya visión no está deformada por doctrinas y creencias prefabricadas.

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