2 mayo, 2024

Estreno como columnista

En mi estreno como columnista de este medio de comunicación me acerco a vosotros para invitaros a realizar un viaje que os prometo será breve en el tiempo, pues soy consciente de que estamos todos muy ocupados y os preguntaréis, ¿hacia dónde nos dirigimos?, ¿qué medio de transporte será capaz de albergar tanto personaje junto?, a lo que gustosamente responderé sabiendo que tanta gente me está leyendo y es muy sencillo, con algo que todos disponemos, con la imaginación, que nos permitirá por un lado dar descanso durante un ratito a los pensamientos y sentimientos que diariamente nos invaden y por otro lado, adentrarnos en ese mundo que sólo conocen los estudiosos del tema, los cosmólogos, pues sí, mis queridas amigas y amigos, estamos en el universo y nuestro guía y experto en la materia nos dice que tan solo nos puede enseñar el 4% del mismo, que es la parte que se corresponde con la materia ordinaria, dentro de la cual están las estrellas y que el resto, lo desconocido, lo forman materia y energía oscura.

Cualquiera que no haya realizado el viaje, para los que no me están leyendo, pensará que no merecerá la pena llegar a un lugar del que sólo te van a enseñar una mínima parte, pero vosotras y vosotros, los que sí hemos viajado, hemos comprendido, porque el guía así nos lo ha explicado, que todos formamos parte de ese universo, de lo que ya se conoce y de lo que aún falta por conocer. Y si es así, me atrevo a reflexionar que quizá en esa materia oscura estén distribuidas las partículas del mal, aquellas que conducen a tanta desigualdad social en el mundo y que esa energía oscura explique tanta agresividad descontrolada.

No sé si alguno de vosotros quiere preguntarle algo al guía, yo sí, quisiera saber si queda mucho tiempo por conocer de qué está compuesta la materia y la energía oscura. No sé, me resulta agradable imaginar que entonces, cuando llegue ese momento, tendremos mejor conocimiento de nosotros y quizá ya no haga falta viajar tan lejos.

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“Por quién doblan las campanas”

Cada vez que termino de leer un libro una parte de mí muere y otra renace. Muere la parte que
se entierra con los personajes al terminar la historia. Mueren lentamente las horas dedicadas
a conocerlos, a acompañarlos en sus peripecias, a sentir como ellos y ser uno entre ellos. Se va
todo eso. Pero detrás de cada muerte, se esconde la vida. La vida se abre paso como el agua que
recorre la tubería buscando la salida. Con ella arrastra las lecciones aprendidas del tiempo y las
circunstancias.

No hace mucho leí la novela estelar de Ernest Hemingway, “Por quién doblan las campanas”.
Hemingway nos regala un enérgico relato sobre la lucha por un ideal, una serie de aventuras
heroicas y descabelladas y el nacimiento de un amor inesperado en tiempos de la guerra civil
española. Cabe elogiar su impecable redacción, la psicología asombrosa visible en la concepción
de sus personajes, la urgencia del tiempo; en fin, tantas cosas… Recuerdo aquella tarde cuando
terminé de leerla, sentí un gran vacío dentro de mí, como una nostalgia de algo que nunca pasó,
pero que se siente muy real.

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