7 octubre, 2024

Soberanía y comando antigolpe

Fue Jean Bodin en el siglo XVI, quien acuñó el término «soberanía» para la historia política, concebida como el «poder absoluto y perpetuo de una República». Rousseau se encargará, más tarde, de separarla de la República y colocarla en los hombros del pueblo, único soberano posible. Para él, como todos los hombres son libres e iguales, nadie debería obedecer o ser mandado por un individuo, pues existe una «voluntad general» que señala lo correcto y verdadero, como expresión de esa soberanía popular. Quien sea capaz de interpretar esa voluntad general, estaría interpretando también la voluntad de todos, interpretando al pueblo y en consecuencia, pudiera agregarse, manejándolo a su antojo.

Esta concepción «roussoniana» que en buena parte influye en la aparición de la democracia moderna, permitió múltiples abusos, pues en nombre de la «voluntad general», o sea del pueblo, se asesinó y destruyó indiscriminadamente;  la propia Revolución Francesa es un buen ejemplo de éllo.

El abate Sieyès, por su parte, postuló que la soberanía radica en la Nación, concepto que puso de moda; algo así como un sentimiento colectivo que aglutina a los habitantes de un país y les da entidad, pero no exactamente en el pueblo. A Sieyès, le mosqueaba seguramente, que la autoridad solamente tomase en cuenta el sentir mayoritario del pueblo, a veces circunstancial, objeto de influencias o pasiones desarticuladas.

Durante los catorce años del gobierno  de Chávez, fue harto frecuente oírlo  hablar de soberanía. Frases como «ahora el pueblo si es soberano», o «hay que rescatar la soberanía», sirvieron como consignas contra el imperialismo.  El cuento de la Constituyente revestida del poder originario, fue una especie de baño bautismal que hizo al pueblo soberano de una vez por todas, en el año 2000.

Desde entonces, Chávez felicitaba al pueblo, por dar apoyo a la soberanía nacional, cada vez que podía. Así,  pidió paz y respeto para la soberanía de los pueblos; para  la de Irán, Libia o Egipto. Se preocupó por la soberanía hipotecada de Colombia, la soberanía violada de Honduras, o nos recordaba a cada rato que los pueblos de nuestra América habían escogido, definitivamente, la senda de la soberanía. Pero la cosa no se quedó allí, y la definición de soberanía dada por Bodin se atomizó y multiplicó en el discurso populista y retórico del nuevo socialismo del siglo XXI. Así, nació el concepto de «soberanía alimentaria», y se implementó un plan para alcanzar la «Plena Soberanía Petrolera». Del mismo modo, surgió la «soberanía económica y la energética»,  no importa que el bolívar fuerte hoy en día sea  debilucho, o que se vaya la luz frecuentemente. Igualmente hizo su aparición  la «soberanía del conocimiento»,  llegándose incluso a firmar un convenio con el presidente de Ecuador, Rafael Correa, para  llevar a una «educación soberana» y  liberadora, a los pueblos de ambos países.

Nicolás Maduro, el gran imitador de Chávez, siguiendo el guion establecido, no se ha quedado atrás en esto de la soberanía. Ya a principios del 2013, siendo presidente de facto, aunque oficialmente aparezca como Presidente Encargado de la República, ratificó el compromiso del Gobierno Bolivariano de fortalecer la política soberana en materia de hidrocarburos. En octubre de ese mismo año, le dio rango de Misión a la Fundación Pueblo Soberano. En el 2014, la soberanía alimentaria toma forma de Vicepresidencia y se crea la Corporación Productora, Distribuidora y de Mercadeo de Alimentos Corpo Pdv-Mercal.

Concentraciones populares antiimperialistas, así como ejercicios militares en defensa de la soberanía entre fuerzas armadas y milicias populares se han venido repitiendo en estos cuatro años de manera reiterada. El último de ellos, denominado Ejercicio de Acción Integral Antiimperialista Zamora, hace  apenas unos días, sirvió para  mostrar el fusil, con mira telescópica, que según dijo Maduro se repartirá por miles, en los barrios de Venezuela  para la defensa de la patria.

Pero lo que destaca sin lugar a dudas, es la instalación, el pasado  martes 10 de enero, del Comando por la Paz y la Soberanía, conocido como “comando antigolpe”, el cual quedará bajo la coordinación del Vicepresidente Ejecutivo de la Republica, señor Tareck El Aissami, formando parte del mismo varios organismos, incluida la vicepresidencia del PSUV, el Partido de gobierno.

Desde la habilitación de la línea telefónica 0800-SABOTAJE, en  septiembre del 2013, a través del Órgano Superior para la Defensa Popular de la Economía, el gobierno de Maduro no había puesto en práctica una acción política tan inadmisible y llena de  cinismo; pues la creación del Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del pueblo venezolano, también a finales del 2013, no debemos tomarla en cuenta, ya que pertenece a otra categoría de lo absurdo aún por definir.

En síntesis, que la soberanía del Estado, por obra y gracia de Chávez y Maduro, pasó a ser la soberanía del gobierno, y la defensa de la patria, la defensa del chavismo y de su revolución. Por ende, cualquier crítica o simple acción política como una manifestación callejera por parte de la oposición civil, se convierte en una forma de inestabilidad antisistema, de sabotaje al régimen, o lo que es lo mismo, en un atentado contra la soberanía patria, en un  golpe de estado.

Con razón, el conocido jurista alemán George Jellinek, llegó a decir que la soberanía era un concepto polémico, por no decir confuso; y eso que no llegó a conocer el caso venezolano.

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