27 julio, 2024

Instantes de locura…

Momentos de agitación y deseo
Instantes donde sé lo que va a suceder…
Antes de que llegues; ya has llegado.

Al rozarte comienza la pasión y el desenfreno
No tienes idea cómo me gusta estrujarte.
Me excitan tus formas y las incitaciones.

Hay encuentros donde arremeto con más fuerza tu erotismo,
Y ocasiones donde espero tus sonoros gemidos en mí oído…
Esta vez fue diferente.

Eras un incendio reclamando por más fuego.
Todo sucedía cuando profuso hurgaba tus olores…
Y desesperado succionaba tu brutal intimidad.

Mientras te libaba, tus espasmos engendraban contracciones.
Delirando en un placer tan impetuoso me sentí morir en tus entrañas…
Para acabar mojado de tu néctar y descubrir a la más amada de mí historia.

Abriendo tus orillas me incrustaba
Agarrando tus hechuras arañaba el desenfreno…
Mientras bajabas y subías exigiendo más satisfacciones.

Que excitante fue mirarte cuando mi dureza te irrumpía
Entraba, regresaba y volvía a regresar…
Tratando de saciar la insolente desesperación de tu salvaje instinto.

Fuiste un cataclismo rebosante de lascivia.
Devaneabas con jadeos, gemidos y gruñidos…
Que cuando culminabas… transpirabas, temblabas, tremolabas.

Luego vino la magia del después.
Los cansancios dieron paso a la ternura…
Para fraguarnos por un tiempo en un sin tiempo de magia y silencio.

Someterte fue maravilloso,
Una batalla conquistada entre mis límites y tus inhibiciones.

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Poema Semanal: Besos

Este precioso poema, de acuerdo a todas las notas que he leído en Internet, es de la autoría de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida con el seudónimo de Gabriela Mistral, que nació en 1889, en Vicuña, Chile. Destacada poetisa, diplomática, feminista y profesora chilena que ganó el premio Nobel de literatura en 1945.

Hace mucho tiempo leí en alguna parte una controversia sobre el autor de este poema. Entre sus posibles autores se mencionaba a Juan de Dios Peza, brillante poeta mexicano de quien hablaremos en otra ocasión.

Leyendo el poema, se hace difícil pensar que sea escrito por una mujer, no por capacidad o romanticismo (en lo que ellas son superiores) sino por la descripción del beso que se hace en el poema: “… cubrió tu faz de cárdenas sonrojos…” “… te vi celosa… (¿no debería ser celoso?)” “… te suspendí en mis brazos, vibró un beso, y ¿qué viste después? sangre en mis labios.“

Humberto Fierro

El cuarto poeta ecuatoriano de la generación decapitada, fue Humberto Fierro. Nació en Quito, en 1887. Adquirió esmerada educación y en las propiedades de sus padres, en Quito y en Miraflores en Cayambe, dedicó mucho tiempo a la lectura de sus autores y poetas favoritos. Gustaba de lecturas filosóficas y científicas y sobre todo de los poetas franceses simbolistas y parnasianos.

Introvertido, modesto y sencillo, de una sensibilidad extrema, se desempeñó toda su vida como amanuense en una Oficina del Ministerio público. Arturo Borja lo instó a publicar sus poemas. Sus principales obras están resumidas en dos poemarios: El Laúd del valle, publicado en 1919, y La Velada palatina, editada después de su muerte, en 1949.

A partir de 1920 llevó una vida bohemia, pero sin excesos. En las noches se reunía con amigos y poetas en diferentes bares de Quito, hasta que la muerte lo sorprendió el 23 de agosto de 1929, a los 43 años de edad.

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